Quienes nos vemos obligados a trasladarnos en el Metro de Caracas debemos sortear mil y una peripecias, que hacen cada viaje un verdadero agobio como si aquello fuera un periplo al propio infierno.
La odisea comienza desde el mismo andén donde la espera se hace interminable por variopintas causas. Luego, el embarque y desembarque no tienen nada que ver con la voz interna que, de manera sosegada, nos dice «dejar salir es dejar entrar», porque en ese maremágnum humano no se sabe quién se queda en la estación y quién ingresa al tren.
En el atestado interior del vagún es una quimera lo del distanciamiento social para evitar la propagación del temible Covid-19: por más que se porte el obligatorio tapaboca, lo atiborrado del espacio deja a todos aliento con aliento.
Entretanto, es interminable el desfile de buhoneros ofreciendo su mercadería, de predicadores que nos hablan de religiones que no terminan de salvarnos de los males de este mundo, o de personas en situación de incapacidad y mendigos llamando a la compasión y a la clemencia.
Alguien desmayándose, por ejemplo, lo cual podría ocurrir por el sofocante calor que caracteriza el cerrado espácio ante la falla del sistema de aire acondicionado; y la puerta que se traba y no abre ni cierra pues al ser forzada se avería el mecanismo respectivo, son otros de los episodios de los cuales le toca al usuario ser testigo cotidianamente. Y he aquí que se sospecha de la fidedignidad de la señal de alarma, toda vez que se ignora si esta es activada por un motivo real o por aviesas intenciones, retrasando el normal tránsito de los convoyes.
Para completar el estresante cuadro, y esto no podemos atribuírselo a las autoridades, las expresiones de mala educación y descortesía son exhibidas permanentemente, como cuando vemos de pie a una mujer embarazada o a un anciano porque un zagaletón no le cede su asiento. El susodicho dirá que no se trata de su mamá o de algún otro familiar por quien debería adoptar el noble gesto. Loable sería que así como se han repartido ejemplares gratuitos de la Constitución, se regalaran ediciones del, lamentablemente para muchos arcaico, manual de buenas costumbres de Carreño.
Podemos hacer la salvedad, entonces, desde que no se cobra por el transporte en el Metro de Caracas, de que cada viajecito de estos al infierno nos sale completamente gratis.
Redacción Pedro Beomon / Curadas
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Pero ayer una noticia aseguraba que «luego de 8 meses de severas medidas» en el metro… cosa que nadie cree, por eso me pregunto : todo es una burla o qué? O engañan a nadie