Fraenkel Escalante: «Me he convertido en una buena influencia»

Por Katty Salerno

Fraenkel Escalante nunca imaginó que se convertiría en una persona famosa en las redes sociales. Después de todo, la labor que él realiza no es tan glamurosa como la que promueven quienes se presentan como «influencers» en el mundo virtual. De lunes a lunes, llueva, truene o relampaguee, se levanta antes del amanecer y en la cocina de su casa, en Maracay, prepara la comida que repartirá a cuanto perrito sin hogar encuentre en su recorrido. Luego de eso se va a hacer sus cosas y a atender el pequeño negocio de venta de artículos para el hogar que mantiene con su esposa, Jansmilet.

La voz se ha corrido en las redes sociales y también entre los mismos perritos que se le acercan porque saben que les dará algo de comer. Cuando comenzó a hacerlo, hace unos diez, doce años, no recuerda con exactitud, no eran más de quince los peludos que alimentaba a diario. Hoy la cifra llega a un centenar. Al principio lo hacía con su propio dinero, porque la situación económica se lo permitía. Pero con el recrudecimiento de la crisis en Venezuela, y particularmente después de la pandemia por el coronavirus, su hermosa labor social se hizo insostenible y tuvo que aceptar la ayuda que comenzaron a ofrecerle sus seguidores en Twitter, ahora X, algo a lo que estaba renuente.

Ayuda económica, pero también el trabajo voluntario, desinteresado y anónimo de gente que aporta su granito de arena solo por amor a los animales. Es el caso de la usuaria @ligiasosa, la autora de los volantes y de la edición de los videos que suelen ilustrar y darle un toque de alegría esta maravillosa labor social.

Pero hubo un hecho particular que contribuyó a que el activismo de Fraenkel Escalante en favor de los animales en situación de calle trascendiera y llegara a oídos de mucha más gente. Fue la enfermedad y muerte, lamentablemente, de Lucas Ramón, la mascota de su familia, en cuyo homenaje hoy conocemos el Programa Lucas Ramón Cambiando Vidas. A principios de enero de 2022 el caso de este querido poodle fue tendencia durante seis días consecutivos en Venezuela. Todos los que alguna vez hemos pasado por la dolorosa experiencia de tener a una mascota enferma nos unimos en una suerte de vigilia virtual para pedir por su sanación.

El programa no se limita a dar de comer a los peludos. También incluye jornadas de esterilización, vacunación, atención veterinaria en casos de enfermedad y la búsqueda de hogares para su entrega en adopción. Una que recibió esta bendición fue Lucy Ramona, una cacri que Fraenkel Escalante rescató y cuyo caso también fue tendencia en redes sociales. Aunque la entregó a un hogar maravilloso, donde la familia de la usuaria @NataliaSR75 la cuidó muy bien, la pequeña no logró superar su estado de salud y a los pocos días murió por complicaciones respiratorias.

«La experiencia me está demostrando que lo más bonito del Programa Lucas Ramón Cambiando Vidas es que de alguna manera me he convertido en una persona multiplicadora de esta acción social en favor de los perritos en situación de calle», nos dijo Fraenkel Escalante en esta entrevista exclusiva con Curadas.com que compartimos con ustedes a continuación.

»A mí no me gusta usar la palabra «influencer» porque, lastimosamente, quienes se hacen llamar así son personas que no tienen nada o tienen muy poco que ver con el día a día de la gente, pero sí puedo decir con toda franqueza que me he convertido en una buena influencia para otros.

»He influido en personas para que vean a los animales de otra manera; he influido en personas que han comenzado a imitar esta acción social, quizá no a la escala en que lo hago yo, pero puedo asegurar que hay personas que antes no hacían nada por los animales y que hoy en día, gracias al Programa Lucas Ramón Cambiando Vidas, han comenzado a dar a los animalitos en situación de calle aunque sea una porción de arroz o un poco de agua. Eso es algo muy muy importante para mí.

—Naciste en Caracas, pero te fuiste a vivir a Maracay. ¿Por qué te cambiaste de ciudad?

—Por mi esposa, Jansmilet, con quien ya tengo treinta y cinco años de casado y dos hijos, Gabriel y Francis. Cuando la vi por primera vez, algo me dijo que era la mujer de mi vida.

