Hay personas que maduran antes y otras después. Con ello se vinculan la educación, el entorno e, incluso, la genética.
La madurez y la inteligencia emocional van de la mano.
La definición de nuestro carácter se va concretando con el paso de los años, las vivencias y las experiencias.
Así como los fracasos y los éxitos, los traumas y los alivios.
Generalmente es para bien, aunque no siempre.
La madurez y la inteligencia emocional: Los acontecimientos van moldeando
Los acontecimientos configuran nuestra tolerancia a la frustración y nuestra autoexigencia, y plantean la posición que adoptaremos de cara a la perspectiva más beneficiosa.
Veamos cómo detectar las señales que nos indican que vamos por el buen camino de la madurez emocional y que estamos sanando espiritualmente.
Alcanzar ambos aspectos demanda un gran trabajo.
No podemos ser pasivos en el proceso sino ejercitarnos en hábitos de vida y pensamiento.
La madurez y la inteligencia emocional: Búsqueda del equilibrio
Esto nos conducirán a estadios de bienestar, lejos de la angustia y el agobio.
En la búsqueda de ese equilibrio podemos recurrir a terapias psicológicas convencionales o alternativas.
Hay que aventurarse a salir de la zona de confort.
No necesariamente el envejecimiento delinea la madurez ni la inteligencia emocional.
Las dos materias esenciales a la vida tienen que ver básicamente con nuestra disposición a aprender a gestionar nuestras emociones para aceptarnos tal como somos.
La madurez y la inteligencia emocional: Etapas que marcan
En consecuencia, tal orientación ayudará en nuestros proyectos y en todo lo relacionado con la familia, pareja y amistades.
Asimismo, en los ámbitos profesional y laboral.
«No existe un termino general de madurez».
Son palabras de la psicóloga Paula Mella, quien recuerda que desde esa disciplina postulan que las etapas que más nos marcan son la infancia y la adolescencia.
En esos períodos se va formando nuestra personalidad.
Al mismo tiempo que se producen los cambios físicos y mentales que nos van modelando.
La madurez y la inteligencia emocional: Cada sujeto es un mundo
Debido a que cada individuo es un mundo aparte, según como se lleven esos procesos, hay personas que maduran antes y otras después.
En todo esto hay que considerar temas preponderantes como la educación, el entorno e, incluso, la genética.
Así encontramos sujetos que viven en una eterna adolescencia, y que les cuesta dejar de ser hijos.
Otros se desenvuelven en el día a día, sobreviviendo.
Los hay que se ahogan en un vaso de agua y los que luchan por alcanzar una clara superación.
Cantidad y calidad
Cuando somos jóvenes nos importa más la cantidad que la calidad. La aspiración de «tener» no cuenta con límites y nos expone.
Pero a medida que transcurren los años la cantidad va cediendo ante la calidad de lo que poseemos. Eso tanto en lo material como en los nexos.
En la madurez, teniendo perfilados nuestras metas y objetivos, los gustos se afinan y se vuelven más pulidos.
Los estudios demuestran que la experiencia que se va adquiriendo con el paso del tiempo influye en nuestro criterio de elección.
Entonces, somos capaces de precisar lo que verdaderamente nos gusta.
La confianza en nosotros mismos crece.
Tanto la inteligencia emocional como la madurez apuntalan nuestra autoestima y empieza a perder peso la mirada del otro.
Actuamos en base a nuestros propios valores.
Tomado de MDZ, Antonio de Vicente.
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