Samuel Belilty: «No puedo explicar con palabras lo que significa ser periodista»

Por Katty Salerno

Samuel Belilty es de esa gente que va por la vida haciendo el bien sin mirar a quien. Doy fe de ello. En 1993 coincidimos en Cuba. Yo vivía allí como corresponsal de una agencia internacional de noticias y él viajó para hacer un reportaje para 48 horas, el programa que entonces conducía para RCTV. Estábamos en una conferencia de prensa y, al finalizar, una de las productoras que le acompañaba se me acercó y me comentó: «Tú eres venezolana, ¿verdad?». Le respondí que sí y, sin salir de mi asombro, le pregunté: «¿Y cómo lo adivinaste?». «Porque estás tomando nota en una libreta Caribe», dijo, y ambos soltamos una gran sonrisa.

Me acerqué al grupo y empezamos a conversar. En un momento dado, Samuel me dijo que al día siguiente tenía una entrevista exclusiva con el canciller cubano, Roberto Robaina, y que si yo quería me podía unir para que aprovechara de entrevistarlo también. A mí jamás se me habría ocurrido pedirle tal cosa. Como periodista que soy, sé lo celosos que somos cuando tenemos entre manos una primicia o una exclusiva. Pero a él no le importó.

Treinta años después volvemos a encontrarnos, ahora vía Zoom, para esta entrevista para Curadas.com. Él no se acordaba de mí ni de la anécdota. Pero yo he recordado siempre a Samuel Belilty por ese gesto tan generoso que tuvo conmigo.

Ese interés por el otro, por lo humano, por lo social, lo llevó a abandonar, en 1983, la carrera de ingeniería de computación que cursaba en la Universidad Simón Bolívar (USB). Tras poco más de treinta años de ejercicio como periodista, veinticinco de ellos en Estados Unidos, Samuel Belilty se estrena ahora como escritor de ficción. Su primera novela, M 7:15, El regreso de Dios, ya disponible en Amazon, será presentada el sábado 4 de marzo en Miami, Estados Unidos, y todo parece indicar que este thriller cuenta con los elementos para despertar el interés de los lectores.

«8-1-2-6-1-4. Todavía lo recuerdo. No me preguntes por qué, porque no tengo idea. A veces no me acuerdo ni de que comí, pero sí del número del carné de estudiante de la USB.

Como estudiante de computación me tocaba programar. Recuerdo que lo hacía con unas tarjetas perforadas. Pero me di cuenta de que lo mío no era estar trabajando solo con una máquina. Aunque me fascina el concepto y todo lo que hay detrás del mundo de la computación y la tecnología, y tengo cierta habilidad para eso, ante la idea de sentarme a hacer un trabajo solitario, o por lo menos así lo percibí yo, a lo mejor la realidad no es así, me dije: esto no es para mí.

Quería hacer algo que me permitiera conectarme con la gente, con lo social. Pensé en tres opciones: educación, trabajo social y comunicación social. Recordé que cuando estaba en bachillerato y durante los años iniciales de la universidad, en mi tiempo libre, me gustaba mucho lo audiovisual. En aquel entonces se usaban las diapositivas o slides y yo las hacía solo porque me daba placer. Nunca imaginé que esa pasión por comunicar cosas a través de imágenes se convertiría en mi modo de vida.

Así, gracias a Dios y a una historia milagrosa que si quieres te cuento después, entré en 1983 a la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Me gradué seis años después. Tardé mucho haciendo la tesis porque también trabajaba en la embajada de Israel en Venezuela.

El embajador israelí de ese momento me consiguió una beca para hacer una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén. ¡Con todo pagado! Quince días antes de irme para Israel, el tutor de mi tesis, el profesor Antonio Olivieri, que estaba trabajando en Venezolana de Televisión (VTV, canal 8) me llama para decirme que había un proyecto que estaba por comenzar y me invita a participar en el casting.

Cuando subí al escenario del estudio gigante de VTV, frente a cinco cámaras, se produjo una transformación dentro de mí. La pasión que sentí fue imposible de contener. A ellos les gustó mi presentación, al punto de que a los dos días me llamó el profesor Olivieri para decirme que había sido seleccionado y que en una semana comenzábamos la producción del programa.

