Un museo, una historia y un fantasma | Relatos del lado oscuro

Relatos del lado oscuro nos lleva a la vida y triste final de Clarita García y a entender que quizá, aún sigue ahí, cerca de su hermoso retrato. Un museo, una historia y un fantasma

El caso clásico de Uruguay, el fantasma de Clarita García de Zúñiga. Un cuadro misterioso, un museo lleno de espantos. Montevideo misterioso a sus órdenes. Un museo y un fantasma.

Créditos al canal Relatos del Lado Oscuro en YouTube

Este cuadro de una niña con mirada combativa, se encuentra en la Quinta de Raffo, en el barrio del Prado de Montevideo. Hoy, el Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes. Quien pintó el cuadro fue, nada menos que, Juan Manuel Blanes. La retratada Clara García de Zuñiga, quien fuera propietaria de la mansión y la quinta en el periodo de 1872 – 1885. Sí, la propietaria.

Tanto pintor como retratada pasaron a la historia de distintas maneras y sus destinos se cruzaron en varias ocasiones. Juan Manuel Blanes, pintó a Clarita cuando tenía 6 años. El cuadro fue uno de los primeros retratos académicos que realizó Blanes, antes de hacer su formación en esta disciplina en su viaje a Italia. Paralelamente, Clarita, después de posar para Blanes, tuvo conocimiento de cuál sería su destino programado por su padre.

Clara García de Zuñiga, nacida en Gualeguaychú el 15 de abril de 1845, hija de uno de los políticos y terratenientes más poderosos de Entre Ríos. Vivió su infancia en Argentina, hasta que a sus 9 años, su familia cambia su residencia a Uruguay, por las diferencias políticas que tenía su padre con el gobernador de Entre Ríos. Para Clara, además de sufrir por el cambio de hogar, sus padres decidieron, ya que era una niña de «espíritu muy libre», acordar un matrimonio para cuando tuviera 14 años.

Pasó el tiempo y llegó el momento, nada hizo que su padre y madre cambiaran de opinión. Clara se casó a los 14 años con José María Zubiría de 36 años, un aristócrata del Río de la Plata. Resultó, como la mayoría de este tipo de acuerdos. A pesar de ello, no dejó de rebelarse ante la cultura machista basada en las tendencias victorianas de la época. En el Montevideo de aquel momento, las mujeres de clase alta sólo podían habitar dos espacios, la casa o la Iglesia. A Clarita, ni uno, ni otro, le eran espacios cómodos, pacíficos o libres de violencia, así que habito los espacios que ella quiso, yendo a contracorriente de prejuicios y el aumento de malos tratos.

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