Los machos de estas especies de arañas orbitelares huyen de las hembras caníbales lanzándose al aire, un comportamiento nunca antes visto
Las arañas orbitelares macho en riesgo de ser devoradas por las hembras, desarrollaron un escape inteligente: lanzan sus cuerpos al aire después del apareamiento.
Cuando Shichang Zhang observó el fenómeno en un miembro de la familia de las arañas orbitelares (Philoponella prominens) descubrió el primer ejemplo conocido de arañas macho catapultándose a sí mismas para escapar del canibalismo sexual. Zhang, ecólogo de la Universidad de Hubei, en Wuhan (China), se mostró sorprendido cuando vio este comportamiento en el laboratorio

«El movimiento súper rápido es utilizado por los animales para escapar de los depredadores o atrapar presas, no para contrarrestar a una pareja sexual», explicó.
Según el estudio de Zhang, publicado en la revista Current Biology, todas las arañas macho que saltaron lejos de las hembras después del apareamiento sobrevivieron. Las cámaras de alta velocidad revelaron que los machos, cada una del tamaño de una tecla de computadora, realizan un promedio de 175 giros por segundo en la maniobra de escape.
Los investigadores «proporcionan evidencia sólida de que este comportamiento llamativo es una adaptación sexual»; asegura Greta Binford, aracnóloga del Lewis & Clark College de Portland, Estados Unidos, quien no participó en el estudio. «No conozco otros estudios que hayan demostrado eso».
Cómo sobreviven los machos de la P. prominens al canibalismo sexual
Existen alrededor de 290 especies de arañas orbitelares en todo el mundo. En China, la P. prominens es un residente común de los jardines, campos y bosques, y forma colonias de 300 o más individuos. Binford, quien ha estudiado orbitelares en Perú, describe sus hogares como «un complejo de apartamentos, donde cada araña tiene su propia pequeña telaraña en forma de orbe que está conectada a las demás por algunos andamios de seda».
Las hembras tejedoras de orbes, como las hembras de otras especies de arañas, intentarán comer a sus parejas después del apareamiento, posiblemente porque los machos son más pequeños y más fáciles de atrapar que otras presas. Entonces, para iniciar el apareamiento, un macho se acercará a una hembra con cuidado. Él usará un conjunto de apéndices llamados pedipalpos para colocar un paquete de esperma en la abertura genital de la hembra. Después, el macho saltará rápidamente.

Para observar este movimiento de catapulta de cerca, Zhang y sus colegas recolectaron arañas jóvenes de un jardín cercano y las criaron de forma aislada en el laboratorio. Luego, el equipo colocó a un macho no apareado en la red de una hembra no apareada, registrando sus interacciones. Asimismo, los especialistas mantuvieron a la hembra bien alimentada con moscas de la fruta para que el hambre no influyera en cómo trataba al macho.
El equipo repitió el experimento con 180 pares de arañas y registró 155 apareamientos exitosos. En 152 de esos casos, los machos lograron la inseminación, se lanzaron fuera de peligro y sobrevivieron. Los tres casos en que los machos no se catapultaron a tiempo, fueron capturados, asesinados y consumidos por la hembra.
En otras serie de experimentos, los investigadores probaron los efectos de modificar los medios de escape de las arañas macho de diferentes maneras, como por ejemplo quitándoles un par de patas delanteras. Los investigadores descubrieron que esos machos perjudicados, al igual que los que no saltaban a tiempo, se convertían en auténticas citas para cenar.
Cómo los machos de P. prominens realizan el movimiento de «catapulta»
Al estudiar detenidamente las imágenes de alta resolución de las cámaras de alta velocidad cuadro por cuadro, el equipo «descubrió el secreto del movimiento de catapulta», sostiene Zhang.
El equipo aprendió que la clave está en la articulación de la tibia metatarso de las patas delanteras de las arañas. Durante el apareamiento, estas patas se pliegan contra la hembra. Una vez terminado el acto, los machos aprietan un músculo de su cefalotórax, o la parte frontal del cuerpo, que empuja la hemolinfa (la «sangre» de las arañas) a sus patas delanteras, propulsándolas fuera de la hembra. «Es como si apretando un globo que tenga pequeños brazos sobresaliendo, se enderezaran esos brazos», explica Binford.
Los machos también hacen una dragalina (un trozo de seda) que los hace aterrizar en su red a una buena distancia de la hembra. Este ancla es una medida de seguridad «en caso de que las hembras sean agresivas y de repente vengan a matarlos», destaca Zhang.
En los experimentos, si los investigadores cortaban esa dragalina, los machos catapultados aterrizaban en el suelo en lugar de la red, después cortejaban a la hembra, pero no se apareaban. Es probable que se deba a que, sin su dragalina, la araña sabe que no puede escapar después del apareamiento, por lo que no se atreve a intentarlo, detalla Zhang.
Pero, ¿por qué ese macho se molestaría en cortejar si no tiene la intención de intentar aparearse? Puede ser que, si la hembra lo ve como un compañero, no intentará comerlo de inmediato, sospecha Eileen Hebets, aracnóloga de la Universidad de Nebraska, Estados Unidos, quien no participó en el estudio.
Defensas bizarras
En todo el reino de las arañas, los machos despliegan muchas estrategias «bizarras» para evitar ser comidos, cuenta Hebets. Algunos machos atan a las hembras con seda antes de transferir esperma, o le presentan un «regalo» envuelto en seda, presumiblemente para distraerla.
Otros machos, sin embargo, pueden hacer el sacrificio final en función de transmitir sus genes. Si un macho logra aparearse y se queda para convertirse en comida, la hembra puede estar lo suficientemente saciada como para no buscar otros machos y dar a luz a una cría producto del esperma de su compañero devorado.
En opinión de Hebets, el estudio realizado «proporciona otro gran ejemplo de las infinitas oportunidades para el descubrimiento científico que las arañas pueden proporcionar a los científicos observadores, curiosos y apasionados».
Tomado de NATIONAL GEOGRAPHIC
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