Hay una historia detrás de cada persona.
Sigmund Freud
Por Katty Salerno
Josu Ortiz aterrizó en Los Ángeles la madrugada del 1 de abril de 2018. Lo recuerda con exactitud porque el contrato de alquiler del apartamento donde vivía en Nueva York se había vencido el día anterior, 31 de marzo, y debía desocupar el inmueble. Dos meses antes había tomado la decisión de mudarse de la Gran Manzana porque se dio cuenta de que no era ahí donde debía estar.
Además, se sentía solo. No es que no tuviera amigos, es que cada quien estaba en lo suyo y siempre de prisa. A él siempre le gustó colaborar y compartir con los demás. De hecho, esa fue una de las razones de peso, tanto como la música misma, para unirse al coro del colegio Santiago de León de Caracas, en La Floresta, donde estudió desde preescolar hasta que terminó el bachillerato.
En Los Ángeles reencontró a viejos amigos y ha conocido a figuras con las que soñaba cuando era estudiante de música en su Caracas natal. Este pianista, compositor, arreglista y productor venezolano ahora tiene como mentor a Michael A. Levine, reconocido compositor musical de la serie Cold case y otras del famoso productor Jerry Bruckheimer; y renta un apartamento que queda a solo unos pasos del estudio de grabación de Hans Zimmer, ganador de dos Óscar por la banda sonora de El rey León (1994) y Dune (2021) y nominado al máximo galardón en otras diez ocasiones por su música para Dunkerque, Interestelar, El origen y Gladiador, entre otras grandes películas.
También dejó atrás la época en la que tocaba en fiestas de cumpleaños, bodas y bautizos para ganarse la vida. Eso terminó cuando empezó a trabajar con el conocido compositor Geoff Zanelli, ganador de un Emmy por su trabajo para la miniserie Into the west, producida por Steven Spielberg; y autor de la música de muchas películas, entre ellas Piratas del Caribe: La venganza de Salazar. Con Zanelli ha trabajado ya en dos importantes proyectos: la serie The first lady (2022) y la película The hill, protagonizada por Dennis Quaid, que se estrena esta semana en Estados Unidos.
The first lady plantea un nuevo enfoque del liderazgo de Estados Unidos desde la lente de las primeras damas de tres históricos gobiernos de ese país: Michelle Obama, interpretada por Viola Davis; Betty Ford, encarnada por Michelle Pfeiffer; y Eleanor Roosevelt, a cargo de Gillian Anderson. Creada y escrita por Aaron Cooley, la serie cuenta además con la dirección de la danesa Susanne Bier, ganadora del Óscar y el Globo de Oro a la mejor película extranjera por la cinta En un mundo mejor; y de un Emmy a la mejor dirección por la serie El gerente nocturno. The hill es una película biográfica sobre el beisbolista estadounidense Rickey Hill, quien supera una discapacidad física y conflictos familiares hasta convertirse en un legendario cazatalentos de las Grandes Ligas.
Josu Ortiz llegó a donde está hoy como resultado de años de dedicación y estudios, aunque él atribuye los méritos a Dios. «Para mí es un sueño. Yo me pellizco todos los días cuando me levanto. Es un sueño y una bendición de Dios. Me siento afortunado y bendecido, de verdad que sí», dijo en esta entrevista exclusiva vía Zoom con Curadas.com.
Su formación musical comenzó con las profesoras Violeta Barros y Elena Sauce, quienes dirigían el coro del colegio donde estudió. A los siete años comenzó a tomar clases de cuatro con el profesor Adolfo Forjonel y luego ingresó al Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, donde cursó piano y teoría y solfeo durante cinco años. Tras otros cinco años de estudios con Gerry Weil, ingresó a Berklee College of Music, en Boston, Estados Unidos, la universidad privada de música más grande del mundo. Allí estudió, simultáneamente, Composición y Producción Contemporánea y Composición Clásica. Y ahora está en Los Ángeles, la meca del cine, haciendo realidad su sueño: componer música para cine y televisión.
—¿De qué parte de Caracas eres?