Así, sin nada escrito, sin ningún contrato, decidí echarle pichón. Recuerdo la cara del embajador cuando le dije que no me iba a Israel. Él había puesto su confianza en mí, había arriesgado su capital político para conseguirme la beca, y yo sencillamente la estaba rechazando.

A los pocos días hubo una movida en VTV. Cambiaron al presidente del canal y el programa en el que yo iba a trabajar lo cancelaron. ¡Me quedé sin el chivo y sin el mecate! Entré en una depresión tremenda, no sabes cómo me castigué entonces por haber tomado esa decisión.

Sin embargo, el destino me tenía marcado un camino. ¡Bendito Dios! Estaba deprimido, tirado en una cama, y me llama una colega y amiga para decirme que había una suplencia como asistente de producción en el programa A puerta cerrada, de Marietta Santana. Como yo había trabajado en la embajada israelí y gracias a eso me había vinculado con el presidente de Radio Caracas Televisión (RCTV) y con el gerente de Información y Opinión, consideré que ser asistente de producción era muy poquita cosa para mí.

Sin embargo, mi amiga insistió en que fuera a hablar con Marietta y, ella tan bella, me dio la oportunidad, a pesar de mi enorme arrogancia. Me convenció de que aceptara, de que tal vez habría oportunidad para algo mejor en el futuro. Total, yo no estaba haciendo nada sino estar tirado en una cama, deprimido.

Marietta logró que yo entrara fijo en RCTV. En el Departamento de Recursos Humanos identificaron mis habilidades y mi experiencia previa y me ofrecieron el puesto de redactor en El observador. Eso me cambió la vida.

Me sentía muy feliz como redactor, me di cuenta de que era lo mío. Y entonces les dije, arrogante, siempre muy arrogante, que quería tener mi propio programa. Y me bajaron los humos rapidito (risas). Me dijeron que primero tenía que ser redactor y luego reportero. Mi jefa en ese momento, Elizabeth Pérez, se reía de mí y me decía que qué me creía yo.

Pero un día me dieron la oportunidad. Por azar de la vida, aunque yo creo que es el destino más que el azar, llaman desde una escuelita en La Vega para denunciar que les había caído un cerro encima y yo contesté el teléfono. Le cuento lo que está ocurriendo a María Isabel Arriaga, que era la coordinadora de información, y como no había ningún reportero en ese momento en el canal, me mandaron a mí. Ese fue mi primer reportaje en televisión. Esa fue la primera vez que estuve frente a una cámara como reportero.

Así empecé en esta profesión que me ha dado la oportunidad de estar en la calle, de conocer gente de todos los niveles, que me ha brindado la posibilidad de vivir la historia en primera fila. No te puedo explicar con palabras lo que significa el privilegio de ser periodista. ¡Y además me pagan por eso! (Risas).

Antes de proseguir, le pedimos a Samuel que nos contara el milagro al que se refirió antes. 1983 fue muy difícil para los venezolanos. El 18 de febrero de ese año pasó a la historia como el Viernes Negro, del cual se cumplieron cuatro décadas hace solo unos pocos días. El gobierno del presidente Luis Herrera Campins suspendió la libre venta del dólar estadounidense, implantó un control de cambio y el bolívar sufrió una drástica devaluación, acabando así con la «Venezuela saudita». El impacto de esta medida se sintió en todos los ámbitos del país, incluyendo el sector universitario, que ya sufría su propia crisis por la falta de cupos para la numerosa población estudiantil.

«El ambiente era muy agrio —recuerda Samuel. Había protestas todos los días. Los estudiantes se enfrentaban a la policía, la policía les lanzaba bombas lacrimógenas, había huelgas de hambre… La carrera de comunicación social era de las de mayor contención, porque no había cupo suficiente para todos los que aspiraban a ingresar. Yo hice mis trámites para el traslado el último día en que se cerrara el proceso. Llevé mis papeles y me dijeron que regresara en enero, que por el momento no había más nada que hacer sino esperar.

