Alfredo Naranjo: «Vinimos a la vida a poner un poquito de música»

Por Katty Salerno

Alfredo Naranjo se prepara en estos días para presentarse de nuevo en la sala Ríos Reyna. Para él significa mucho, porque allí ofreció su primer concierto cuando tenía dieciséis años y era apenas un estudiante del núcleo del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de La Rinconada, en Coche, parroquia del sur caraqueño donde nació y creció.

Era 1983 y hacía muy poco que se había inaugurado el Teatro Teresa Carreño, el complejo cultural más importante de Venezuela y uno de los más reconocidos de Latinoamérica. Por ello, subir a sus escenarios era la máxima gloria a la que podía aspirar un músico venezolano, mucho más para uno que recién empezaba.

Allí debutó quien es hoy considerado el mejor vibrafonista de América Latina, en palabras del gran Cheo Feliciano. Un sitial que no buscó, pero la vida le ha brindado las oportunidades para llegar y él, con disciplina y pasión por lo que hace, las ha sabido aprovechar.  A los dieciocho años salió de Coche con una beca para estudiar en la Universidad de Long Island, en Nueva York, y desde entonces no ha parado.

Con una carrera de más de tres décadas y ocho discos en su haber, Alfredo Naranjo no se ha conformado con los reconocimientos logrados en el ámbito musical.  Si bien está muy satisfecho por haber compartido escenarios con figuras como David Samuels, Ray Charles, Tito Puente o Guaco, no se ha conformado con eso. Junto al trabajo disciplinado para dominar la técnica en la interpretación de los instrumentos musicales, también ha habido un trabajo, apoyado en el budismo, para dominar sus «demonios».

«La música es el terreno natural donde uno expone lo que hace, pero este terreno está vinculado a la parte humana (…) Con los años, uno se da cuenta, modestamente, de que somos un vehículo para llevar felicidad y para llevar un mensaje que no es solamente musical (…) Vinimos a la vida a poner un poquito de música, a extraer del corazón de los oyentes una sonrisa», dijo Alfredo Naranjo en esta entrevista exclusiva con Curadas.com que compartimos con ustedes a continuación.

Has contado en varias oportunidades que naciste en una familia de melómanos. ¿Qué recuerdos de tu infancia guardas en relación con tu carrera musical?

Mi influencia musical viene de todos los lados. Mi papá era amante de la música y era bailarín y mi mamá también. Como pareja, eran aficionados a la salsa, particularmente. Mis tíos, por ambos lados, eran también amantes de la música, de la muy buena música. Escuchaban jazz y música académica. Buena música. Mi hermano, por su lado, era un fanático del rock. Él tenía una batería y yo me sentaba y la jurungaba constantemente hasta que aprendí a tocarla. De manera que me crie en medio de este abanico sonoro todos los días de mi infancia y mi adolescencia. También crecí haciendo mucho deporte. Coche es una parroquia donde el deporte siempre ha estado muy presente. Así crecí, entre la música y el deporte.

Pero más allá de sentir que lo mío era la música, lo que sí tuve claro desde muy temprano es que yo tenía una inclinación muy marcada hacia lo humanístico. Me gustaba mucho la literatura, la pintura, el cine, además de la música. Desde muy niño me sentí muy atraído hacia esa área. Pero en esa época, la verdad, nunca concienticé que la música podía ser una opción para mi vida. Me gustaba, pero en ese momento no pensaba que pudiera ser una opción para mi vida.

Fue más producto de la causalidad o la coincidencia. Cuando terminé el primer año de bachillerato —en el liceo Pedro Emilio Coll— salí de vacaciones y no tenía nada que hacer. Y por curiosidad, para no estar sin hacer nada en esas vacaciones, me inscribí en el núcleo del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de La Rinconada, que quedaba a la entrada del hipódromo. Lo hice para distraerme, para hacer algo durante las vacaciones escolares. ¡Y ya llevo treinta y tantos años en esto!

¿Recuerdas el día en que debutaste?

