COVID larga: minúsculas señales revelan el misterio

La comunidad científica está empezando a detectar coágulos en los vasos sanguíneos más pequeños de los pacientes con COVID, lo que podría ayudar a explicar los síntomas debilitantes de esta patología

Durante más de dos años, la comunidad científica ha tratado de entender por qué millones de personas de todo el mundo experimentan síntomas persistentes relacionados con la COVID-19 a pesar de haberse recuperado. Los científicos han formulado varias hipótesis, entre ellas la presencia de micro-coágulos, pequeños coágulos de sangre que pueden obstruir los capilares y afectar potencialmente al flujo de sangre y oxígeno.

En un estudio de 2021, la fisióloga Etheresia Pretorius, de la Universidad Stellenbosch de Sudáfrica, y sus colegas, fueron los primeros en sugerir que los micro-coágulos pueden estar relacionados con esta enfermedad debilitante llamada COVID larga.

En un estudio de seguimiento, el equipo experto demostró que la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 desencadena la formación de tales coágulos, que el proceso natural de eliminación de coágulos del organismo no parece descomponer fácilmente.

COVID larga
Una imagen de microscopio electrónico de barrido ofrece una vista cercana de un coágulo sanguíneo. La malla proteica fibrosa incorpora diminutos fragmentos de células sanguíneas llamadas plaquetas (violeta), que ayudan al organismo a formar coágulos, y glóbulos rojos que también pueden desempeñar un papel activo en la formación y contracción del coágulo. Los coágulos grandes pueden obstruir arterias o venas; los micro-coágulos se forman en vasos sanguíneos pequeños.

Este hallazgo ha llevado a algunos científicos de Estados Unidos, con la orientación de Pretorius, a realizar pruebas de micro-coágulos en personas con COVID prolongada. Lisa McCorkell, cofundadora de la Patient-Led Research Collaborative, centrada en la COVID larga, se mostró encantada cuando conoció la noticia el año pasado.

McCorkell había experimentado dificultad respiratoria grave, fatiga extrema y niebla cerebral durante varios meses tras sus síntomas leves de COVID-19 en marzo de 2020, cuando empezó la pandemia. En agosto de ese año, cuando empezó a sentirse mejor, McCorkell asistió a una clase de gimnasia. Pero un día después, su ritmo cardíaco se disparó, le costaba respirar y corrió a urgencias. «Eso bajó bastante mi nivel de referencia. Antes de la COVID, corría medias maratones, así que fue un cambio muy drástico», cuenta.
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Microscopía de fluorescencia que muestra micro-coágulos en plasma pobre en plaquetas (PPP). Este ejemplo ilustra el estadio 4 de formación grave de estos pequeños coágulos de sangre.
Microscopía de fluorescencia que muestra micro-coágulos en plasma pobre en plaquetas (PPP). Este ejemplo ilustra la formación de micro-coágulos en la fase 1, como se observa en el PPP sano/control.

En diciembre de 2020, la joven de 28 años finalmente aceptó lo enferma que estaba y que su enfermedad no era temporal. A finales de 2021, sus sospechas se confirmaron cuando le diagnosticaron el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS, por sus siglas en inglés), una afección documentada en varios pacientes con COVID larga que puede alterar la respiración y causar palpitaciones y mareos al ponerse de pie.

El POTS no tiene cura y algunos pacientes, entre ellos McCorkell, controlan los síntomas aumentando la ingesta de líquidos y sal. Pero un año después de su diagnóstico sigue sufriendo malestar post-esfuerzo que empeora estos síntomas.

Lo que resulta frustrante para McCorkell y muchos otros pacientes con COVID de larga duración es que los análisis de sangre y otros análisis rutinarios resultan normales a pesar de su debilitante enfermedad. En noviembre de 2022, voló de California a Nueva York, donde David Putrino, científico especializado en rehabilitación y COVID larga del Sistema de Salud Mount Sinai y sus colaboradores, están recogiendo muestras de sangre para buscar micro-coágulos. «Estamos recién en el principio. Hasta ahora solo hemos analizado a unas pocas docenas de personas», señala Putrino. Pero todas las muestras de pacientes con COVID de larga evolución, incluida la de McCorkell, han revelado coágulos de este tipo.

Cuando vio por primera vez las imágenes microscópicas de las manchas verdes fluorescentes que revelaban los micro-coágulos, lloró de alivio. Para ella, la confirmación de que tenía micro-coágulos supuso la validación de su enfermedad, «sobre todo después de no haberse hecho una prueba PCR al principio y de haber sido gaseada durante los últimos años».

Aunque algunos expertos están de acuerdo en que la hipótesis de los micro-coágulos es plausible, creen que podría ser solo una pieza del largo rompecabezas de la COVID. Pero quieren ver más investigaciones que demuestren cómo estos coágulos contribuyen a los síntomas de COVID larga, y si deshacerse de ellos conduce a mejores resultados.

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Cómo se forman los micro-coágulos

A diferencia de los coágulos que obstruyen las arterias o las venas, los micro-coágulos se forman en los vasos sanguíneos pequeños cuando una proteína soluble llamada fibrinógeno se expone a moléculas que causan inflamación, las cuales pueden unirse al fibrinógeno y agregarse formando grumos pegajosos. «No son capaces de obstruir grandes vasos ni de causar síntomas potencialmente mortales», reconoce Putrino, pero señala que «pueden afectar significativamente a la función de los órganos».

Pretorius y sus colegas llevan más de una década estudiando tales micro-coágulos, y los han observado en pacientes con diabetes de tipo 2, síndrome de fatiga crónica, Alzheimer y enfermedad de Parkinson. En un estudio preliminar de 2021, observaron una formación sustancial de micro-coágulos en la sangre de pacientes con COVID-19 aguda, así como en personas con COVID larga que experimentan síntomas persistentes durante seis meses o más.

«La principal diferencia entre los micro-coágulos que encontramos en la diabetes y en otras afecciones es que se rompen con bastante facilidad», afirma Pretorius. Los micro-coágulos de COVID son más difíciles de desintegrar.

En el interior de los micro-coágulos persistentes, su equipo halló altos niveles de moléculas inflamatorias y una proteína llamada alfa-2-antiplasmina que impide su desintegración. Estas obstrucciones en los diminutos vasos sanguíneos de todo el cuerpo podrían dificultar el suministro de oxígeno y nutrientes a los órganos y tejidos, lo que podría provocar síntomas prolongados de COVID como fatiga, dolor muscular y niebla cerebral.

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