El Santo Niño de la Cuchilla: Interesante relato – Nuestro Insólito Universo

Se llama el Santo Niño de la Cuchilla por la zona donde se venera la imagen, justo en el filo de la montaña que divide los estados Mérida y Táchira

En la cima de una montaña tan afilada que los lugareños llaman la fila de la Cuchilla, hay una bella iglesita que cobija una talla del niño Jesús: el Santo Niño de la Cuchilla.

Esta talla, representa al Divino recién nacido, recostado en la losa de un sepulcro con el globo del mundo en la mano y con su cabeza reclinada sobre el brazo derecho; como adormecido, sobre un cráneo humano que le sirve de almohada.

Se trata de una preciosa talla en alabastro, que mide menos de diez centímetros de altura; es venerada por muchos, y objeto de un culto muy especial por los miles de peregrinos, que vienen cada año el 6 de enero, hasta la población de Zea, en el estado Mérida; se trasladan a pie, cerro arriba, a pagar promesas y dar fe de los muchos milagros que se le atribuyen.

Santo niño de la Cuchilla
Santuario Santo Niño de la Cuchilla. Foto Eduardo Luz

Al ser clausurados los conventos de monjas en el territorio nacional, por órdenes de Antonio Guzmán Blanco, algunas de las monjas del convento de San Juan Bautista de Santa Clara de Mérida optaron por trasladarse al convento que su orden tenía en Pamplona, en Colombia.

En 1874 era largo y tortuoso el camino de Mérida a Pamplona, había que vadear ríos y escalar montañas por peligrosas trochas. Las Clarisas salieron de Mérida cabalgando en mulas de paso seguro guiadas por expertos baqueanos y acompañadas por las oraciones de los merideños que horrorizados habían presenciado el expolio del convento.

Siguiendo el curso del río Chama, las monjas, algunas de ellas ancianas, pasaron por Ejido y dejando el frescor de Mérida llegaron a la calurosa Lagunillas, donde, sofocadas bajo sus pesados hábitos, se refugiaron en casa de una piadosa familia.

Después de descansar varios días, continuaron viaje por las peligrosas laderas de San Pablo hasta Estanques, donde dejaron la vera del Chama para seguir el cauce del río Mocotíes. Estanques, Santa Cruz de Mora y Tovar las vieron pasar apremiadas como estaban en cruzar el páramo del Zumbador y llegar a La Grita, escala obligada en el largo periplo, pero al llegar a Las Tapias de Bailadores tuvieron que cobijarse en la casa de la familia Hernández, las mulas agotadas ya no daban más.

Una o dos semanas pasaron las Clarisas en Bailadores y repuestas del cansancio y con mulas frescas se dispusieron a continuar su viaje. Según el Lic. Alfonso Castro Escalante, cronista del Municipio Zea: “Cuando se fueron a despedir, una de las Clarisas tomó la talla del Santo Niño y se la entrego a la familia Hernández, en agradecimiento por el bien con que las habían acogido”.

Te invitamos a disfrutar del siguiente videoclip, mediante el cual conocerás el relato de «El Santo Niño de la Cuchilla»

Creditos y agradecimiento al canal NIUtube en YouTube

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