Cuando regreso en enero, reviso la cartelera de la secretaría del decanato. Había cinco hojas. Las primeras cuatro tenían los nombres de los que habían sido aprobados y luego, al final, aparecían los rechazados. Mi nombre era el segundo en la columna de los rechazados.

Entro a la oficina donde solo estaba la secretaria, que se llamaba Victoria. No sé qué ha sido de su vida, pero siempre la recordaré mientras yo viva. Casi llorando, le conté de mi caso y ella me dijo que no podía hacer nada, que la decisión sobre los ingresos la tomaba un comité en el que ella no tenía injerencia. A manera de consuelo, me sugirió que entrara a las clases como oyente y que cuando hubiera una nueva oportunidad volviera a hacer la solicitud.

Salí de la UCV por la salida de Plaza Venezuela y me fui caminando hasta mi casa, que quedaba a una cuadra de la cuarta transversal de Maripérez. Me fui pateando una lata por todo el camino, cabizbajo. Pasé una semana deprimido, tirado en la cama. No me provocaba hacer nada.

Un día suena el teléfono. Al responder, preguntan por mí y digo que soy yo quien está hablando. “Soy Victoria, de la Universidad Central —dice la voz. El decano abrió unos cupos y me acordé de usted. Le di su carpeta y le aprobó el traslado. Venga mañana a inscribirse”.

Colgué sin dar crédito a lo que acababa de escuchar. “Me están engañando, me están vacilando”, me decía. “Esto tiene que ser mentira”. Pero igual al día siguiente me fui con mis papeles. No era mentira. Bendita seas, Victoria, donde quiera que estés.

El decano abrió diez cupos y uno de esos fue para mí. Él probablemente no sepa cómo me marcó eso. Pero lo que yo he hecho después en mi vida, ha sido gracias a él. Si no hubiera sido por eso, no sería quien soy hoy. Hay momentos en la vida en que uno cree que el mundo se nos va a caer encima. Pero después miras hacia atrás y te das cuenta de que esas cosas debían pasar para poder llegar a donde debías llegar.

¿Crees en el destino?

¡Absolutamente!

Pero tengo mi propia versión. Creo que todos tenemos un instinto y ese instinto es nuestro canal directo con Dios y con nuestro destino. Si seguimos el instinto, cumplimos nuestro destino. Si no lo hacemos, porque somos más mentales de lo que debemos ser en algunas ocasiones, podemos desviar nuestro destino.

Una persona que es muy estudiosa de la Cábala (sistema de interpretación mística de la Biblia judía) me dio el siguiente ejemplo, que me gustó mucho. Imagina que estás en un pasillo de Blockbuster y que tienes como ocho mil películas en cada lado de ese pasillo. Cada uno de esos casetes contiene un destino posible que Dios ha predeterminado para ti. Depende de ti agarrar la película que quieras para tu futuro.

El destino no necesariamente es lo que te gustaría vivir, lo que te agrada porque es chévere o lindo. Es lo que tienes que vivir. Es lo que necesitas tú como ser humano para desarrollarte espiritualmente y personalmente. Y esas cosas duras que a todos nos pasan las tenemos que vivir para llegar a donde debemos llegar.

Nuestra mente, nuestra humanidad, nos lleva a tratar de evitar el dolor o la vergüenza, a evitar lo malo. Pero resulta que a veces tienes que pasar el dolor, tienes que pasar la vergüenza y tienes que pasar lo malo para llegar a lo bueno y aprender a valorar lo bueno.

Como el parto. El parto es lo más doloroso que puede sufrir una mujer. Pero ese hecho tan doloroso, da luz, da vida.  Qué mejor ejemplo que esa combinación de un hecho doloroso pero necesario para poder dar vida.

Te fuiste a Estados Unidos en 1998, incluso antes de que Hugo Chávez llegara al poder y comenzara el deterioro del país que ha obligado a por lo menos siete millones de venezolanos a emigrar. ¿Por qué te fuiste tú?

