El infierno venezolano

Hay chistes que no dan risa

Venezolanos y extranjeros hacen referencia al infierno venezolano cuando se ven atrapados en un problema tras otro: colas, inseguridad, escasez, falta de personal…

Aquí tienes dos “chistes” que cuentan el origen de la frase “el infierno venezolano”, y un tercero que explica cómo se creó un infierno en un lugar parecido al Edén: Venezuela.

Un venezolano haciendo cola en el infierno

Un venezolano muere y va al infierno por reposero. Allí entiende que hay que hacer cola para entrar a al infierno de cada país. Como la cosa es alfabética, pasa primero por la cola del infierno alemán, donde pregunta:

-¿Cómo castigan aquí?

y alguien en la cola contesta:

-Aquí primero te ponen en la silla eléctrica por una hora, luego te acuestan en una cama de clavos durante otra hora, y el resto del día los demonios alemanes te dan latigazos, todo mientras te hacen escuchar discursos de Hitler.

Como es de suponer, al venezolano no le gustó el infierno alemán y fue mirando en qué consistían los otros infiernos mientras llegaba al de Venezuela.

En los infiernos de los otros países hacían más o menos lo mismo.

Cuando el venezolano llegó al infierno criollo, el que le tocaba por ley, vio que ahí había que hacer una cola larguísima, la más larga de todas, que de paso casi no se movía.

El venezolano pensó: “Me lo temía. Cuando estaba vivo hacía seis colas o más en un día, y ahora esto… Hasta en el infierno a los venezolanos nos toca hacer cola y de paso, la más larga.”

Mientras hacía su cola, preguntó para romper el hielo:

-¿Qué es lo que te hacen acá?

Una señora que en su vida había sido adeca, copeyana, chavista, madurista, caprilista y Guaidó-lover, y por reposera terminó en el infierno, contestó:

-Mijo, aquí te ponen en una silla eléctrica por una hora, luego en una cama de clavos durante otra hora. El resto del día los demonios venezolanos te dan latigazos. Todo mientras te ponen a escuchar Aló Presidente, Con el Mazo Dando, discursos de Caldera, excusas de Capriles, ironías y burlas de Mario Silva, e insultos cultos de Ramos Allup, todos hablando al mismo tiempo.

-¡Pero eso es peor que en los otros infiernos! Si aquí es tan feo el castigo, ¿por qué hay tanta gente queriendo entrar?

-Ah, porque aquí en el infierno venezolano casi nunca hay luz, así que no pueden poner los programas, ni encender la silla eléctrica, que de paso siempre está mala. Cuando hay luz, ni prende. Al igual que las pantallas y las cornetas, eso se la vive apagado. Los clavos de la cama se los robaron casi todos, y los que quedan ya no pinchan porque están con las puntas amelladas. Y los diablos venezolanos, esos demonios vienen, firman y se van, pues parece que no les han pagado desde hace meses. Y de todas formas cuando les pagan no vienen porque se van a gastar los reales.

El hombre terminó hablando mal de la gerencia del infierno venezolano con los otros condenados mientras hacían su cola, bravos, pero tranquilos.

Jaimito aburrido en el infierno venezolano

Jaimito llegó al infierno venezolano y pasaban días y días y nadie lo castigaba ni lo tortura, hasta que, cansado de no hacer nada, decidió quejarse y preguntar qué pasaba.

Se encuentró con otro condenado y le preguntó:

-Oye compa, tengo meses acá y no pasa nada, y yo fui más malo que el hambre. Hay chistes sobre mi maldad.

El otro condenado respondió:

– No bro, es que estás en el infierno venezolano. Aquí hay tanta escasez que el castigo apenas consiste en que un demonio te eche un balde de mierda encima una vez a la semana. Pero cuando hay mierda y está el balde, no está el demonio que te echa la mierda, cuando están el balde y el demonio, no hay mierda, y cuando está el demonio y hay mierda, no encuentran el balde.

¿Cómo se creó el infierno venezolano?

Hay otro chiste cruel que explica la razón por la que Venezuela es como es.

Dicen que cuando Dios y su hijo Jesús estaban creando los países, Dios se esmeró en Venezuela.

El creador dijo a Jesús:

-Hijo mío, hagamos un paraíso nuevamente, se llamará Venezuela. No tendrá nada que envidiarle al Edén.

-OK papá.

-Ahí vamos a poner bastante agua dulce, cielo siempre azul, y cuando llueva, que sea sabroso. Cero diluvios. Ponle acceso al mar, hermosas playas de agua tibia y cristalina, de arena blanca, con muchos peces.

Ah, también lagos, llanuras, selvas, montañas, muchas aves y muchos animales. Y frutas todo el año para que sus habitantes se deleiten.

-OK, listo. Contestó Jesús con un poco de duda, mientras se apresuraba a continuar con el país siguiente.

-Hijo, por favor, que no pegue mucho frío, ni mucho calor en Venezuela. Déjala templadita, ¿si?

-OK papá. Mira sabes que te iba a proponer para Israel…

Dios interrumpió nuevamente:

-Ya va hijo, ponle a Venezuela también oro, hierro, petróleo, coltán, carbón, hidrógeno y toda riqueza mineral y natural que el hombre conozca y esté por descubrir.

-OK, OK, papá. Mira, sabes que el pueblo de Israel no tiene país, y le habíamos prometido a Abraham y Moisés una tierra que…

-Ah, perdón hijo, en Venezuela que abunden también mujeres hermosas.

-OOOOOK.

-Y por favor pocas calamidades naturales ahí en Venezuela. Cero tornados o ciclones grandes. De terremotos, lo justo. Y las tormentas eléctricas trata de ponerlas todas juntas en un lugar que llamaremos Catatumbo. Será hermoso.

-¡Pero papá! ¿No te estás pasando? -protestó Jesús- ¿Cómo vas a concentrar tantas cosas buenas en un solo país? Acuérdate lo que nos pasó con el Edén. Además, Venezuela no es tan grande como para tantas bendiciones.

-Tranquilo hijo, deja que veas cuantos malucos, inútiles, corruptos, estafadores, ladrones, indolentes, tiranos, malandros, asesinos, dictadores e incapaces tendrán que aguantar los venezolanos. Esos acabarán con todo y serán la peor de las calamidades. Déjales su país bien bonito, rico y abundante a los venezolanos, porque aun con todas sus riquezas y bellezas naturales, llegará un tiempo en el que casi todos se querrán ir de ahí.

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