«Caracas se sumergía en la liviandad del carnaval; esto es, dejar al prójimo empapado con agua limpia o sucia, embadurnado con harina, pintarrajeado con almagre y aceite, negro humo, azulillo; arrojarse huevos podridos que llamaban conchas, frutas descompuestas, almendras, anís, arroz o cualquier otro objeto que sirviese al propósito.»
La celebración del carnaval en la ciudad de Caracas ha sido una tradición cuya singularidad más característica, es el haber encabezado la larga lista de juegos prohibidos. Los caraqueños se han moldeado en la terquedad o tozudez de hacer lo que se les prohíbe sin importarles un bledo las consecuencias.
El juego de carnaval en Caracas hasta el último tercio del siglo XIX, es sin duda alguna la historia de una diversión peligrosa que se superpuso al veto de las autoridades y a la racionalidad de convivencia social; esto es un auténtico problema de orden público que no encontró solución hasta bien avanzado el siglo XIX.
Es a comienzos de la centuria décima octava, cuando encontraremos las primeras noticias un tanto difusas sobre la práctica del juego de carnaval en Caracas. Quien insufla vitalidad a las carnestolendas en Caracas es el excéntrico Gobernador José Francisco de Cañas y Merino (1711-1714).
En el transcurso de las siguientes décadas, el carnaval adquirió fisonomía propia y se granjeó la fama de juego peligroso al punto de ser prohibido año tras año por los Bandos de Buen Gobierno suscritos por los Gobernadores a instancias del Ayuntamiento de Caracas.
En balde fueron emitidas estas disposiciones, pues Caracas se sumergía en la liviandad del carnaval; esto es, dejar al prójimo empapado con agua limpia o sucia, embadurnado con harina, pintarrajeado con almagre y aceite, negro humo, azulillo; arrojarse huevos podridos que llamaban conchas, frutas descompuestas, almendras, anís, arroz o cualquier otro objeto que sirviese al propósito.
Aprende un poco más sobre el Carnaval en la Caracas Colonial, en una interesante nota de CRONICARACAS