La decisión de irme de Venezuela la tomé en 1995, pero se concretó en 1998, en un momento de enorme éxito profesional para mí, cuando estaba en la cresta de la ola. Hice carrera en RCTV hasta llegar a conducir, producir y escribir mi propio programa, 48 horas. Cuando el programa salió del aire, por razones financieras, empecé a conducir la emisión matutina de El observador. También hacía Informe RCR, de 11 a 2 de la tarde, todos los días. Mi jefe en la radio, Julián Isaac (qepd), me estaba preparando para que yo lo reemplazara en la Vicepresidencia de Noticias de RCTV.

El 5 de julio de 1995 yo estaba libre, por ser feriado nacional. Ese día salí con una amiga, nos dio la noche y seguíamos conversando frente a su casa, en La Castellana. De pronto a mí me dio miedo y le dije que nos fuéramos a tomar un trago y a seguir conversando en otro lado.

¡¡¡Resultó que nos secuestraron!!! Cuatro tipos armados con pistolas nos mantuvieron no sé cuánto tiempo con la cara tapada. Me robaron el carro y todo lo que teníamos encima. Fue una experiencia muy dura, muy difícil. ¡Era la cuarta vez que me atracaban a punta de pistola! Ese día tomé la decisión de irme de Venezuela.

Gracias a Dios sobreviví, aquí estoy echando el cuento. Pero esto tiene que ver con lo que te decía en cuanto a que a veces pasan cosas malas que terminan siendo una bendición. Esa situación horrible me llevó a buscar la salida del país. Y aunque lo decidí ese día, tres años más tarde fue que se me dio la oportunidad de irme. Hoy tengo la fiel convicción de que Dios me puso en la palma de su mano y me sacó en el momento perfecto.

Yo tenía mi novia, que hoy en día es mi esposa. Le propuse matrimonio un 31 de diciembre a las doce de la noche y le dije que nos fuéramos a intentarlo afuera. Lo hice convencido de que yo conseguiría trabajo rápido, a pesar de que no tenía ninguna oferta laboral.

Nos fuimos de luna de miel a Estados Unidos con dos maleticas y dejamos intacta nuestra casa en La Urbina. Pensaba que en tres meses conseguiría trabajo y entonces pediría un permiso para venir a Venezuela a vender la casa y nos regresábamos. Ese era el plan.

Pero las cosas no salieron según lo planeado. Había enviado mi demo a muchos canales de televisión y en todos me decían que les parecía que yo era muy buen profesional, pero que no tenían ni tiempo ni ganas ni dinero para arreglarme los papeles. Yo llegué legal, como corresponsal freelance para Venezuela de RCTV, pero no podía trabajar para una empresa americana a menos que legalizara mi situación.

Pasaron seis meses y ya nos habíamos comido todos nuestros ahorros. Yo estaba muy deprimido, a punto de regresar a Venezuela a pedir cacao, cuando se presenta una oportunidad en Fresno, un pequeño pueblo del Valle Central de California. Un señor, John Lippman, me llamó porque había recibido mi currículum y mi demo. Me dijo que le hacía falta una persona con mis características para ayudar en varias áreas de noticias y de servicios creativos en Univisión 21, un canal local. De inmediato le dije que sí, que cómo no. Pero la verdad era que no tenía ni idea de dónde quedaba Fresno. Las elecciones que ganó Hugo Chávez en 1998 fue mi último reportaje para RCTV, que lo hice desde aquí, desde Miami».

Así empezó Samuel Belilty una ascendente carrera profesional en Estados Unidos, donde ya lleva 25 años, siempre con Univisión, la más importante cadena de televisión estadounidense en español. Desde 2017 hasta el presente ocupa el cargo de vicepresidente de noticias de Univisión 23, la estación de la cadena en Miami, Florida.

¿Cómo fue el paso de periodista a escritor? ¿Cómo surgió la idea de escribir El regreso de Dios?

Es la primera vez que me atrevo a escribir ficción, porque como periodista siempre he escrito sobre hechos, facts. Los he escrito yo o he estado a cargo de gente que lo hace. En el mundo del periodismo tú no inventas; al contrario, te alejas de inventar.

