Una investigación reveló que cuando los murciélagos se sienten mal, cambian sus hábitos y evitan convivir con otros, en una especie de distanciamiento social que beneficia a todo el grupo
Un nuevo estudio realizado con un grupo de murciélagos salvajes ha demostrado que estos mamíferos alados contactan con menos congéneres cuando se encuentran enfermos. Los científicos creen que se trata de un comportamiento natural documentado por primera vez en estas criaturas y que esta manera de actuar también afectaría a cómo se propagaría una enfermedad en el grupo.
Según una nueva investigación, cuando los murciélagos vampiro notan que están enfermos practican la distancia social, aunque no sean plenamente conscientes de ello. Se trata de un comportamiento natural que los expertos han documentado después de analizar los movimientos de una treintena de ejemplares en la selva de Belice en centroamérica.

Para realizar el experimento, cuyos resultados han sido publicados recientemente en la revista Behavioural Ecology, los científicos no inocularon ningún patógeno en los animales, pero sí que les suministraron una sustancia que activaba su sistema inmunológico y los hacían sentir como si estuviesen enfermos durante algunas horas. Después compararon su comportamiento con otro grupo al que se le había administrado un placebo.
La historia comenzó con un viaje a la selva de Belice que Gerard Carter, profesor asistente de la Universidad Estatal de Ohio, experto en biología de organismos, evolución y ecología, realizó junto con su esposa y Simon Ripperger, investigador postdoctoral de la misma universidad. Allí capturaron un centenar de murciélagos vampiro (de la subfamilia Desmodontinae) de un nido de la Reserva Arqueológica Lamanai, en la que abundan las ruinas mayas.
El equipo de expertos seleccionó después ejemplares de hembras no preñadas, a las que se separó en dos grupos en función de su destino: a 16 de ellas se les inyectó la sustancia que activaba el sistema inmunológico a otras 15 se les inyectó una solución salina que hizo las veces de placebo. A cada ejemplar de estudio le instalaron unos sensores de proximidad que permitía a los científicos rastrear continuamente los encuentros sociales de los murciélagos mientras duraba el efecto de las sustancias.
Sensores de proximidad
“Los sensores de movimiento son básicamente una suerte de computadoras diminutas que los murciélagos llevan como si de mochilas se tratasen,- comenta a National Geographic España Simon Rippenger-. Pegamos estos dispositivos al pelaje de cada ejemplar para rastrear sus movimientos, que quedan registrados cuando dos o ejemplares se acercan a menos de 5 o 10 milímetross”.
De esta forma, explica el científico, es posible medir con precisión cómo se desplazan. Los contactos entre todas las combinaciones posibles de pares de murciélagos, se actualizan en pocos segundos y los datos se descargan de forma remota, lo que permite a los investigadores tener información en tiempo real.
En comparación con los murciélagos de control, los enfermos interactuaron con menos congéneres, pasaron menos tiempo cerca de otros y, en general, fueron menos interactivos con individuos con los que mostraban contactos sociales. Además, los ejemplares sanos tenían menos probabilidades de asociarse con uno enfermo, según los datos.
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