El ministro de Interior de Francia, Gérald Darmanin, ha confirmado 471 detenciones en los disturbios. Escenas insólitas de violencia extrema en ciudades como Marsella, Lyon, Nantes y París, con cientos de detenidos
Un despliegue insólito de fuerzas del orden, blindados en las calles, cancelación de conciertos y de actos multitudinarios y toques de queda en algunas ciudades de Francia. El Gobierno francés trata de frenar la ola de disturbios que comenzó el miércoles en las barriadas de las ciudades francesas tras la muerte de Nahel, un joven de 17 años, por un tiro de un policía en un control. Empezó en la periferia parisina, pero se ha agravado y extendido rápidamente por todo el país, incluido el centro de las ciudades.
El país ha vivido una nueva noche de altercados, la cuarta, en la que se han repetido escenas de extrema violencia. En Marsella la situación se ha agravado en los dos últimos días. Esta noche varios individuos han asaltado una armería, se quemaban vehículos y se asaltaban comercios. Los disturbios se repiten en otros lugares, como Lyon, Nanes y también París.

Se han desplegado 45.000 efectivos, 5.000 más que el día precedente. A mediodía, el presidente, Emmanuel Macron, reunió por segunda vez a la célula de crisis para buscar medidas para contener esta ola de violencia. El viernes ya hubo asaltos de comercios, miles de incendios en la calle, pero también en medio centenar de edificios públicos, como alcaldías, colegios y comisarías.
El Gobierno no ha querido de momento decretar el estado de emergencia, tal y como pedían algunos partidos de la oposición, pero se han desplegado los blindados de la gendarmería y se han anulado grandes conciertos o eventos que «movilizan muchos efectivos y podrían representar un riesgo de orden público en función de la situación actual».
Algunas localidades han instaurado toques de queda y los autobuses y tranvías no circularán de nueve de la noche a seis de la mañana hasta nueva orden en toda Francia. Esto reduce la movilidad y se evita también que estos coches sea incendiados.
El futbolista Kylian Mbappé ha publicado un comunicado en Twitter en el que ha pedido que paren los disturbios: «La violencia no resuelve nada, menos aún cuando se vuelve contra esos que la expresan. sus familias, seres queridos y vecinos», ha dicho la estrella del PSG.
«Son vuestras propiedades las que estáis destruyendo, vuestros barrios, vuestras ciudades, vuestros lugares de plenitud y de proximidad», ha añadido.
Macron denunció la «instrumentalización inaceptable de la muerte» de Nahel y pidió firmeza para los «que utilizan esta situación para crear desorden», atacar edificios y saquear comercios. Tras finalizar la reunión con los ministros, apeló a «la responsabilidad de los padres», pues, según dijo, la situación actual es el resultado de los actos «de grupos organizados y equipados», pero «también muchos jóvenes».

«Apelo al sentido de responsabilidad de las madres y los padres. La República no tiene vocación de sustituirlos (…) Es su responsabilidad mantenerlos en casa», explicó. Según la policía, la media de edad de los jóvenes detenidos en los últimos días es de 17 años. Algunos son grupos organizados, individuos de más edad, pero otros son chavales que se dan cita por redes sociales y luego cuelgan los vídeos. Por eso se ha pedido también la colaboración de las redes para poder identificarlos.
El ministro del Interior ha confirmado que el perfil del agitador estos días es el de un joven de entre 13 y 17 años. «Hemos detenido a jóvenes de 13 años», dijo en una entrevista a TF1. En algunas localidades se ha decretado el toque de queda para los menores.
«Nuestro país se encuentra al borde del precipicio», dijo Eric Ciotti, líder del partido conservador de Los Republicanos: «No abandonaremos la República a los instigadores de la guerra civil que toman el pretexto de una tragedia, hoy en manos de la justicia, para sembrar el caos en nuestras calles». La ultraderechista Marine Le Pen ha pedido toques de queda sectoriales y quiere que Macron reciba a todos los partidos en la Asamblea.
La muerte de Nahel había desatado una ola de indignación en las barriadas de Francia los días precedentes, pero lo de ahora toma otro color. En Guyana murió un hombre de 50 años al que alcanzó una bala perdida en medio de los disturbios. Los disparos iban dirigidos a las fuerzas del orden. En el centro de París se saquearon varias tiendas el viernes y ayer había convocadas manfiestaciones no autorizadas.
Los alcaldes reconocían estar atemorizados, pues los edificios públicos son blanco de la ira. Algunos actos se conocen a medida que se van publicando vídeos en las redes sociales. Las personas también se han convertido en blanco de los ataques, como dos policías que iban de paisano y fueron agredidos el viernes en Marsella tras ser identificados. Algunos periodistas también han sufrido robos y agresiones.
El Gobierno hace malabarismos para evitar tomar medidas que puedan encender más el ambiente en estas barriadas, donde cada cierto tiempo prende la mecha y cuyos habitantes, franceses que son hijos o nietos de inmigrantes, critican el racismo de las fuerzas del orden y se sienten ciudadanos de segunda.
Los funerales de Nahel se celebrarán este sábado. El Gobierno cuenta con que los disturbios no van a cesar, al menos en los próximos días. El precedente está en 2005, cuando la muerte de dos jóvenes electrocutados cuando huían de la policía ya provocó una oleada de violencia que duró semanas y obligó a declarar el Estado de emergencia.
Por comparar: En el día de más destrozo de aquella ola se incendiaron 1.200 coches. El viernes fueron 1.900. Entonces, en las tres semanas que duraron los disturbios hubo más de 6.000 detenidos. Ahora, en tres días ya son 1.000.
La capital francesa acoge el Mundial de Rugby en otoño y los Juegos Olímpicos el verano que viene. Macron, que acaba de pasar página a la crisis social desatada por la aprobación de su impopular reforma de las pensiones, se había dado hasta el 14 de julio para tranquilizar el país tras aquella crisis que dejó meses de protestas y hacer balance. Con este nuevo frente abierto, si cabe más delicado, está lejos de lograrlo.
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Fuente EL MUNDO