Hay un dicho, que le atribuyen a José Martí (poeta y político cubano), que dice que para dejar un legado en la vida debes tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Yo ya tengo dos hijas divinas y he plantado más de un árbol, pero no había escrito un libro.

Esta idea nació en 2011, cuando vivíamos en San Antonio, Texas. Hacer una entrevista a Dios, ese era el planteamiento original. Un libro de autoayuda donde pudiera poner unos conceptos que sirvieran de guía al lector en ciertas situaciones. Desarrollar esta parte de la trama me tomó años, porque no tenía tiempo para sentarme a escribir cinco horas al día. Y en ese momento tampoco era muy disciplinado, la verdad.

Pero comencé a escribirlo. Recuerdo que dejaba a mis hijas en la escuela de religión los domingos y me iba a la biblioteca de San Antonio a escribir. Fui desarrollando la trama hasta que llego a la escena donde el periodista se sienta con Dios. Entonces me doy cuenta de que tengo las preguntas, pero las respuestas de Dios también las tenía que escribir yo. Y se me presenta un conflicto: ¿quién soy yo para escribir por Dios?

Me di cuenta de que no podía hacerlo. Y ahí quedó el proyecto, frío, por varios años. Tiempo después participo en un seminario de los que organiza la plataforma masterclass.com, donde personas de diferentes disciplinas ofrecen charlas sobre sus respectivas áreas, y escuché una de Dan Brown, el autor del Código da Vinci, que me fascina.

Te iba a comentar justamente que veía alguna influencia de Dan Brown en tu libro.

Sí, la hay. Y hay otros libros y otros escritores de ese tipo que también he leído antes, pero él es el que más me gusta de los más recientes. Esta charla de Dan Brown me resultó muy nutritiva. Después vino la de David Baldacci, otro escritor de thrillers. Él explicó que en todo drama hay tres elementos fundamentales: un propósito, un obstáculo y una resolución. Y esto es válido para películas, historias o novelas. Eso me hizo click inmediatamente y reflexioné: ¿qué tal si convierto mi libro de autoayuda en un drama, en un thriller, y lo revivo? Esto, empujado también por mi esposa, que siempre me decía “ponte a escribir otra vez, si a ti te gusta eso, tú lo haces bien”, me llevó a evaluar la posibilidad de convertir esta entrevista a Dios en un propósito.

¿Y cuál sería el obstáculo?

Obviamente, los que no están interesados en que Dios dé un mensaje, es decir, las fuerzas de la oscuridad. Ese es el obstáculo. La resolución no te la voy a contar, tienes que leer el libro (risas).

Supongo que estos once años que te tomó escribir el libro se debió también a que estabas documentándote, investigando. ¿Has viajado a alguno de los lugares que mencionas en el libro?

He viajado mucho, bendito Dios, por placer, y, obviamente, todo lo que vives se refleja en tu escritura. Pero mi herramienta fundamental de investigación ha sido la internet. Con esta misma computadora por la que te estoy hablando visité todos los lugares que aparecen en el libro. Las descripciones que hago son de lugares que existen. No todas son exactas, recuerda que es un libro de ficción. Hay cosas que digo sobre el Vaticano que son inventadas, como eso de que los edificios y los pasillos se mueven. Pero la sala donde el papa recibe a los dignitarios, por ejemplo, existe. La sala anterior, que se llama Il Tronetto, también.

¿Y El libro de los secretos es real?

No lo sé. Después de que escribí el libro descubrí que no he sido muy original en eso, que hay otras personas que han dicho que entre los papas existe un libro de los secretos. Para mí es la perfecta teoría de conspiración, porque ningún papa va a decir si es verdad o mentira, porque reforzaría el rumor. ¡Pero el morbo de que exista una cosa así es sabrosísimo! (Risas).

El libro de los secretos es un personaje en mi libro. Lo que está escrito en él, y se acordarán de mí cuando lo lean, tiene mucha historia y son historias verídicas, sustentables, aunque la narración, la trama, no; eso es invento mío.