»Viví hasta los veinte años en Caricuao. Allí fue donde nos conocimos el 25 de marzo de 1988, cuando ella tenía trece años y yo acababa de cumplir los quince; lo recuerdo muy bien porque mi cumpleaños es el 12 de marzo.  Yo estudiaba bachillerato y ahí me quedé, no tengo ninguna carrera profesional porque empecé a trabajar a corta edad. A los doce años ya trabajaba en la calle haciendo mandados, lavando carros, barriendo los frentes de las casas para colaborar con el sustento de la familia.

»Ella vivía en Maracay y a veces venía a visitar a una tía que vivía al frente del apartamento de nosotros, así nos conocimos. Se puede decir que fue amor a primera vista, aunque los primeros años solo fuimos amigos a la distancia. En esa época no había internet ni nada de esas cosas que hay ahora, así que agarraba un saco de monedas y la llamaba desde una caseta de la Cantv y hablábamos horas y horas.

»Esa ilusión fue creciendo y creciendo hasta que un día logré venir a Maracay a pasar un fin de semana. Me vine un sábado y regresé el domingo. Su familia me recibió con mucha amabilidad. Pasé la noche con ellos compartiendo y me regresé al día siguiente. Luego empecé a ir con más frecuencia, cada quince días. Después, ya no iba solamente sábado y domingo, sino que me iba desde el viernes. Sin darme cuenta, comencé a irme los miércoles y me regresaba la siguiente semana, hasta que un día no regresé más a Caracas.

—¿Y han sido felices?

—Por supuesto. Como le digo, ya son treinta y cinco años de casados. Tenemos dos hermosos hijos y Dios nos va a bendecir con hermosos nietos en su debido momento. Como todos los matrimonios, hemos tenido nuestras altas y bajas, pero hemos podido superar las adversidades. Treinta y cinco años se dice fácil, pero la convivencia entre dos personas es un gran reto».

En ese momento, él la invita a que se asome a la cámara a saludar y aprovechamos de preguntarle a quién quiere más Fraenkel, si a ella o a los animalitos y, entre risas, responde: «A veces, creo que más a los animalitos».

»Al principio fue un poquito fuerte, pero ya me adapté. He entendido lo que él hace y he procurado dejarle su espacio para que haga lo que le gusta. A nosotros también nos gustan los animalitos, pero él nos ganó. ¿Qué podemos hacer, pues? ¡Compartirlo! Ese es un amor que no todo el mundo sabe entregar y alguien tiene que hacerlo. Y si él es esa persona, bienvenido sea. Que haya alguien que en la calle mire por esos animalitos y les ponga un plato de comida, es perfecto».

—¿Has tenido muchas mascotas? ¿De niño las tuviste?

—No, fíjate. Ese amor por los animalitos creció fue después de viejo, si se puede decir. Esta la labor social que yo hago empezó hace unos diez o doce años, pero empezó a ser conocida hace como dos años, en medio de la pandemia y gracias a las redes sociales. Al principio lo hacía yo solo, con mis propios recursos. Era otra Venezuela, y no es que yo fuese millonario, pero sí una persona estable económicamente. Podía costearlo y no era que les daba perrarina, no. Yo cocinaba arroz, molleja, hígado, carne molida y salía a repartirlo sin necesidad de recibir recursos, como lastimosamente hoy tengo que aceptar.

—¿Hubo algún hecho en particular, más allá de tu cariño por los animales, que te motivara a iniciar este programa?

—Sí. Fueron dos situaciones, una de la mano de la otra. En la época de pandemia la crisis fue muy fuerte en Venezuela, bueno, a nivel mundial. El poder adquisitivo de la gente llegó a estar por el suelo y comenzamos a ver muchos animalitos solos en la calle, incluso perros de raza. La gente los echaba de sus casas porque no tenía cómo alimentarlos. Eran perros que estaban completamente en el hueso. Eso a mí me impactó muchísimo. Me di cuenta de que no podía permanecer indiferente ante esas escenas que estaba viendo, que tenía que hacer algo.