—Nací en la clínica La Floresta, pero vivíamos en El Paraíso. Cuando yo tenía como dos o tres años nos mudamos a Terrazas del Ávila. Allí pasé toda mi infancia y adolescencia, hasta que mis padres se mudaron a Los Palos Grandes, donde continúan viviendo.
—¿Hay otros músicos en tu familia?
—No, que yo sepa. Tengo un primo que estuvo en El Sistema, pero es menor que yo, así que no me viene de él. Fue mi mamá quien me enseñó a tocar los primeros acordes de cuatro. Siempre he pensado que ella tiene talento musical, pero, digamos, nunca lo desarrolló.
—¿Cómo nació entonces tu inclinación por la música?
—Mi inquietud por la música vino por mi gusto por compartir con la gente. En mi colegio había un coro y yo veía que todos los niños de ese coro eran amigos y eso me entusiasmó. Siempre me ha gustado mucho eso de colaborar, es algo que entendí después, ya de adulto, pero en ese momento eso fue lo que me animó, la idea de un grupo de niños que eran amigos y que cantaban, y quise ser parte de eso.
»¿Que por qué me interesó el piano? Porque vi a una amiga mía, muy querida, que estudiaba piano. La oí tocar un vals venezolano y me gustó mucho y dije que yo también quería hacer eso. Siento que mi inquietud por la música viene de observar a las personas, de ver lo que hacen y tratar de imitarlas. Creo que mi inspiración me viene de ahí.
»Después de que ingresé al coro fue que quise aprender a tocar bien el cuatro. Esa sí fue una iniciativa totalmente mía que me nació cuando estudiaba tercer grado. Ahí comencé a tomar clases particulares con Adolfo Forjonel, que era el profesor de cuatro del colegio. Poco después me convertí en el cuatrista del coro.
»Por recomendación de las directoras del coro que mencioné, entré al Conservatorio Juan José Landaeta, fundado, por cierto, por Ángel Sauce, el padre de la profesora Elena Sauce, quien también es hija de Adda Elena Sauce, reconocida arreglista y profesora de música coral. En esa ápoca tomaba las clases privadas con el profesor Forjonel, asistía al Conservatorio, cursaba mis estudios en el colegio y practicaba natación todos los días.
—¡Tenías muchas inquietudes!
—Mi mamá siempre quiso que estuviera en muchas actividades para que no me distrajera con videojuegos y esas cosas. Eso es algo que hoy le reclamo porque ahora estoy haciendo música para videojuegos y resulta que mis compañeros son unos expertos jugándolos y yo no (risas).
»Pero, hablando en serio, sí le agradezco mucho a ella que me haya apoyado tanto para que yo pudiera hacer todas las cosas que quería. De hecho, hubo un momento en que también quise estudiar guitarra clásica en el Conservatorio y ella me hizo ver que guitarra y piano al mismo tiempo era demasiado. Y fue la mejor decisión que pude tomar. Amo la guitarra, pero el piano es lo que me ha facilitado mucho a la hora de componer música.
—¿Eres hijo único?
—No, tengo un hermano que es cinco años menor que yo y que ahora vive en Barcelona, España. Es cocinero.
—¿Y tu nombre verdadero es Josu?
—No, es José Humberto. Es que en el colegio había muchos Josés. Alguien decía “José” y volteábamos como diez. Entonces, mis compañeros empezaron a llamarme Josu, de la unión de José Humberto, y decidí adoptarlo como nombre artístico.
—Bueno, sigamos con la historia de tu formación musical.
—Cuando terminé el bachillerato llegó el momento de considerar opciones. Siempre he sido un fanático de la Fórmula 1, toda mi vida. Tanto así que hasta pensé estudiar Ingeniería Mecánica en la universidad.
»Lo pensé seriamente. Hubo un momento en que ya no daba para más. La natación y la música, además de la escuela, era como mucho. La natación no la quería abandonar porque me ayudaba a estar en buena forma física. Por eso, llegué a un punto en que no quería saber más nada de la música. Sin embargo, cuando entré a cuarto año empezó el tema de las gaitas y las competencias intercolegiales. Como podrás suponer, tomé el liderazgo de esas gaitas, porque, además, me encantan las gaitas. Tocaba el cuatro y el piano. Al subir de nuevo al escenario despertaron muchas dentro de mí, se reavivaron los sentimientos que guardaba por la música. Ahí fue cuando me di cuenta de que lo único que quería hacer era música.