He visto en tus redes sociales que practicas la religión judía. ¿Eres religioso por una convicción propia o porque sigues una tradición familiar?

No sé qué significa para ti ser religioso, eso es muy relativo. Dentro de mi visión, sí, soy de religión judía, pero no soy religioso. Yo asocio lo religioso con ortodoxia. Soy más bien tradicionalista. Sigo las tradiciones que me parecen bellas, las que me gustan. Nací y crecí judío, esa es la educación que tengo, es la convicción que tengo, es mi fe. Pero creo que Dios es uno y las religiones son los caminos para llegar a él.

El regreso de Dios lo plantea bien claro. Dios no llega nada más para los judíos, católicos o musulmanes. Dios llega para todo el mundo. Y cuando llegue, si regresa, va a impactar al mundo entero. Los católicos están esperando la segunda llegada de Cristo. Los judíos siguen esperando la llegada del Mesías. No sé los musulmanes, hasta allá no llegan mis conocimientos. Pero tal vez haya una versión de que Alá también volverá a manifestarse de alguna manera. Esto lo estoy inventando ahora, no lo sé con certeza.

El punto es que, entre católicos y judíos, y más si sumamos a los musulmanes, la creencia monoteísta constituye un buen grupo de gente en el planeta, ¿no? Yo creo que Dios es el mismo. Dios se manifiesta con Abraham, que es el primer monoteísta; después con Moisés y luego con Jesús. Para mí, todos ellos son mensajeros, así los llamo yo. La palabra clave aquí es libre albedrío.

Pero, si aceptamos la definición de Dios como ente todopoderoso, omnipresente, no necesita mensajeros. ¿Entonces, por qué los usa? Bueno, sabrá Él por qué lo decidió así. Mi interpretación es que los usa porque, al fin del día, de lo que se trata es de libre albedrío. Él puso su creación aquí para que nosotros la desarrollemos por nuestra cuenta para buscar el regreso a él. Si eso sucede o no, es cuestión de cada quien.

Ahora, cuando Dios regrese, que es el planteamiento del libro, ¿cómo va a ser eso? ¿Qué tiene que pasar para que la gente crea que Dios está de regreso? ¿Cómo se manifestará Dios en el tiempo de hoy? Porque no me lo imagino entrando a lomo de un burrito por un portal de Belén. Eso fue hace más de dos mil años. Por eso, la pregunta que procura responder el libro es, si Dios viniera, ¿sería un verdadero Dios o sería un farsante, como tantos que ha habido en la historia? Por eso lo de M 7:15, Mateo 7:15:

“Cuídate de los falsos profetas,
que por fuera vienen vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis”

¿Y qué me hace pensar que Dios está viniendo? ¿Unas profecías en la Biblia, en el Viejo Testamento? ¿Unas profecías en El libro de los secretos? Todo parece indicar que sí, que las condiciones están dadas para que Dios venga… lo que significa que también están dadas para que se acabe el mundo.

¿Y cómo tomarían esto los jerarcas de la Iglesia? ¿Cómo tomarían la llegada del ser que haría automáticamente irrelevante la existencia de los líderes de las religiones? Porque entonces yo ya no necesitaré hablar con el intermediario, podré hablar con el dueño directamente. ¿Cómo reaccionarían ante esto los que yo llamo intermediarios? Ese es el fondo del thriller.

¿No temes que tu libro pueda ser considerado un ataque a la Iglesia católica?

No, absolutamente. Al contrario, el protagonista es el papa. También hay un periodista y un tipo que propone un proyecto de ley que procura eliminar la base moral de Occidente, que descansa sobre la Biblia. Para el mundo occidental, lo que es bueno o malo está determinado por lo que dice la Biblia. ¿Por qué matar es ilegal? Porque la Biblia dice “no matarás”. Pero antes de la Biblia la gente se mataba y ya.

El gran planteamiento del libro es la lucha entre la oscuridad y la luz. La oscuridad busca sacar a Dios de la vida de nosotros. Si yo no creo en Dios y este es un mundo libre, evolucionado y civilizado, ¿por qué tengo que seguir sus normas?