»Yo sé que con esto no estoy solucionando el problema de fondo, como me dice mucha gente. Pero creo que estoy ayudando algo: al menos son ochenta, noventa, cien perros que están recibiendo alimento cada día. Cuando yo comencé a hacerlo con mis recursos eran apenas doce o quince los perros a los que les podía dar su comida de forma segura. Pero un día salí y me topé con una manada de perros. Les puse la comida, pero hubo como tres que no pudieron comer porque la comida no alcanzó y que me miraron como diciéndome “yo también tengo hambre”. Eso a mí me marcó tanto que hasta me puse a llorar…

»Esa anécdota la conté en mi cuenta en Twitter y muchas personas se identificaron y empezaron espontáneamente a ofrecerme ayuda económica, pero yo estaba renuente a recibir dinero ajeno porque eso es muy delicado. Decía que no, que no y que no hasta que un día una señora me escribió por privado y me dijo que si yo en verdad amaba a los animales, debía recibir esos aportes y convertirlo en comida para esos animalitos. Y la verdad fue que las palabras de esa señora me impactaron y por eso comencé a aceptar la ayuda.

»Sin embargo, me puse dos condiciones. Una, que no le iba a pedir dinero a nadie. Quien quiera donar voluntariamente, será bienvenido.  La otra, que rendiría cuentas públicamente. Por eso es que cada vez que recibo dinero inmediatamente publico en las redes la factura de lo que se compró con ese donativo.

»Eso lo sigo haciendo hasta el día de hoy y creo que se ha convertido en mi bandera: mi bandera es mi forma de trabajar. No pretendo ser mejor ni compararme con nadie, la labor social que yo hago lo hacen también muchísimas otras personas en Venezuela. Habrá quien lo hace mejor que yo y eso es admirable. Pero a mí me da una satisfacción muy grande el que la gente sepa que fulano, mengano o perencejo o la fundación tal ayudó o salvó o cuidó o protegió a tal o cual animalito.

»“Señores, esto fue lo que se compró con los diez dólares que donó tal persona, aquí está la factura”. Si donó diez pero lo conseguí en ocho, pongo la factura con los ocho para que se sepa que lo conseguí más barato. O sea, este tipo de acciones son las que, humilde y modestamente, me han llevado a donde estoy y gracias a tanta gente que lo hace posible. Hasta ahora no ha habido una sola persona que me haya pedido explicación por el dinero que ha aportado. Y no hace falta que lo hagan porque yo las doy sin que me las pidan. Para mí eso es importante, me hace sentir bien conmigo mismo. Eso es lo que me da credibilidad a mí y al programa.

—¿Cómo llegó Lucas Ramón a tu vida?

—Hay una historia que nos marcó a nosotros como familia, tanto que decidimos no tener más mascotas hasta que nos obligaron a tener a Lucas Ramón. Porque Lucas Ramón llegó obligado.

»Cuando mis hijos estaban pequeños nos regalaron un golden retriever. De cachorro, todo fue de maravilla; pero cuando creció fue un problema porque era muy grande y los niños no podían con él. Literalmente arrastraba a Gabriel. Entonces tomé la decisión de regalarlo y empecé a buscarle una buena familia. Pero el destino me hizo una mala jugada. El destino me dio en el alma. Creo que Dios me castigó por haberlo regalado.

—¿Por qué?

—En una oportunidad, Zeus, así se llamaba, estaba en el pasillo del apartamento y pasó una señora con su hijo, un niño con diagnóstico de síndrome de Down. Como los golden son muy juguetones, Zeus se puso a jugar con el niño y este interactuaba con él sin mostrar ningún temor de que lo fuera a morder o al maltratar y yo me di cuenta de eso. La señora no vivía en el edificio, sino que iba con frecuencia a visitar a un familiar.

»Como era evidente la conexión entre Zeus y ese niño, creí que ese sería un buen hogar para el peludo. Hablé con mi hijo y lo convencí de que se lo regaláramos a ese niño. Cuando se lo propuse a la madre ella aceptó encantada y lo único que le pedí es que me permitiera llevar a los niños, sobre todo a Gabriel, que era el que se había encariñado más, para que visitaran a Zeus de vez en cuando.

