Allende la figura seguida por toda la feligresía, en José Gregorio Hernández encontramos el mejor ejemplo de un ciudadano que fue valioso para Venezuela en todas sus facetas.
José Gregorio de carne y hueso: su dimensión humana.
De la vida de José Gregorio Hernández se sabe poco, más allá de los relatos de costumbre.
Además de ser un hombre erudito, era profundamente virtuoso, ético y cristiano.
Tenía una infinita generosidad con los demás.
Revolucionó la medicina en el país. Demostraba que la fe y la ciencia eran armónicas entre sí.
José Gregorio de carne y hueso: Su infancia
El 26 de octubre de 1864 nació en Isnotú, estado Trujillo, en el seno de una modesta familia.
Desde pequeño José Gregorio acompaña a su papá, quien llevaba remedios a los enfermos.
En el árbol genealógico de José Gregorio había figuras del catolicismo como el educador Miguel Febres Cordero y el cardenal Cisneros, confesor de la reina Isabel la Católica.
Su progenitores le enseñaron desde pequeño la caridad, la piedad y la advocación religiosa. «Mi madre me enseñó la virtud y me crio en la ciencia de Dios», decía José Gregorio.
Desde infante oraba ante la imagen de la Virgen.
En la escuela destacaba por su interés en los estudios. Sus maestros recomendaron que fuera enviado a Caracas, cosa que ocurre a los 13 años de edad.
Estudió en el prestigioso Colegio Villegas, que tenía un modelo que promovía el positivismo y el racionamiento por encima de la memorización.
Cursando el primer año de filosofía lo asignaron como profesor de aritmética.
José Gregorio de carne y hueso: Sus estudios superiores
En 1882, con 17 años, se gradúa como bachiller en Filosofía, con notas sobresalientes, y se matrícula en Medicina en la Universidad Central de Venezuela.
Daba clases particulares para ayudarse.
Desarrolla una profunda amistad con Santos Dominici.
José Gregorio sabía hacerse sus trajes. Además, le gustaba la música practicando el armonio.
Contrae la fiebre tifoidea y se agrava., Pero, milagrosamente, sanò.
A los 23 años de edad obtiene el título de doctor con las más altas notas de la universidad. «Venezuela y la medicina espera mucho del doctor Hernández», le dijo el rector.
Cabe destacar que José Gregorio aprendió a hablar el inglés, francés, portugués, italiano, alemán y dominaba el latín.
Era un profundo conocedor de Biología, Física, Filosofía y Teología.
Decide prestar sus servicios como galeno en su región natal, «para aliviar los dolores de la gente humilde».
Empieza a atender a los convalecientes no solo en Trujillo, sino también en Mérida y Táchira. Pero en su tierra encuentra la oposición de dos médicos con poder político.
José Gregorio de carne y hueso: Viaje a Francia
Regresa, entonces, a Caracas. Se construye el hospital Vargas y se introducen nuevas asignaturas de Medicina.
En 1889 el Gobierno decide enviar a Francia a un facultativo a prepararse y traer en su regreso a Venezuela, además de su conocimiento, materiales científicos modernos.
José Gregorio fue escogido para llevar a cabo esa misión.
Trabajó y estudió en la laboratorios de la Facultad de Medicina de París de la mano de eminentes médicos, incluyendo el futuro Premio Nobel Charles Richet.
Estando en Europa recibe la noticia de la muerte de su padre.
José Gregorio de carne y hueso: Retorno a Venezuela; imparte sus conocimientos
En 1891 regresa a su país con un nuevo acervo y funda en la UCV el laboratorio de Fisiología Experimental y Bacteriología y la cátedra de Histología.
Da inicio a la etapa científica y experimental de la Medicina en Venezuela, introduce el microscopio, las técnicas de estudio de cultivos y microorganismos.
En esta fase se instala en Caracas como profesor y médico. Velaba por la salud de los niños de su familia.
En su rutina iba diariamente a misa a primera hora, luego concurría puntualmente a la universidad y finalmente atendía a su numerosa clientela, que crecía cada vez más.
Fue impulsor de una verdadera docencia científica, fue el primer profesor que se basó en la observación directa de los fenómenos y la bioética.
Quería formar hombres útiles a la patria y que dejaran en alto el nombre de Venezuela.
Venezolano útil en todo
«La obligación de cada cual, aceptada alegremente y cumplida con fidelidad por el bien común, es la mejor manera de ser hijos verdaderos de esta entidad que Dios ha querido unir a nuestra vida», decía.
El doctor Hernández no solo sabía enseñar sino que era un excelente profesional, muy acertado en sus diagnósticos.