Fue con la ópera Carmen, de Bizet. Tenía 16 años y aún era estudiante de percusión. Fue un concierto de la orquesta juvenil en la sala Ríos Reyna, ¡imagínate! La profesora Teresa Hernández, que era la directora en ese momento, me pidió que tocara el … y yo le dije que cómo lo iba a hacer, si aún no sabía leer música. Y ella me dijo: «no importa, cuando yo te dé la señal, tú tocas». Ese fue mi primer concierto.

Y, dicho sea de paso, dentro de poco (el 22 de octubre) voy a volver a tocar en la Ríos Reyna, esta vez con Paloma San Basilio.

Esa era mi siguiente pregunta, ¿qué estás haciendo en este momento?

Sigo tocando con El Guajeo por todos lados, seguimos grabando piezas publicitarias, sigo acompañando a artistas que me convoquen. Hace poco se estrenó la Suite para vibráfono y orquesta (compuesta por él) con la Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Alfredo Rugeles.

Siempre estoy haciendo cosas, siempre estoy moviéndome. Hemos sembrado desde hace muchos años y eso ha dado sus cosechas en términos de la agenda laboral que hoy tenemos. Siempre cumpliendo en todas las áreas donde se nos convoque, además de las iniciativas en el orden creativo que se nos ocurran, pues, seguimos pa´lante y con mucha felicidad. 

¿Cómo te conectaste con el vibráfono? Porque no es un instrumento tan popular como la guitarra o la batería, por ejemplo. De hecho, es un instrumento reciente. Quien lo hizo famoso fue Lionel Hampton, en la década del 30 del siglo pasado, al acompañar al gran Louis Armstrong en una grabación.

Eso es muy cierto. El vibráfono tiene menos de cien años de edad. Es un instrumento muy joven, si lo comparas con los de cuerda, por ejemplo. Pero ha tenido un desarrollo técnico que ha llegado a los más altos estándares interpretativos. Cuando empecé a estudiar en el Sistema me fui por la percusión, eso era lo que me gustaba. Pero cuando comencé con la practica orquestal en calidad de percusionista noté que me sentía muy cautivado por el área la melodía y la armonía, dos elementos de la música.  

Cuando escuchaba la combinación de los vientos de madera con las cuerdas, cuando escuchaba las trompetas, lo melódico me cautivaba de sobremanera. Entonces me di cuenta de que debía estudiar un instrumento que fuera melódico. Primero comencé con el clarinete, que le llegué a sacar sonido, pero después, en la continuación del mismo proceso de práctica orquestal, descubrí los instrumentos de teclado. Estos son instrumentos melódicos-armónicos pero son de la familia de la percusión. ¡Era perfecto para mí! Por esta razón empecé a practicar con la marimba, el xilófono, hasta que encontré en el vibráfono mi necesidad natural de expresión. Posteriormente comencé a usarlo para la música popular.

El conocidísimo tema Mujer divina, de Joe Cuba, es un maravilloso ejemplo del uso del vibráfono en la música popular.

Así es. A personas como Joe Cuba les debo el haber podido pagar la educación de mi hijo (risas), porque fueron ellos los que introdujeron en su momento este instrumento al mundo de la música latina.

Cuando hice el disco Tributo a Joe Cuba tuve una experiencia muy grata con él. Yo estaba en Puerto Rico haciendo una gira de medios a propósito de ese disco. Un día, en un conversatorio que estábamos haciendo, una muchacha de un medio de comunicación interrumpió el encuentro para decirme que alguien quería hablar conmigo. Me pasan el teléfono y oigo que me dicen: «Alfredito, Dios te bendiga. Gracias por hacer este disco tan bonito. Te felicito». ¡Era el propio Joe Cuba llamándome desde Nueva York! Un par de semanas después de eso Joe Cuba falleció. Para mí fue una experiencia muy linda que él haya reconocido nuestro trabajo.

Y él no ha sido el único que ha reconocido tu trayectoria. Cheo Feliciano también dijo que eres «el vibráfono más sabroso de toda Latinoamérica».