Lo que sí hay es una denuncia. Hay partes donde se aborda el problema de abusos a niños que ha habido dentro de la Iglesia y la reacción pasiva ante eso por parte de sus líderes. Ese argumento, que no podemos esconder ni tapar con un dedo, lo usan los malos del libro para atacar a la Iglesia.

Y te cuento una última cosa. Dios chatea por WhatsApp. Hay un chat que ofrece a los usuarios la oportunidad de hacerle una pregunta a Dios. Pero una sola. ¿Qué le preguntarías, si tuvieras la oportunidad, y sabiendo que Dios personalmente te la va a responder? Suena gracioso y simpático, pero no está fácil. Es una sola pregunta. Tienes que pensar muy bien cómo vas a quemar ese único cartucho para no desperdiciarlo.

¿Podemos concluir que eres un hombre espiritual pero no religioso, que hay diferencia entre espiritualidad y religiosidad?

Yo sí creo que hay una diferencia entre espiritualidad y religiosidad. No me atrevo a llamarme a mí mismo espiritual, me parece que eso es más grande que yo.

En el caso del pueblo judío hay unas normas muy estrictas que, teóricamente, uno debe seguir. Son 613 para ser exacto, dentro de las cuales 365 son prohibiciones y el resto son obligaciones. Yo cumplo algunas, pero otras no. Eso no me enorgullece, pero es mi realidad. Y la razón por la que digo que no me enorgullece es simple: teóricamente, esas instrucciones nos las dio Dios usando a Moisés. Moisés escribió el Viejo Testamento, donde están estas instrucciones de las que estoy hablando.

Cuando no las sigues, básicamente estás ignorando instrucciones que Dios te dio como un miembro de este pueblo que recibió esa guía. Me imagino que el cristianismo es similar, habrá cosas que la Iglesia espera que los creyentes católicos hagan y hay quien lo hace y quien no lo hace. Entonces, si Jesús dijo tienes que hacer esto de esta manera y tú no lo haces, estás, consciente o inconscientemente, decidiendo ignorar lo que Dios te dijo que debías hacer. Yo vivo con estas contradicciones. Creo en Dios absolutamente, pero no creo que Dios está pendiente de cada cosa que hago, él no tiene tiempo para esa vaina.

Entonces, si yo hago o no hago esto o aquello, eso es un problema mío. Él me puso aquí para que yo desarrolle lo que tengo que desarrollar para acercarme a él. Esta es mi interpretación.

Mi libro no es de religión. Hay un elemento religioso, porque parte de la premisa de que existe un Dios que tal vez regrese. Todo lo demás es una aventura de misterio, una invención mía. Es importante que esto quede claro. Aunque por el título pareciera que es un libro de religión, no es un libro de religión. Yo diría más bien que es un libro con un toque de esoterismo.

Volviendo a tu pregunta, yo soy un hombre al que le gustan las tradiciones, pero me molestan las obligaciones, que son, al fin del día, una interpretación. Y eso pasa en todas las religiones. Una misma línea de la Biblia puede ser interpretada por dos eruditos distintos de manera diferente. Entonces tú decides si vas a seguir lo que dicen los eruditos o si decides seguir tu interpretación.

Toda mi vida estudié en una escuela hebrea, entonces conozco cosas del judaísmo. Pero no soy practicante de lo que el judaísmo espera que los religiosos sigan. Pero ese término tampoco lo aceptan los ortodoxos. Es un término que es acuñado por quienes no seguimos las normas. ¿Eres o no eres religioso? Bueno, basado en este marco de referencia, en esta forma de pensar, no, no me considero un tipo religioso.

Tampoco puedo decir que soy espiritual. Yo creo en Dios, creo en el espíritu, creo en el alma. Y me gusta la tradición. Y creo en un Dios al cual hay muchos caminos para llegarle. Yo estoy en el camino judío, tú estás en el camino cristiano o católico, no sé cuál es tu religión. El budista tiene su camino, el islamista tiene su camino, cada quien tiene el suyo. Pero, desde mi perspectiva, Dios es uno.

Como diríamos en Venezuela, el mismo musiú con diferente cachimbo.

