A un año más de la muerte del maestro Abreu
Hace ya tres años vimos partir a José Antonio Abreu.
En su lecho de enfermo, aquel cuerpo, gastado por la enfermedad, perdía energía vital por segundos.
El rostro, crispado a veces, a veces sereno, era sólo el pálido y conmovedor recuerdo de aquel otro que por tantos años nos contagió su optimismo, su alegría de vivir por y para una misión.
El mismo que nos acompañó para darnos consolación y coraje en momentos difíciles y dolorosos, que nos hizo meditar y reflexionar sobre el sentido de la vida, nos sembró su fe, su gigantesca fe en la trascendencia espiritual que se alcanza, no en el más allá que nunca podremos descifrar, sino aquí, en el diario vivir, cuando el amor ocupa todo espacio de nuestro ser anímico, convertido en una fuerza transformadora al servicio de la suprema realización del ser humano.
Se marchaba lleno de confianza en sus muchachos. Ellos habían aprendido a lograr lo imposible
Esa vida se estaba despidiendo.
Comprendí el choque de las fuerzas que se debatían: de un lado, decir adiós a la empresa soñada y realizada, confiada al talento, el esfuerzo y el amor de tres generaciones formadas a lo largo de cuarenta años.
Sometida por las peores circunstancias imaginables y por eso mismo, más obligada a multiplicar el esfuerzo, la determinación y la tenacidad, porque esa misma capacidad, crecida por el desafío, debía erigirse como ejemplo y norte cuando Venezuela comience el duro camino de su resurrección.
Se marchaba lleno de confianza en sus muchachos. Ellos habían aprendido a lograr lo imposible.
Del otro lado, su convicción inquebrantable en esa otra esfera existencial, inmaterial, intangible, pero real y definitiva, donde sería el reencuentro con seres tan queridos: la madre amada, el venerado padre, la hermana querida, el padre José María Velaz, inspirador de este gran sueño, los muchos amigos.
Diga adiós hermano. No sufra más.
Rodeado de seres queridos en el cuarto del hospital, tomé su mano desfallecida y le dije en tono quedo: «No luches más hermano, despídete. Ese cuerpo se resiste a responderle a tu voluntad como tantas veces lo hizo. Despídete José Antonio. Tu obra seguirá, tu lo sabes, crecerá, buscará nuevos horizontes y nuevas generaciones aquí y en todo el mundo recibirán la buena nueva de caminos para la realización de sus sueños de ser, de crecer, de vivir otras instancias más elevadas de esa otra dimensión humana. Diga adiós hermano. No sufra más.»
Sentí o creí sentir una ligera presión en sus dedos. Pocos minutos después José Antonio se elevaba hacia su nuevo hogar: El corazón de Dios.
Esteban Araujo Rosales.
El doctor Esteban Araujo Rosales es abogado especialista en derecho público, ex viceministro de cultura, director general del extinto Conac. Asesor jurídico y gerente de varios organismos públicos.
Escribió este texto a la memoria del maestro José Antonio Abreu quien fue músico, economista, político, activista y educador venezolano, fundador de la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela y del Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y Pre-Infantiles de Venezuela.
Imagen de José Antonio Abreu cortesía de El Universal
¡Magnífico!
UN VEZOLANO EJEMPLAR QUE TRASCENDIO MAS ALLA DE LO POSIBLE PAZ A SUS RESTOS
Buenísimo .un venezolano que debemos colocar en el pedestal de la fama. QEPD..