Eso que acabas de recordar terminó convirtiéndose en una suerte de tarjeta de presentación. Cuando hago conciertos en el exterior o cuando me entrevistan para programas de radio me presentan con esas palabras. ¡Eso se lo agradeceré siempre a nuestro querido y recordado Cheo Feliciano!

A Dave Samuels se le atribuye el haber refrescado el jazz con la incorporación de instrumentos como la marimba y el vibráfono. ¿Cómo llegaste a él?

Dave Samuels fue un músico que tocó por mucho tiempo la marimba con un gran grupo como lo fue Spyro Gyra. Mi hermano y mis tíos tenían todos los discos de Spyro Gira. Mi hermano también era muy aficionado y estudioso de un artista estadounidense importantísimo que se llamaba Fran Zappa. Hay un disco que se hizo en Nueva York donde Frank Zappa y Dave Samuels tocan juntos, Sol rojo. En un momento dado yo llegué a tener prácticamente toda la discografía de Samuels en casetes y lo escuchaba y lo escuchaba… Así empecé a entender de qué se trataba su trabajo.  

Pero lo más crucial fue lo que me ocurrió estando yo en ese gran momento de efusión por el trabajo del queridísimo Dave Samuels. Un día el profesor nos dice que la semana siguiente nos visitaría un gran maestro de Estados Unidos invitado por el Sistema. Yo pregunté que quién era ese maestro y el profesor me dice que es David Samuels. ¡Me iba muriendo! Estoy lo cuento hoy de bromita, porque ese día casi muero de la emoción.

Recuerdo que a todos los compañeros nos mandaron a hacer una presentación para que él viera el nivel que teníamos y cuando me tocó a mí fue un desastre. ¡Me puse demasiado nervioso!

Ese fue el primer contacto personal que tuve con él, pero, con el tiempo, forjamos una amistad entrañable. Él era judío-americano y los músicos americanos de Nueva York se preguntaban cómo era que él me invitaba a mí a comer a su casa si en su casa no entraba nadie (risas).

Tuvimos una hermosísima amistad, muy cercana. Él siempre me vio con buenos ojos, cosa que le agradezco mucho. Siempre lo recuerdo con un cariño inmenso y con gran respeto y agradecimiento por lo que te acabo de decir, porque él siempre me vio con cariño, con afecto, siempre fue muy gentil conmigo.

Aquí en mi casa tengo el último vibráfono que él tuvo y que me regaló. Eso fue en una oportunidad que vino de gira a Venezuela y se presentó en el Juan Sebastián Bar. Yo fui a verlo tocar y cuando terminó salimos juntos del local y mientras cruzábamos la calle en dirección al hotel donde se hospedaba, me lo regaló. Conocer a Samuels marcó en mí un antes y un después en mi entendimiento de estos instrumentos.

¿Qué aprendiste de Samuels?

Lo que me ha pasado con esos personajes tan maravillosos que me ha tocado conocer es que me han dejado una lección muy importante que tiene que ver con algo más allá de la música, tiene que ver con el lado humano. Eso para mi es lo más importante. Que una persona como Cheo Feliciano haya dicho lo que tú acabas de recordar, lo valoro mucho. Estamos hablando de personas superdotadas en el área de la música, en el misterio de la música. Son cosas que uno no entiende porque no se pueden explicar, como todos los misterios hermosos de la vida. Tener a tu lado a un tipo como Cheo Feliciano, que lo quiere América toda, y quizá en todo el mundo, a un visionario de este nivel espiritual tan profundo, es muy importante para mí. De la misma manera Samuels.

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Yo creo que son seres bendecidos por el cielo. Y de la mano de eso, toda esta universalidad en el área musical o toda esta capacidad comunicacional en la que el vehículo es la música y que los hizo venir a esta vida a traer felicidad a la humanidad. Porque eso fue lo que hicieron esos personajes, venir a este mundo a traer felicidad con su música, con su voz, con su baqueta. Y eso es lo que yo extraigo de ellos. Me quedo con eso y trato de caminar por esa vía, de seguir los pasos de esos maestros.      

