A propósito de su libro «Lo que queda en el aire», por Jesús Peñalver
Rodolfo Izaguirre nació en Caracas en el 31 del siglo pasado. Caracas contaba entonces con doscientas mil almas. Se hablaba de almas y no de habitantes. Prefiere decir quien escribe almas porque sugiere algo más leve, espiritual; algo menos banal o cotidiano que habitantes. En la hora actual, Caracas debe andar tal vez cercana a los cuatro o cinco millones de habitantes, pero –al decir de Rodolfo- “muchos hemos perdido el alma”.
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