«Se les informa a los señores usuarios que debido a fallas en un tren el sistema está presentando un severo retraso en este momento. Recomendamos adoptar las precauciones de rigor».
Qué diferencia entre este «sistema» y el de José Antonio Abreu: uno, el que fundó el maestro, digno de los mejores elogios; el otro, el medio de transporte, objeto de profundas y justificadas críticas.
Cuando por los parlantes internos supe, una vez abordado el tren en mi estación de procedencia, que esta sería otra dura jornada en el Metro de Caracas, comenzaron las vicisitudes y el «ahogamiento», sin ser necesriamente claustrófobo. La verdad es que apenas comenzada la fecha se me echó a perder el día.

Y es que hay que tener plomo en las venas para no sufrir del agobio que acarrea una incidencia como esta, con los convoyes empleando una sola vía y dos destinos finales, a saber, por supuesto, Propatria y Palo Verde.
Todo el calvario con los vagones multiplicados en capacidad de pasajeros y el tiempo de espera extendido al máximo. Añadiéndole la situación que reina por la pandemia, con las recomendaciones del caso ignoradas por fuerza mayor.
De las causas nadie sabe si por infrecuente mantenimiento, por efecto de los constantes bajones de electricidad o debido a dificultades técnicas difíciles de identificar para un lego en la materia.
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Ahora, ¿a qué se habrá referido el operador cuando dijo lo de tomar las debidas precauciones? Se me ocurre que pudo haber sido una sugerencia velada de optar por no usar más el metro, añorando aquel servicio de desplazamiento masivo que durante una época fue motivo de orgullo en el país y envidia en otras naciones por su loable capacidad, eficiencia que hoy en día presenta, lamentablemente, un «severo retraso».
Redacción: Pedro Beomon.