La vez que fui contrabandista, por Rodolfo Izaguirre

Preguntó mi amigo Jaime Mendoza abriendo la puerta de su automóvil al que llamábamos: «El peligro amarillo» y recorríamos la ciudad como lo que éramos, dos alegres, despreocupados e irresponsables adolescentes y Jaime preguntó de pronto ¿Por qué no vamos a Maracay a saludar a Félix Guzmán?