—Te olvidaste de la Ingeniería Mecánica y de la Fórmula 1…
—Sí, todo eso se me olvidó. Todavía me encanta la Fórmula 1, la veo todos los fines de semana, pero como espectador.
»Entonces empecé a evaluar mis opciones en el campo musical. Hasta ese momento mi educación había sido muy clásica y no sabía que había otras posibilidades, además de las de ser profesor o concertista. Como concertista las posibilidades son limitadas y difíciles, porque es muy demandante y no hay muchas oportunidades de empleo, porque, además, hay mucha competencia. Yo no sabía, por ejemplo, cómo podía hacer una carrera como las de Ilan Chester o Yordano o Guaco. Empecé a investigar y fue así como descubrí el mundo de la producción musical y la ingeniería de sonido. Por eso ingresé al Taller de Arte Sonoro de Caracas, de donde egresé con el título de ingeniero de sonido.
—¿Y después te vas a Berklee?
—No, antes de irme a Estados Unidos estudié música popular latina con el profesor José Ramón Carranza y luego estuve cinco años estudiando jazz con Gerry Weil. Mientras tanto, trabajaba tocando en fiestas privadas, bodas, cumpleaños y bautizos y en locales nocturnos. También seguía montando gaitas en los colegios. ¡Es que soy muy fan de las gaitas!
»Después de todos estos años de formación hice una audición en Berklee y fui aceptado. Allí hice simultáneamente dos carreras: la de Composición y Producción Contemporánea y la de Composición Clásica.
—¡Dos carreras al mismo tiempo! Lo tuyo nunca es sencillo y fácil, ¿no?
—No, para nada (risas).
—¿Por qué te decidiste por la composición?
—Cuando llegué a Berklee mi intención era estudiar la carrera de Ingeniería de Sonido. Pensaba que en ese campo sería más fácil conseguir un empleo estable. Pero siempre, desde Venezuela, tuve esta inquietud de hacer música para cine, solo que no sabía cómo llegar a eso.
»Recuerdo que lo conversé con un gran amigo que me dio un consejo que le agradeceré toda la vida. Me dijo: “Estás en Berklee, deberías aprovechar y estudiar música. Lo que aquí aprendas de música te va a quedar para siempre. La tecnología cambia y lo que aprendas hoy, cambiará dentro de unos años. Entonces, aprovecha y estudia música y después, cuando termines, te caes a golpes con la tecnología. Eso lo podrás aprender después”.
»Ahí empecé este camino que he ido trazando a medida que he ido caminando y que solo tenía en mi mente. Cuando salí de Berklee me fui para Nueva York y allí estuve año y medio; hasta que un amigo mío, Alejandro Moros, quien es asistente de Hans Zimmer, me aconsejó que me viniera a Los Ángeles. “Lo que tú quieres hacer está aquí, no en Nueva York”, me dijo. Me vine y viví en su casa dos meses. Para mí, él es un ángel del Cielo.
—¿Cómo empezaste en Los Ángeles?
—Empecé de la misma manera en que lo hacen todos cuando llegan aquí: enviando correos a toda la gente del medio que deseas contactar. Le escribí a muchísimos compositores, hasta que un día, a finales de 2019, Michael A. Levine me respondió. Y no lo hizo por correo, me llamó por teléfono. Me dijo que no tenía tiempo para tomarse un café conmigo, pero que en ese momento disponía de tiempo para una conversación telefónica. “Pregúntame todo lo que quieras saber”, me dijo.
Lea también: Efraín Hoffmann: «Debemos dar valor a las experiencias de la vida»
»Hablamos de muchas cosas y al final le pregunté si ofrecía pasantías en su estudio y me dijo que sí, que tenía un programa de tutoría “y eres bienvenido si quieres hacerlo”. Así empecé, haciendo una pasantía. Luego me quedé haciendo proyectos con él, todavía trabajo con él. Hago ediciones de audio para él y, además de eso, soy ingeniero de mastering de su librería de música.