A las personas con menos poder adquisitivo no les cobraba la atención clínica y en ocasiones les compraba la medicina. Iba a socorrerlos a cualquier hora Eso le ganó el título de «médico de los pobres».
En 1904 ingresa como individuo de número de la Academia Nacional de Medicina, como uno de sus fundadores.
Publicó obras no solo científicas sino también literarias y filosóficas, En 1906 publica «Elementos de Bacteriología», el primer texto en su tipo en Venezuela.
En 1918 el país enfrenta la pandemia de la gripe española, que mató a uno 80 mil personas en la nación.
El régimen de Juan Vicente Gómez crea una comisión médica al respecto liderada por Luis Razetti. José Gregorio fue uno de los que estuvo más activos ayudando a esta junta.
No tuvo miedo a contagiarse y multiplicó sus visitas a los enfermos.
Polémico debate; abraza los hábitos
Se integró al debate sobre el creacionismo y el evolucionismo sobre el origen de la vida. Él era defensor del creacionismo, Razetti del evolucionismo, queriendo implantarla en la Academia.
José Gregorio pensaba que no debía adoptarse una doctrina en específico, «porque eso lejos de favorecer dificulta el adelantamiento de las ciencias», sostenía.
Hubo una acalorada discusión. Muchos creen que la postura de Hernández se debía a sus convicciones religiosas.
Al final la Academia se decidió por la corriente evolucionista, aunque no con carácter indiscutible.
A mediados de 1908 abandona su carrera, en la cima del éxito, para dedicarse a la vida religiosa,. Se fue a Italia, para ingresar al monasterio de la Orden de San Bruno, en la cartuja de Farneta.
Recibe el nombre de fray Marcelo. Pero a los nueve meses su salud se deterioró por las condiciones de vida en el lugar. No tenía fuerzas físicas para enfrentar el frío y el ayuno.
Regresa a Caracas, y busca entrar al seminario capitalino. Pero la ciudadanía reclama sus servicios como médico y el atiende el llamado de la gente.
Vocación médica
En 1912 el Benemérito decreta el cierre de la UCV. Hernández viaja a Roma pero regresa rápidamente tras un nuevo fracaso en sus intenciones de fervor cristiano.
Monseñor Juan Bautista Castro le sugiere a José Gregorio que ponga su vocación en un platillo de la balanza y en el otro las necesidades de Venezuela de un hombre como él.
Desde entonces José Gregorio siguió su trabajo como médico, llevando una vida fiel a la oración.
En 1915 se establece la libertad de enseñanza en Venezuela y se crea ,la Escuela de Medicina del Instituto Anatómico de San Lorenzo, donde Hernández fue profesor titular de tres asignaturas.
Trágico deceso
El 29 de junio de 1919, urgido en curar la salud de una paciente, mientras buscaba un fármaco fue atropellado por un automóvil causándole la muerte. «¡Virgen Santísima!», fueron sus últimas palabras.
La noticia causó consternación y se inició un duelo nacional.
Durante las exequias, el ministro de Instrucción Pública, Rafael González, pronunció unas emotivas palabras.
«Sobre ese catafalco, negro como el abismo que la fatalidad abriera ante los pasos del apóstol, escondido por las flores del Ávila, está el féretro de quien en vida fue ejemplo eximio de virtud, saber y abnegación».
El pueblo reclamó el honor de cargar el ataúd hasta el sitio de la inhumación. Era una concentración de más de 30 mil personas.
El escritor Rómulo Gallegos escribió: «no fue el duelo vulgar por la pérdida del ciudadano útil y eminente, sino un sentimiento más hondo, más noble, algo que brotaba en generosos caudales de lo más puro de la sustancia humana».
«Puede asegurarse que en pos del féretro del doctor Hernández todos experimentábamos el deseo de ser buenos», manifiesta el literato.
José Gregorio hacia los altares
Moría el José Gregorio de carne y hueso y nacía el José Gregorio santo.
Los venezolanos le rezaban y se produjeron múltiples testimonios de milagros. La feligresía pagaba promesas.
La Iglesia inició en 1949 el proceso de canonización en la ruta a los altares.
En 1972 el Vaticano lo declara Siervo de Dios, en 1986 el papa Juan Pablo II lo nombra Venerable y en 2021 el papa Francisco lo eleva como Beato, al serle reconocido oficialmente un milagro.
En su vida José Gregorio Hernández mostró un gran talento y una gran virtud.
Su obra, como decía el doctor Razetti, fue excelsa, fecunda, honorable y patriótica, llena de candor y fe.
Tomado de La Nueva Enciclopedia.
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