Exactamente, eso es exactamente lo que es. (Risas).

¿De dónde viene tu familia? ¿Belilty es un apellido sefardí?

Mis padres son españoles. Papá (qepd) nació en Melilla, una ciudad española ubicada al norte de África, cerca de Marruecos. Mi mamá nació en Málaga. Me dicen que Belilty es de origen italiano, pero no lo he podido confirmar. Sí tiene una sonoridad italiana…

¿Cuándo llegaron tus padres a Venezuela?

En 1965, tenía yo año y medio. Después de casarse en Marruecos, mis padres se fueron a vivir a Casablanca, donde nacieron mis tres hermanos. Luego emigraron a Israel, donde vivieron como siete años. Allí nací yo, soy el menor de los cuatro hermanos. Mi papá se vino primero a Venezuela y después lo hizo mi mamá con todos los hijos. Nací en Israel, pero crecí en Venezuela, soy venezolano.

Y tus hijas, ¿qué hacen, qué edad tienen?

Mis hijas son Katherine, de 21 años, y Elizabeth, de 19. Katy estudia neurociencia en Princeton y Elizabeth teatro, en la Universidad del Sur de California.

Dos áreas completamente opuestas…

Es que son dos personalidades completamente distintas. Pero ambas son divinas. Las dos nacieron en Fresno. Yo les digo que son fresnéticas (risas).

¿Tienes en mente un nuevo libro?

Sí, ya estoy masticando un segundo libro. El regreso de Dios deja, a conciencia, unos cabos sueltos pero que no empañan el desenlace de la trama. Incluso, en el epílogo hay pistas que pueden interpretarse como que viene la segunda parte. La lucha entre la luz y la oscuridad no va a terminar. Ocurre desde que el tiempo existe y seguirá hasta que el tiempo termine.

Yo sigo pensando que la entrevista a Dios, que era el concepto original del libro, es un concepto bonito. Ya habrá alguien que se atreva a hacerlo. Porque al fin del día la ficción literaria es libertad de expresión. Tú puedes poner lo que te la gana. Si te gusta hacerte pasar por Dios y hablar por él, nadie te lo puede prohibir, al menos en un país libre. Neale Donald Walsch, el que escribió Conversaciones con Dios, asegura que no fue él quien escribió sus libros, sino Dios a través de él. Si eso es verdad, Dios lo bendiga.

Pero yo no me siento cómodo haciéndolo. Yo sí creo que Dios es parte de mi vida, razón por la cual todo lo que digo en el libro tiene influencia de mi interpretación de Dios. Pero no es Dios escribiendo, soy yo. Es un ser humano hablando de Dios. No es Dios respondiendo a través de un ser humano, que es diferente. Eso es meterse en camisa de once varas.

Ya te he dicho varias veces que he sido muy arrogante en mi vida. Y no me gusta. Estoy por cumplir sesenta años y hago mi mejor esfuerzo por no ser arrogante. No sé si lo logro, porque cuando soy arrogante no me doy cuenta en el momento, sino después. Pero por lo menos tengo conciencia de que creer que estás por encima de lo sagrado, de lo divino, no es la mejor forma de vivir. Y pretender escribir por Dios es, definitivamente, arrogancia. Entonces no, yo no estoy ahí.

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2 comentarios en «Samuel Belilty: «No puedo explicar con palabras lo que significa ser periodista»»

  1. Me pareció excelente la entrevista, anécdotas perspectivas!! Recuerdo mucho su nombre, aunque no recuerdo sus programas, estaba muy niña, pero el nombre lo recuerdo claramente, tanto así, que por ello leí la entrevista.
    Que testimonios dw lo que ha pasado y como logro superarlo!! Excelente!!

    Lo único que no concuerdo, pero respeto, es su opinión sobre Jesús, pero es lógico, sabiendo su origen judío. Jesús es el rey de reyes, conócelo antes que sea tarde!! Lastimosamente, estuvo entre ustedes y no lo conocieron!!

    Éxitos y bendiciones, trataré de leer el libro, con la objetividad que merece!!

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