El Holocausto retratado en poesías es lo que ofrece mi tercer poemario “Las Horas Negras”

Por Raquel Markus – Finckler

Escribir un libro es casi como gestar un hijo, eso lo sabemos los escritores, tal vez no es tan claro para los lectores quienes únicamente ven y perciben el producto final, sin imaginar todo lo que hay detrás: el largo proceso que se presenta desde la idea hasta la publicación, en el que la inspiración es quizás la parte más necesaria, pero también la que menos tiempo y esfuerzo amerita.

Solo quienes hemos creado, publicado, presentando y promocionado uno o varios hijos literarios sabemos lo que eso significa en trabajo, tiempo, energía, dedicación, organización y recursos materiales, emocionales, espirituales y hasta morales.

Por ello, cuando alguien te extiende una mano, te arrima un hombro, te presta un espacio, te ofrece su compañía, su apoyo, sus letras o su tiempo (que es lo más valioso que tenemos en esta vida), lo valoramos inmensamente, lo agradecemos inconmensurablemente, lo reconocemos en privado y también en público… y ese es el objetivo de estas palabras: valorar, agradecer, reconocer a todos los que me han permitido llegar hasta aquí.

Recientemente pude publicar y presentar mi tercer poemario “Las Horas Negras.  Poemas que expresan emociones de manera profunda y conmovedora relacionadas con el Holocausto», un sueño que puede realizar gracias a que los tres hermanos: Rodolfo, Tomas y Miguel Osers decidieron creer en mí y apostar por mi poesía.

Mi tercer poemario sale a la luz con el sello de la Editorial Osers & CO, y con el hermoso diseño y maquetación, así como con las conmovedoras ilustraciones realizadas por Judith Osers Muller que se suman a fotos del archivo fotográfico de las familias Markus, Aizen y Osers. En la editorial que escribieron al inicio del poemario, los hermanos Osers me honran al afirmar: “En sus páginas, Raquel utiliza la poesía como una forma de arte que permite expresar sus emociones de manera profunda y conmovedora. Al conectar con las emociones personales y familiares relacionadas con el Holocausto, la palabra poética puede tener un impacto más significativo en los lectores y generar una conexión más íntima con la historia creando una empatía al colocar al lector en el lugar de las personas que sufrieron durante el Holocausto”.

Este libro no estaría completo sin el maravilloso y muy lírico prólogo que le escribió mi buen amigo y también poeta Jesús Peñalver, quien como él mismo contó durante su presentación, se sintió muy conmovido por esta poesía dura y ruda que me salió del alma al pensar y sentir a mis abuelos paternos, sobrevivientes del Holocausto, y que lo llevaron a escribir: “Las faenas emocionales contenidas en Las Horas Negras nos llevan por angostillos y veredas, corren tras golpes de portezuelas derrumbadas, de tranqueras pisoteadas, de truenos impensables y de fríos desoladores. Cada página habla de una naturaleza a la altura de la profecía, exigida con la fuerza del mensaje entregado en el Monte Sinai. Es la carga de un pueblo convocado por la voz del mismo creador perpetuo”.

No puedo dejar de mencionar a los tres grandes intelectuales que me dejaron publicar en sus páginas sus impresiones, emociones y pensamientos después de leer mi poemario, reseñas literarias que lo engalanan y complementan. Me refiero al embajador Milos Alcalay, Presidente de Espacio Anna Frank, quien expresa en sus palabras: “Con un tono sumamente íntimo (la escritora judeo-venezolana) nos invita al reconocimiento de la compleja herencia sentimental que traen consigo descendientes y sobrevivientes del crimen contra la humanidad más atroz de todos los tiempos: una herencia que se asienta en el difícil contraste entre el dolor y la esperanza que ha dibujado un proceso generacional único e irrepetible”; al periodista, escritor y poeta José Pulido, quien afirma: “El libro de Raquel posee un aura de salmo y eso lo convierte en una oración emanada del alma femenina, de la vitalidad solidaria de la mujer. Una solidaridad insertada, generación tras generación, en un pueblo que ha fallecido desvalido unas cuantas veces”; y al poeta, escritor y profesor Rafael Rattia, cuya pluma dicta: “(Raquel) eres la amanuense de un mundo trunco que arrancado de cuajo de la historia universal de la doliente humanidad hostigada, encarnecida, vilipendiada, perseguida, sometida a los peores tormentos a que pudo ser sometida la cultura y la civilización a la que tú perteneces por antonomasia y por derecho de primogenitura”.

Este agradecimiento es extensivo a las tres instituciones que avalaron la publicación de este poemario y que me han estado apoyando en su difusión y en sus presentaciones: Espacio Anna Frank, el Círculo de Escritores de Venezuela y la Fraternidad Hebrea B´nai B´rith.

Como autora de Las Horas Negras quiero dejar claro que en este libro no pretendo ponerme en los zapatos de quienes vivieron y sufrieron el horror que significó la persecución y aniquilación sistemática, auspiciada por el estado, de los judíos europeos por parte de la Alemania nazi y de sus colaboradores entre 1933 y 1945. Yo no pasé por ello, no logro imaginarme lo que se debe haber sentido estar atrapado dentro de esa feroz e inhumana maquinaria, y no pretendo hacerlo en mis poemas.

Las Horas Negras refleja lo que mis abuelos paternos, y otros sobrevivientes que he conocido a lo largo de mi vida, lograron transmitirme sobre el dolor, la tristeza, la desesperación, la soledad, el miedo, la rabia que atravesaron en un viaje físico y emocional que les permitió salvarse del Holocausto, salvar sus vidas y escapar como pudieron de la muerte, la deshumanización y la destrucción total.

