La historia del flautista de Hamelin cuenta que no solamente se llevó a las ratas, sino que también se llevó a cientos de niños… Los cuáles nunca volvieron
Todas las mañanas, antes de ir al trabajo, Michael Boyer se pone un par de mallas multicolores brillantes, se ata su capa de color rojo chillón, agarra su flauta y enfila las calles medievales de Hamelín, una ciudad de 60.000 habitantes en la región de Baja Sajonia, en Alemania.
Ha repetido este ritual durante los últimos 26 años...
«La gente a veces me confunde con un superhéroe, un bufón de la corte o con Robin Hood», se ríe. También se ha convertido en un personaje imprescindible en el Instagram de cualquier turista y, tal vez para algunos, en una declaración de pertenencia a un género fluido.
Pero la mayoría de la gente lo reconoce por lo que es: la encarnación del flautista de Hamelín. Elegido para hacerse pasar por el hijo adoptivo favorito de la ciudad (al menos comercialmente) y al mismo tiempo el más odiado.
Responsable de conocer y saludar a los grupos visitantes y a los dignatarios, Michael dirige recorridos por la ciudad y encarna el arraigo perdurable de la leyenda que atrae a la mayoría de los viajeros aquí. De hecho, la historia ha sobrevivido durante mucho tiempo.
Originada como parte del folclore medieval, la leyenda inspiró un verso de Goethe, Der Rattenfänger; un cuento de los hermanos Grimm, Los hijos de Hamelín; y uno de los poemas más conocidos de Robert Browning, El flautista de Hamelín.
Y aunque cada escritor retocó el cuento, el argumento básico siguió siendo el mismo: la ciudad de Hamelín contrató al flautista para que la liberara de una plaga de ratas.
Siguiendo las notas hipnóticas de la flauta mágica, los roedores desfilaron docilmente a través de las puertas de la ciudad, hacia su presunta perdición.
Sin embargo, no fueron los únicos atraídos por la música.
También los niños
Cuando la ciudad se negó a pagarle al flautista por su servicio, el salvador tramó su venganza atrayendo con su melodía a los niños de Hamelín. Encantados por las notas, los más jóvenes siguieron al flautista fuera de la ciudad y simplemente desaparecieron.
Aunque la leyenda ha perdurado, también lo ha hecho la ciudad de Hamelin, que aún hoy parece pertenecer a un cuento de hadas.
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