Jonathan Quantip: «La adrenalina que se siente al atender una emergencia vale más que el almuerzo a tiempo»

Jonathan Quantip recuerda con claridad los días de su infancia cuando recorría la Cota Mil desde El Marqués, donde vivía, hasta su colegio, La Salle La Colina, mientras escuchaba en la radio los reportes del tránsito que hacía Juan Manuel La Guardia, el popular Sargento Fullchola.

Entonces, no imaginaba que terminaría haciendo lo mismo: hoy es uno de los más reconocidos reporteros del tránsito del programa Traffic Center que transmite la emisora FM Center. Pero no se conformó con eso. También es presidente de Ángeles de las Vías, una ONG que fundó en 2018, junto con la arquitecto Zully Rodiz y el doctor Luis Richard, que integra a unos treinta voluntarios de distintas profesiones, incluidos médicos y enfermeros. Un camino que no buscó, sino con el que se encontró pero que supo reconocer al instante y del que se siente satisfecho, a pesar de los riesgos y el enorme estrés que conlleva. «La adrenalina que se siente al atender una emergencia vale más que el almuerzo a tiempo», dijo en esta entrevista exclusiva con Curadas.com.

Nacido en Caracas, en una típica familia de clase media, ha tenido una vida un tanto nómada debido a que su padre, que trabajó siempre con contratistas de PDVSA, debía trasladarse constantemente a zonas donde lo requiriera la industria petrolera.

«Estudié en el colegio La Salle La Colina hasta tercer año de bachillerato. No pude graduarme allí porque tuvimos que mudarnos a Falcón, por el trabajo de mi papá. Ese colegio me formó no solamente en lo religioso, sino como ser humano, en especial por los valores por el trabajo y la responsabilidad que me inculcó, por la conciencia social que me sembró a través de la educación. Eso me marcó y es, en gran parte, responsable de lo que soy ahora. Eso no lo veía en ese momento y mucho menos en mi época adolescente, rebelde. Pero hoy entiendo que gran parte de lo que soy ahora se lo debo a haber estudiado en La Salle.

»Recuerdo que en esa época vivíamos en Horizonte, en El Marqués. Para ir al colegio cruzábamos la Cota Mil y en el trayecto íbamos escuchando en la radio a Juan Manuel La Guardia, el precursor en esto de los reportes del tránsito en Caracas, un gran innovador que rompió muchos paradigmas y a quien respeto mucho, es un gran referente. Imagínate, hoy somos compañeros en FM Center y compartimos la afición por las motos.  

»Luego comencé a estudiar Comunicación Social en la Universidad Santa María, pero no me gradué. Empezando la carrera me enteré, casualidades de la vida, de que estaban buscando asistentes de producción en Caracas 92.9, que en ese momento era la emisora que escuchaban todos los jóvenes en Caracas, la de mayor rating entre la juventud. Entonces me postulé y me contrataron. Mi conexión con la radio fue inmediata. “Esto es lo mío”, pensé. La radio para mí representaba libertad y creatividad. Sentí un poco de cosas que jamás había experimentado en trabajos anteriores. Me enganché de una con la radio.

»En ese momento tuve un pequeño periodo de locura de mi vida. Me ofrecieron trabajar en televisión y me fui a RCTV como asistente de producción en programas dramáticos. A mí nunca me gustó ese género, así que no entendí por qué acepté hacer eso. Fue terrible, la verdad (risas). Estuve como un año en eso y apenas tuve la oportunidad, regresé a la radio. Así fue como llegué a FM Center, en 2003 o 2004, no recuerdo con exactitud. Seguí haciendo radio juvenil en Hot 94, en un programa que salía al aire en las noches, hasta la madrugada. Y volví a sentirme a gusto, pues tenía la libertad de hacer cosas que no se podían hacer en otros horarios.