Mis abuelo paternos Mordejai y Haike Markus sobrevivieron y buscaron refugio en las hermosas, amables y muy humanas costas venezolanas, en donde pudieron comenzar sus vidas nuevamente, formar una familia; trabajar, vivir y aportar en una sociedad que los valoraba, en donde eran bienvenidos y necesarios. Ellos me ensañaron que se puede trabajar para crear luz sin importar que por dentro estemos llenos de sombras. Ellos no quisieron transmitirme la tristeza y el dolor que seguramente llevaban por dentro debido a todo lo que dejaron atrás, por todo lo que perdieron en su periplo hacia la vida.

La primera presentación formal de mi tercer poemario tuvo lugar el pasado lunes 27 de noviembre en el marco de la Feria del Libro del Oeste de Caracas FLOC UCAB 2023 organizada por la Universidad Católica Andrés Bello. En esa oportunidad me acompañaron, en orden de presentación: Tomas Osers, editor y presidente del Comité Venezolano de Yad Vashem; el abogado, escritor y poeta Jesús Peñalver (autor del prólogo); el abogado Luis Alejandro Aguilar Pardo; mi niña grande Samantha Finckler Markus, quien además de conducir el evento, declamó uno de sus poemas; y alguien que, sin duda alguna, me ha robado el corazón: Don Rodolfo Izaguirre, a quien quiero dedicar unas palabras.

Don Rodolfo, es un hombre brillante, sensible, sabio y agudo, que no solamente accedió a acompañarme en la presentación de Las Horas Negras realizada en la UCAB para relatar uno de los momentos más dolorosos de su vida como sin duda fue su visita al campo de exterminio de Auschwitz, ubicado en Polonia; sino que también me dedicó unas emotivas y conmovedoras palabras en su más reciente columna publicada en Curadas y que llevó por nombre “Inventaron el Holocausto”, en las que expresó: “Vino hacia mí el Holocausto porque así lo dispuso el reciente y estremecedor poemario de Raquel Markus-Finckler, titulado “Las Horas Negras” (2023) y también se me abalanzó el recuerdo de mi primera estadía en Cracovia durante su festival cinematográfico”.

“Inventaron el Holocausto” es el segundo artículo que Curadas le dedicó a mi más reciente poemario, el primero de ellos fue titulado “De escribir para existir donde reside la belleza a las horas negras”, y está firmado por mi buen amigo y admirado poeta Jesús Peñalver, quien en estas letras comparte el texto que ofreció en la presentación de la UCAB, las cuales finalizó con un poema llamado “17 de noviembre” y que me dedica a mí y a su experiencia mientras escribía el prólogo de Las Horas Negras, los versos finales de este hermoso poema dicen: “Aplausos para Raquel. Si bien ella arrastra consigo el dolor de muchas horas negras, puede volar en las alas de la poesía, y también sabe sonreír cuando los amigos celebran un nuevo amanecer”.

Agradecida en alma, mente y corazón, conmovida hasta las lágrimas reconozco y valoro la generosidad de todas las personas e instituciones mencionadas en estas letras, y sumo un reconocimiento más… uno especialmente dedicado al medio que más ha abierto sus puertas para dar a conocer mi obra como poeta: Curadas. Mi más sincero agradecimiento a la increíble Loly Viloria y a todo su equipo. Gracias por prestarme sus espacios virtuales para poder llegar por medio de ellos a todos sus lectores y seguidores. Les agradezco todo lo que han hecho y hacen por mí y por la proyección de mi vocación como escritora.

Dejo por aquí el compromiso de realizar otros eventos y presentaciones para seguir dando a conocer el poderoso mensaje contenido en las páginas de Las Horas Negras, pues este mundo necesita más horas de entendimiento, empatía, coexistencia y conexión entre seres humanos y muchas menos horas oscuras que solo dejan a su paso vacío, desolación y muerte. Toca seguir apostando por la vida, siempre por la vida.

LA VIOLINISTA EN EL TEJADO de Raquel Markus – Finckler (Las Horas Negras)

Yo también soy violinista en el tejado

haciendo acrobacias para no caer,

mientras combino mi miedo, mi olvido y mi fe.

Soy una equilibrista desvelada

como todas las que portamos nombres de matriarcas,

como todos los que heredamos nombres de patriarcas.

Llevamos un saco repleto de herencias y legados

y una canción dolida que hemos traído de lejos,

cantos que recuerdan que también hemos vagado en el desierto.

Mi melodía no siempre es afinada y mucho menos atinada,

pues es difícil interpretar una partitura lapidaria,

mientras nos jugamos la vida entre la ira y el desprecio.

Aprendí a hacer malabares con los sueños

y a tejer esperanzas con los amuletos,

mientras enciendo lámparas ancladas a techos.

Vengo del polvo y la ceniza,

vengo de la urgencia y de la prisa,

vengo de la huida y la caída.

Voy caminando en el borde del pasado

entre nuevos comienzos y mis pasos inciertos,

y sigo buscando una brisa que me sople a favor.

Mis abuelos me dejaron un terreno en el silencio,

una historia dividida a la mitad y un futuro que no logro adivinar.

Soy violinista, equilibrista, masoquista e idealista.

Una artista que todavía arrastra su fe por los tejados.

¿Qué opinas?