»Pero cuando la llamé para que me permitiera llevar a Gabriel, que estaba triste porque no había visto a Zeus, la señora no aceptó. Me fui hasta su casa con mi hijo, pensando que al vernos nos dejaría entrar, y no lo hizo. Escuchábamos los ladridos de Zeus, pero no lo pudimos ver, la señora se negó por completo a que lo visitáramos. Después nos enteramos de que Zeus murió al poco tiempo de un infarto. Yo digo que fue de tristeza, de dolor. Eso no me lo perdono. Sufrimos mucho. Lloramos mucho. Fue bastante devastador para nosotros. Por eso decidimos no tener más mascotas, en especial por los niños.

»Un tiempo después de eso, Grecia, la perrita de mi suegro, parió nueve cachorros. Yo estuve en el parto, los ayudé a nacer. Y mi querido suegro, sin preguntarle nada a nadie, decidió regarle un cachorro a cada uno de sus seis hijos. Por eso digo que Lucas Ramón llegó a nuestras vidas obligado.

»A los dos meses de nacido nos lo entregaron. Era el más feo de la camada y terminó siendo el más hermoso de todos. Y llegamos a amarlo como a nadie. Lucas fue criado como un ser humano. Nunca nunca estuvo solo en la casa, andaba con nosotros para arriba o abajo. Cuando nos invitaban a algún lugar lo primero que preguntaba era si Lucas podía ir. Si nos decían que no, no íbamos. O no iba yo, y le decía a mi esposa que fuera ella con los muchachos.

»Era un perrito muy educado, no era de esos que velan la comida de le gente. Comía y se acostaba. Nosotros frecuentábamos un restaurante chino aquí en Maracay y nos permitían entrar con Lucas, porque él se acostaba debajo de la mesa y nadie se daba cuenta de que él estaba allí. Y cuando lo sacábamos lo llevábamos cargado como un niño.  Nunca le faltó nada. A veces comía mejor que yo. Le daba a él pollo y yo comía pasta con salchicha. Él estaba primero. Así fue criado. Todavía me pregunto por qué Dios me lo quitó tan rápido… No llegaba a los cinco años.

—¿Cuáles fueron los primeros síntomas que manifestó de su enfermedad?

—En septiembre de 2021 noté que él estaba como apático, como sin ganas. No quería comer nada. Lucas siempre fue de mal comer. Yo no sé si todos los poodle son así, pero él siempre fue flojo para comer. A veces pasaba un día o dos sin comer, eso era normal en él. Había que adularle para que comiera. Pero al verlo tan desganado, más de lo habitual, lo llevé al médico y le diagnosticaron anemia. Le mandaron un tratamiento y empezó a responder satisfactoriamente.

»El 24 de diciembre él cae, no tenía fuerzas para levantarse. Temblaba, pero pensamos que era que estaba nervioso por los fuegos artificiales. Al día siguiente lo llevamos a otra clínica y fue entonces cuando le diagnosticaron leucemia. Querían dejarlo hospitalizado, pero era una clínica sumamente costosa y no tenía los recursos económicos en ese momento. Le dije a la doctora que me indicara el tratamiento, que se lo aplicaríamos en la casa. Hablé con un familiar que es enfermera y se instaló aquí con nosotros porque todo el tratamiento había que dárselo por vía endovenosa.

»Pero fueron pasando los días y él iba decayendo más y más, el tratamiento no estaba funcionando. Se le hizo una transfusión de sangre de un rottweiler que lo levantó por dos días nada más. Al tercer día la hemoglobina volvió a caer.  Hicimos todo lo que pudimos. Hasta estuve en contacto con una señora en Alemania que se ofreció a correr con los gastos para que le hicieran un trasplante de médula ósea allá, pero no aguanto. Falleció el 16 de enero de 2022.

»Fueron muchísimas la personas que me acompañaron en ese proceso, no me puedo quejar, la verdad. Aceptar su enfermedad y luego su partida, fue muy doloroso. Y económicamente también fueron muchos los gastos, pero la misma gente, mis seguidores, colaboraron mucho con Lucas, porque había esperanza de que se salvara. Mucha, mucha gente ayudó también con sus oraciones. Eso también fue muy importante».