»Con él empecé a escribir música, que ya ha sido utilizada en algunos programas. También empecé a escribir música para MusicMind Tracks, una empresa de Elik Álvarez, venezolano. Así fue que hice la música para la serie 100 días para enamorarnos, de Telemundo, que también se transmitió por Netflix; para Vanderpump Rules, un reality show que transmite el canal por suscripción Bravo, afiliado a la NBCUniversal; y para La suerte de Loli, otra serie de Telemundo (donde, por cierto, actúan Gabi Espino y María Elena Dávila, la hija de Chiquinquirá Delgado y Guillermo Dávila).
—¿Cómo llegaste a los oídos de Geoff Zanelli?
—El actual asistente de Geoff y yo estudiamos juntos en Berklee. En Los Ángeles volvimos a encontrarnos. Un día nos vimos y le conté lo que estaba haciendo y me dijo que necesitaban urgentemente una persona que los ayudara con la serie The first lady. Entonces me recomendó con Geoff. Así empezó todo.
—¿Qué tal es Geoff como persona?
—Él es increíble, increíble. Me ha dado muchísimas oportunidades. Ya estoy empezando a aportar mi música para un videojuego en el que estamos trabajando. También estamos produciendo un álbum de música de terror. Me ha ayudado mucho, es una persona a la que le gusta ayudar. Cuando uno le pregunta algo, te responde sin guardarse nada para sí. Quiere que la gente que está en su equipo también brille.
—Eso es muy generoso, en especial en ese mundo artístico, que es tan competitivo.
—Así es. Por eso lo resalto, por lo especial que él es con su gente, con las personas que trabajan con él. Para mí ha sido una gran experiencia.
—¿Entonces ya no tienes que trabajar amenizando fiestas para ganarte la vida?
—Eso dejé de hacerlo cuando empecé a trabajar con Geoff, porque aquí hay que trabajar 24/7. Pero eso a mí me gusta mucho; es algo que me mantiene alerta como músico. Ahorita estoy tocando en una iglesia que se llama Immanuel Presbyterian Church y una de las cosas chéveres de tocar allí es que me mantiene leyendo música todo el tiempo. Leer música en distintos estilos a primera vista es un excelente ejercicio para el músico y para el compositor. Eso no se puede abandonar, en mi opinión. Pero, efectivamente, una vez que llego aquí, la prioridad es esto, que además fue lo que siempre soñé. ¿Qué más se puede pedir?
—Leí en tu cuenta en Instagram que estuviste en el legendario Eastwood Scoring Stage. ¿Qué se siente en un lugar como ese?
—¡Imagínate lo que puede uno sentir! En la sala donde nosotros grabamos grabó Frank Sinatra New York, New York. Eso fue increíble. Para mí ha sido un honor muy grande. Me siento muy muy afortunado de poder vivir estas experiencias.
—¿Cómo estás viviendo este momento, ahora que empiezas a hacer realidad tu sueño de componer música para cine?
—A mí siempre me ha gustado vivir el presente. Y más cuando vienes de pasar momentos difíciles. Nueva York fue bastante difícil para mí. Sentí que la ciudad no me trató muy bien, me costó muchísimo conectar con la gente. Ahora en Los Ángeles tengo un grupo de amigos increíbles.
—¿Y en Nueva York no los tenías?
—En Nueva York conocía a mucha gente, pero nunca terminábamos de conectar. Esa ciudad está siempre a millón, cada quien en lo suyo.
»En Los Ángeles hay que trabajar muy duro, pero es otra cosa. Yo vengo escuchando la música de Hans Zimmer desde que era adolescente. Y ahora, el estudio donde grabo pertenece a Hans. Camino menos de una cuadra y llego al estudio. Ahorita, cuando me levanté a servirme café, miré por la ventana y pasó el ingeniero de mezclas de Hans, que está trabajando en… bueno, no, no te puedo decir en qué está trabajando… (risas).
Poder tener esta experiencia, conocer a gente cuya música escuchaba cuando era un chamo, para mí es un sueño. Yo me pellizco todos los días cuando me levanto. Es un sueño y una bendición de Dios. Me siento afortunado y bendecido, de verdad que sí.