»Llevaba dos años en eso cuando me dicen que van a abrir una plaza para el programa Traffic Center, que ya tenía más de treinta años al aire. Era la época en que Alejandro (Cañizales, ya fallecido) hacía los reportes desde el helicóptero. Los que trabajábamos en cabina no entendíamos por qué nos tenían que interrumpir nuestros espacios con los reportes del tráfico, lo veíamos como un saboteo. Digamos que había un pequeño conflicto con eso, aunque sabíamos que ese programa era un fenómeno porque todo el mundo lo escuchaba.

»Yo quería optar por el puesto, el detalle era que no manejaba moto. Cuando me entero de que mi jefe era el que estaba entrevistando a los aspirantes, fui a su oficina y le dije que no buscara más porque no había nadie mejor que yo para ese puesto. “Yo soy el tipo”, le dije, así de impertinente. “Está bien, vamos a hacerte una prueba”, me respondió. Me la hizo y de una vez me dijo que sí. Así de escabrosa fue mi llegada a Traffic Center (risas). Ya yo estaba acostumbrado a estar en la calle, por lo que este puesto de reportero del tránsito cuadraba perfecto conmigo.

—¿Cómo resolviste lo de la moto?

—Al principio hice los reportes en carro. Cuando me entregaron la moto, tuve que ir a buscarla a un galpón en la avenida Nueva Granada. El chamo que me estaba atendiendo me vio tan nervioso que me propuso que diera unas vueltas dentro del local para que me familiarizara con la máquina. Entonces di como tres vueltas, me puse el casco y salí de allí manejando la moto, sin haberlo hecho nunca antes. ¡Yo mismo no me lo podía creer! Toda la vida he tenido destreza para manejar, nunca me ha costado manejar ningún tipo de vehículo. Sabía, pues, que era solo cuestión de práctica.

—¿Cuándo decidiste convertirte en paramédico?

—Una cosa me llevó a la otra. Cuando comienzo a trabajar en Traffic Center tomo conciencia de que esto es un servicio público. Aunque es un programa radial y que, como tal, genera ingresos porque hay clientes o patrocinantes, también tiene implícito un componente de servicio público. Y eso solo lo entendemos los reporteros del tránsito por la gratitud que nos manifiesta la gente. Eso es increíble. ¡No sabes las cosas hermosas que nos ha dicho la gente a lo largo de estos años! Entonces, ese concepto de servidor público que está implícito en este trabajo que realizamos para Traffic Center fue migrando hacia un verdadero servicio a los caraqueños.

—¿Cómo fue ese proceso?

—Yo no era ya el típico reportero que informaba solo si el tráfico estaba paralizado en tal sitio porque había una protesta. No, yo iba y le preguntaba a la gente por qué estaba protestando, cuál era el problema que les afectaba, empecé a involucrarme con los hechos. Si veía a alguien que estaba accidentado y podía ayudarlo, lo ayudaba. Si había un vehículo en un sitio peligroso y podía ayudar a que salieran de esa vía hacia otra donde estuviesen más seguros, lo hacía. Claro, todo dentro de mis posibilidades.

»Una parte muy muy importante de mi trabajo es reportar los accidentes de tránsito y también empecé a involucrarme con esos hechos. Al llegar a los sitios de los accidentes me fijaba en el trabajo que hacía al personal de atención de emergencias para asistir a los lesionados. Pude ver de primera mano la importancia de la inmediatez al momento de atender una emergencia. También vi las enormes carencias que tiene el personal de atención de emergencias para hacer su trabajo y el déficit de personal, unidades y recursos de nuestra ciudad en esta materia.

»Entonces, comencé a tener un papel más activo en esta área. Al principio me limitaba a notificar de los sucesos a los organismos de atención de respuesta. Si veía un accidente, los llamaba y llegaban rápido porque confiaban en lo que yo les informaba. Un día llegué con mi moto al lugar de un accidente en la Cota Mil, a la altura de Maripérez. Un muchacho de veinticinco de años, trabajador de Globovisión, había impactado con una camioneta. Cuando llegué estaba tendido en el pavimento, inconsciente, pero respiraba. Yo no sabía cómo ayudarlo, así que hice lo de siempre: llamar al personal de respuesta de emergencias. Llegaron muy rápido, a los tres o cuatro minutos, pero ya el muchacho había fallecido. Le hicieron reanimación cardiopulmonar (RCP) y no lo lograron. Cuando es un paro por causas traumáticas es bastante difícil que haya éxito.

