El origen de la vida. ¿Quién no ha teorizado alguna vez sobre ello? Son muchas las teorías que corren tanto por la comunidad científica, como por internet y del boca a boca de los miles de millones de habitantes del mundo.
La teoría de la panspermia recupera una vieja idea del filósofo Anaxágoras, enunciada en la antigua Grecia del s. VI a. C. Pero, ¿qué es la panspermia? El término proviene de «pan» (todo) y «sperma» (semilla). Según esta teoría, es posible que la vida se originara en algún lugar del Universo y llegase a la Tierra incrustada en restos de cometas y meteoritos.
El máximo defensor de la panspermia, el sueco Svante Arrhenius, cree que una especie de esporas o bacterias viajan por el espacio y pueden «sembrar» vida si encuentran las condiciones adecuadas. Viajan en fragmentos rocosos y en el polvo estelar, impulsadas por la radiación de las estrellas.
El origen de la vida… ¿extraterrestre?
Hace unos 4.500 millones de años, en el Precámbrico, la Tierra primitiva era bombardeada por restos planetarios del joven Sistema Solar y más allá, meteoritos, cometas y asteroides. La lluvia cósmica duró millones de años.
Los cometas, los meteoritos y el polvo estelar pueden contener materia orgánica. Las moléculas orgánicas son bastante comunes en las zonas del Sistema Solar exterior, que es de donde provienen los cometas. También lo son en las zonas interestelares. Los cometas se formaron al mismo tiempo que el Sistema Solar, y aún hoy viajan por el espacio.
Pero, ¿resistirán unas bacterias las condiciones extremas de un viaje interplanetario? ¿Condiciones extremas de temperatura, radiación cósmica, aceleración, y sobrevivir el tiempo suficiente para llegar a otro planeta? Por no hablar de la entrada en la atmósfera… Los expertos creen que sí.
La vida bacteriana es la más resistente que se conoce. Se han reanimado bacterias que estuvieron bajo el hielo ártico durante decenas de miles de años. Por otra parte, algunas bacterias llevadas a la Luna en 1967 por la Surveyor 3 se reanimaron al traerlas de vuelta tres años más tarde. Y si un meteorito fuera lo suficientemente grande, la elevada temperatura que alcanza al entrar en la atmósfera no afectaría a su núcleo.
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