¿Sientes que en tu caso ese es también el propósito, el sentido de lo que haces, llevarle alegría y felicidad a la gente?

Bueno, cada quien en su dimensión. No sé hasta qué punto pueda yo llegar a la gente en términos de exposición de mi trabajo. Eso no lo sé y tampoco he invertido tiempo en reflexionar sobre eso. De lo que sí estoy claro es que en la modesta dimensión donde yo me manejo, trato de hacerlo de la misma manera en que ellos lo han hecho porque, con los años, uno se da cuenta, modestamente, de que somos un vehículo para llevar felicidad y para llevar un mensaje que no es solamente musical.

Uno ha tenido el interés de trabajarse integralmente, en el área técnica pero también en el área humana. Está el factor de la música, que es el terreno natural donde uno expone lo que hace, pero este terreno está vinculado a la parte humana. Por eso me parece maravillosa esta pregunta que me has hecho.

Me reafirmo, con mucha modestia, en eso: vinimos a la vida a poner un poquito de música, a extraer del corazón de los oyentes una sonrisa. Y si no es desde la música lo esa a través de la oralidad, desde el poder otorgar una palabra bondadosa, un ejemplo que sea coherente, tanto para mi familia como para todo aquel que se me acerque. En la medida en que yo lo pueda hacer, lo hago con mi corazón.

Lo que sí no hago es jugar a lo contrario. No me gusta la maldad. En mi existencia siempre estoy luchando por tratar de ser lo más coherente y tratar de controlar mis demonios.

¿Qué te ayuda a controlar esos demonios?

Desde hace muchos años sentí interés por esta área, hasta que finalmente, después de indagar en muchas partes, encontré el budismo. Soy seguidor y muy estudioso del budismo. En esta filosofía he encontrado un espacio que le he dado sentido a lo que yo pienso de la existencia y del comportamiento humano.

Hay que tener mucha disciplina. Y esa disciplina va desde el rigor del estudio hasta el cuidado personal en términos de no drogas, no promiscuidad, no tentaciones con mujeres, y sí mucho descanso, sí mucho deporte. Cuando ves a los grandes maestros que tanto admiramos, te das cuenta de que tienen una vida muy disciplinada, muy ordenada. Esta es una carrera muy fuerte. Tienes que viajar mucho, trabajar hasta altas horas de la noche, a veces hasta la madrugada. Hay muchas tentaciones y si uno no se cuida, puede terminar mal.

Debe ser muy difícil lograrlo porque el ambiente musical, el del espectáculo en general, puede hacerte caer en muchas tentaciones. Mantener una relación de pareja estable, por ejemplo, puede ser complicado.

Eso es muy cierto. Yo he pasado momentos de mucho dolor en mi vida precisamente porque quien me acompañó en esas etapas no entendió mis objetivos. Por eso pasé por divorcios que no planteé yo, sino mis parejas. Pero hoy en día tengo una pareja muy estable, desde hace muchos años. Todos los días alimentamos el calor del hogar con valores y con una actitud coherente, con seriedad, con disciplina y con conciencia del valor maravilloso de lo que uno tiene y que debemos cuidar. Porque podemos construir un castillo hermoso, pero lo podemos destruir en un minuto solo con una tentación. Por eso te digo que hay que aprender a controlar los demonios (risas).

Y no me refiero solamente a las mujeres; sino, en general, a factores que de pronto pueden distraerte de tus objetivos. Y no hay tiempo para distraerte. Tanto en el mundo de la evolución como en la parte recreacional debes utilizar cada minuto de tu tiempo lo mejor que puedas. Ese es el sentido que tiene la existencia para mí. Si vamos a comer, disfrutemos de ese momento. Si vamos a ver una película, disfrutemos de esa película. Y si debemos levantarnos muy temprano a estudiar, a practicar con los instrumentos, hagámoslo. Tratemos de que en cada momento de la vida esté presente la proactividad, así como el beneficio del crecimiento y el bienestar.

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