»Ese día me fui para mi casa sintiéndome muy mal porque no había podido hacer más para ayudar a ese muchacho. Eso nunca me lo pude sacar de la cabeza, no me lo perdoné. En ese momento decidí capacitarme para poder hacer algo en esas situaciones, para nunca más volver a quedarme de brazos cruzados ante una situación como esa.

»Pero ese hecho también hizo que tomara conciencia de que las emergencias siempre me han perseguido, de que son algo recurrente en mi vida. Me ha pasado con mucha frecuencia que llego a un lugar y hay alguien sangrando o que necesita ayuda.  Estoy convencido de que yo no elegí ser paramédico, a mí me eligieron para hacer esto. Todo ha sido fortuito, todo me ha caído, me ha llegado.

»Y fíjate en esto que te voy a contar. Es otra historia increíble, una conexión muy especial que tuve con el doctor Pablo Ottolino, un brillante cirujano de trauma y profesor del hospital Domingo Luciani. En una emergencia con un paciente que llevamos a la clínica La Arboleda, empecé a preguntarle cosas para entender lo que estaba pasando. Cuando él supo quién era yo y por qué estaba ahí, me invitó a hacer el curso de Atención de Emergencias del Domingo Luciani, que era el mejor en esa materia que se dictaba en ese momento en Venezuela.  De hecho, fui el único de ese curso que no era médico, todos los demás cursantes eran médicos. Por eso te digo que esto no lo busqué, me llegó. Simplemente fue cuestión como que de abrir los ojos y darme cuenta de que esto era lo que tenía que hacer.

—¿Qué formación deben tener los paramédicos en Venezuela?

—En el mundo, en términos generales, el personal que atiende emergencias debe estar capacitado y certificado. En Venezuela no existe la figura del paramédico en el marco jurídico. Existen los médicos, los enfermeros, personal de otras áreas relacionadas con la salud, pero no la del paramédico. Debido a esto, la gran mayoría de los paramédicos se han capacitado con cursos o diplomados. Ahora hay universidades que están ofreciendo la carrera de Emergencias Médicas con la que se obtiene un título de técnico medio. Pero la realidad es que en el marco legal no existe, aunque hay mucha gente laborando en esta área. Desde hace años se viene trabajando para que haya un marco legal que cubra al personal de atención de emergencias, pero hasta ahora no se ha materializado.

—¿Cuál ha sido el día más duro que te ha tocado vivir como paramédico?

—No es fácil responder esa pregunta, porque la realidad es que no todo el tiempo las cosas son color de rosa. Esto es un trabajo difícil y con muchas cosas en contra. Ha habido situaciones terribles, como el accidente que ocurrió en diciembre pasado en la autopista Gran Mariscal de Ayacucho. O el accidente que ocurrió en la carretera Panamericana, hace ya varios años, con una gandola de gasolina que se incendió. Este tipo de situaciones con saldos masivos de víctimas son muy difíciles de manejar emocionalmente.

»Pero te puedo hablar de un caso en particular que ha sido para mí de los más difíciles en mi historia en atención prehospitalaria. Recientemente, un gran amigo, compañero acá en nuestra sede en el centro comercial Concresa, un paciente diabético e hipertenso, empezó a sentirse mal, a tener fiebre y, como muchísimos venezolanos, no contaba con recursos para ir a una clínica privada o a un centro asistencial de calidad. Era evidente que tenía un problema viral; lo estuvimos monitoreando durante una semana y registró una leve mejoría.