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Lucas Ramón fue tendencia en Venezuela durante seis días consecutivos, al comienzo de enero de 2022, por la empatía y solidaridad que despertó su caso entre los tuiteros venezolanos. Gracias a él fue que muchos llegamos a conocer la labor que realiza Fraenkel Escalante en favor de tantos peludos en situación de calle y de otros animales que requieren algún tipo de apoyo para sanar enfermedades.  De manera que su enfermedad y muerte no fue en vano: ha servido para ayudar a muchísimos de los de su raza. Intentamos consolar a nuestro entrevistado recordando este maravilloso legado que dejó Lucas Ramón, pero nuestras palabras no logran calmar su llanto. Una vez repuesto de la emoción, pudo continuar.

»Sí, es cierto eso que dice. Cuando pasó lo de Lucas yo tenía como nueve mil seguidores en Twitter. Pero a raíz de eso la cifra empezó a crecer. En cuestión de días creció a quince mil, dieciocho mil, veinte mil. Ya son más de treinta mil.

—¿Tienes cifras de cuántos animales has podido ayudar en todos tus años de labor? Digo, además de las que ofreces a diario, que dan cuenta del número de peludos que logras alimentar en cada jornada.

—Decirle una cifra exacta como tal no puedo, le estaría mintiendo, porque, lastimosamente, nunca imaginé llegar hasta donde estoy. De haberlo sabido, hubiese documentado caso por caso, desde que lo tomo hasta que lo cierro, ya sea que esté esterilizado, vacunado, entregado en adopción, curado o, lastimosamente, fallecido, poque a veces no se logra. Pero sí le puedo decir, en números redondos, que pasan de mil los casos atendidos.

»Este programa se llamaba al inicio Unidos Cambiando Vidas, después fue que se cambió a Programa Lucas Ramón Cambiando Vidas. En esa primera época llegamos a hacer labor social no solo en Maracay, sino también en La Victoria y Villa de Cura (Aragua); Maracaibo y Lagunillas (Zulia), Valencia (Carabobo), Barquisimeto (Lara), Barinas (Barinas) y Caracas. Antes de que conocieran a Lucas, el programa Unidos Cambiando Vidas ya había tenido presencia en varios estados. Ahora también estamos presentes en Nueva Esparta.

»Y no solo ayudamos a infinidad de perros y gatos, sino también a familias de bajos recursos. Mucha gente me entrega donaciones para esas familias y lo hacen porque saben que esa ayuda va a llegar a esas personas que lo necesitan, porque están completamente seguras de que ese aporte, sea un dólar, sean cien o quinientos, va a llegar donde tiene que llegar, porque yo lo documento: aquí estoy entregando cien dólares porque lo mandó fulana de tal a la familia fulana de tal. Aquí está el mercado que les hice, aquí está la factura. ¿Qué mejor prueba que eso?

—¿Te habría gustado ser veterinario?

—Hoy en día digo que sí, que me hubiese gustado. Ya decidí que en mi próxima vida voy a estudiar veterinaria (risas). Me hubiese gustado tener ese don con los animalitos. Tengo la conexión con ellos, pero también me gustaría tener la facultad de poder sanarlos de forma correcta, de forma óptima.

—¿Te asesoras con veterinarios, alguien te ayuda, por ejemplo, con los programas de esterilización? ¿Cómo llevas adelante esa parte?

—Como sabes, el programa ya llegó a Margarita y ahí es donde he hecho, si se puede decir, la labor social más completa, a pesar de que estoy en Maracay. Allá, Dios me puso un hermoso equipo de trabajo, personas amantes de los animales, gente que hoy en día está dejando el nombre de Lucas Ramón muy en alto. También he contado con el apoyo de los doctores Adolfo Perozo y Negar Farías, con quienes hemos podido hacer varias jornadas de esterilización, ambos excelentes profesionales en su campo.

»El apoyo que ha recibido este programa en Margarita ha sido muy amplio, lo que nos ha permitido planificar jornadas de alimentación, de esterilización, de quimioterapia, adopción y rescate. Hemos logrado más cosas en Margarita que en Maracay. Aquí no he conseguido un médico veterinario cuyos costos se acerquen a los que me dan en Margarita. Con lo que me cuesta aquí, yo puedo esterilizar a tres perros en Margarita.

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