La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) culminó este lunes 27 de septiembre. Las intervenciones finales fueron de países de peso como Francia o Israel.
Esta Asamblea ONU estuvo marcado por la pandemia del COVID-19, el cambio climático y Afganistán. Además de la llamada crisis de los submarinos, según destacó EFE.
Algo más de 150 jefes de Estado y de Gobierno intervinieron durante la última semana ante la Asamblea ONU. Algunos por vídeo y muchos otros tras viajar a Nueva York en persona, lo que devolvió cierta sensación de normalidad a la gran cita de la diplomacia internacional tras el parón provocado por el COVID-19.
El viaje a Nueva York era en sí mismo un riesgo. Lo demostró, por ejemplo, que cuatro miembros de la delegación de Brasil dieron positivo tras regresar. Por esto, la razón las advertencias de la ONU de limitar los viajes y los aforos no fueron exageradas.
Para esta última jornada quedaron casi en exclusiva países representados por ministros o diplomáticos de menor rango, con la gran excepción de Israel. El nuevo primer ministro, Neftali Bennett, esperó hasta este lunes para pronunciar su primer discurso en Naciones Unidas.
Bennett centró buena parte de sus palabras en Irán, a quien presentó como una gran amenaza para Oriente Medio y el resto del mundo. Sobre todo por un programa atómico que, aseguró, ha dado «un gran salto» en los últimos años.
«El programa de armas nucleares de Irán está en un momento crítico», defendió el líder israelí, que acusó a otros países de ignorar repetidas pruebas de esos avances o de haberse «cansado» de este asunto.
«Israel no tiene ese privilegio. No nos cansaremos. No vamos a permitir que Irán adquiera un arma nuclear», insistió Bennett, que pareció renunciar a la diplomacia al subrayar que «las palabras no detienen las centrifugadoras» atómicas.