Philip Ball vio la formación de un minicerebro a partir de células de su piel

Philip Ball tuvo la extrordinaria experiencia de ver cómo se formaba un minicerebro de un puñado de células suyas. Nos habla sobre las enormes posibilidades y retos de esta nueva tecnología médica

El periodista británico Philip Ball, ha tenido la experiencia con la que los místicos solo podían soñar: verse a sí mismo fuera de su cuerpo. Vio cómo un puñado de celulas suyas se organizaban en una plaqueta de laboratorio como neuronas y empezaban a mandarse señales entre ellas, hasta conformar un minicerebro.

Incluso para Ball -uno de los periodistas científicos más conocidos de Reino Unido, editor durante dos décadas de la revista Nature y autor de una veintena de libros- la experiencia fue «alucinante».

Esa aventura, tanto científica como personal, la narra en su último libro «How to grow a human», traducido al español con el título «Cómo crear un ser humano», el cual fue presentado en la edición digital del Hay Festival Arequipa.

La siguiente fue la conversación que sostuvimos con el periodista científico a propósito de esta obra.

¿Como terminó viendo un minicerebro tuyo en una placa de laboratorio?

Ciertamente no es algo que yo esperaba ver, pero se presentó porque estaba involucrado en un proyecto con gente del University College of London (UCL) llamado ‘created out of mind’, que investigaba sobre demencia, cuáles son las actitudes sociales hacia ella, cómo trabajar con personas que la sufren en especial usando artes creativas.

Me pidieron que fuera parte del equipo y una pequeña parte de ese proyecto fue algo que llamamos «cerebros en un plato», una pequeña colaboración con neurocirujanos de UCL que crean estos minicerebros de personas que tienen predisposiciones genéticas a manifestaciones tempranas de alzhéimer.

Lo que se espera al cultivar minicerebros es alguna vez ser capaces de entender qué es lo que falla en el cerebro adulto a medida que empieza a desarrollar alzhéimer.

Pensamos que sería interesante registrar cómo yo y otra persona involucrada en el proyecto -un artista llamado Charlie Murphy- reaccionábamos al ver cómo se creaba un segundo cerebro nuestro en una placa.

Los dos lo hicimos, y significó que un pedacito de nuestro brazo (una biopsia de piel, realmente) fue tomado y cultivado como células madre en el laboratorio; y de células madre, fue posible hacerlas crecer como neuronas, que se organizaron ellas mismas en lo que llamamos minicerebros u «organoide de cerebro».

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