El padre Pío fue un fraile capuchino y sacerdote católico italiano famoso por sus dones milagrosos y por los estigmas que presentaba
El padre Pío fue beatificado en 1999 y canonizado en 2002 por el papa Juan Pablo II.

Pío de Pietrelcina, también conocido como el padre Pío (Pietrelcina, Campania; 25 de mayo de 1887-San Giovanni Rotondo, Apulia; 23 de septiembre de 1968), fue un fraile capuchino y sacerdote católico italiano famoso por sus dones milagrosos y por los estigmas que presentaba en las manos, pies y costado. Nacido como Francesco Forgione le fue dado el nombre de Pío cuando ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos.
El 6 de enero de 1903, con 15 años, fue aceptado como novicio en el convento de Morcone. El maestro de novicios era el padre Tommaso da Monte Sant’Angelo, a quien el padre Pío recordaba como «un poco severo pero con un corazón de oro, muy bueno, comprensivo y lleno de caridad con los novicios».
La vida en el noviciado era muy dura, llena de ayunos y mortificaciones que influyeron en el carácter y espíritu de los novicios. Los ayudaba a discernir si tenían verdadera vocación; en este período las enfermedades que arrastraba desde niño fueron aumentando y permanecieron con él hasta el día de su muerte. El maestro de novicios testificó que fray Pío «fue siempre un novicio ejemplar, puntual en la observancia de la regla y nunca daba motivo para ser reprendido».
El 22 de enero de 1904 terminó su noviciado y pronunció sus votos temporales.
El 25 de enero de ese mismo año se trasladó al convento de Sant’Elía para continuar con sus estudios. En este convento sucede su primera bilocación asistiendo al nacimiento de Giovanna Rizzani, hija de un conocido masón y futura hija espiritual suya, nacida en Údine, Venecia, lejos de donde físicamente se encontraba el padre Pío en ese momento.
El 27 de enero de 1907 hizo la profesión de sus votos solemnes. Ese mismo año fue trasladado al convento de Serracapriola, ubicado a quince kilómetros del mar, pero le perjudicó el clima y su salud decayó. Sus superiores lo enviaron de regreso a Pietrelcina para ver si el clima de su casa le hacía bien. En esta época la gente de su pueblo confiaba en él, pidiéndole consejo, y así Francesco empezó una dirección de almas.
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