De repente, tuvo una recaída fuerte y fue para un CDI donde, digamos, medio desestimaron su caso. Esa noche, como todos los días anteriores, lo estuvimos evaluando y lo encontramos en muy malas condiciones. Pero cuando decidimos trasladarlo, entró en paro. Tratamos de estabilizarlo, estuvimos como una hora tratando de reanimarlo, pero, lamentándolo mucho, no pudimos hacer nada. Es muy difícil cuando se trata de un amigo, de alguien a quien ves todos los días, que conoces a su familia. Yo creo que ese ha sido el caso más duro para mí.

—¿Y el más satisfactorio?

—Haber podido ayudar a un corredor durante la maratón de la CAF (que se corrió en Caracas el 17 de marzo de este año). En todo mi tiempo como paramédico nunca había logrado sacar una persona de un paro cardíaco con RCP. No es fácil; sin un desfibrilador externo automático (DEA) las probabilidades no superan el 3 % y en Caracas es difícil encontrar un DEA. Nosotros, Ángeles de las Vías, tenemos uno en la ambulancia, pero no todo el tiempo tienes la unidad ahí para atender la emergencia.

»El paro es algo que se debe atender al momento. Por cada minuto que transcurre desde que una persona entra en paro, se reduce 10 % la probabilidad de salir. Entonces, si pasan diez minutos, pues ya no hay probabilidad de sacar la persona del paro, no hay probabilidad de que sobreviva. Si pasan cinco minutos, tiene 50 % de posibilidades, pero puede tener secuelas graves.

»No te puedo explicar con palabras lo bien que se siente saber que pudimos salvar a ese señor. Nosotros sabemos que nuestro trabajo es salvar vidas, eso es evidente. Y es un trabajo de hormiguita porque son pequeños detalles, maniobras puntuales y oportunas que sabemos que hacen la diferencia. Pero no todo el tiempo lo puedes palpar de una manera tan fehaciente. Saber que esa persona iba a morir pero que gracias a lo que hiciste no pasó, no siempre resulta tan evidente. Una persona que está en paro cardiorrespiratorio está muerta. Una persona que no respira, que no tiene latidos en el corazón, está muerta. Revertir esa situación es lo que todos los paramédicos apuntamos a lograr en algún momento de nuestras vidas.

»Sacar a ese paciente en paro fue algo completamente fortuito. Llegamos al punto donde él se encontraba por pura casualidad. Estábamos en dos motos y yo no pude cruzar la vía, por lo que me quedé a esperar para poder cruzar. En ese momento, a unos tres metros de donde yo estaba, veo caer al señor. Como te digo, fue algo fortuito. Si no hubiésemos estado ahí, ¿alguien más hubiese sabido identificar lo que estaba pasando y hubiese iniciado la maniobra de resucitación?

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»Por eso insistimos en que el RCP es algo que todo el mundo debería saber hacer, porque cuando ocurre una emergencia de este tipo y no hay un médico o un paramédico al lado, se puede perder esa vida. Fue un milagro que yo estuviese al lado de ese señor ese día, porque las probabilidades de que hubiese estado cerca una persona que supiera hacer esa maniobra, son escasas. Entonces, mientras más personas se capaciten y aprendan a hacer la maniobra, más probabilidades hay de que las personas sobrevivan. Esa es la realidad y es lo que también nos debe quedar como ganancia de todo esto.

»Y quiero enfatizar que esto no fue un logro mío ni de Ángeles de las Vías. Esto tiene que verse como un logro de la atención prehospitalaria en Venezuela, que siempre ha sido ignorada, siempre ha sido puesta a un lado. El personal de atención de emergencia es muy mal pagado, con unos horarios de trabajo terribles, muy poca compensación para el esfuerzo que hacen y que se haya hecho pública una maniobra que logró cambiar el resultado de lo que iba a suceder en ese momento, que esa persona esté hoy en su casa con su familia, eso es un logro de la atención prehospitalaria venezolana. Así tiene que verse, para que se le dé la importancia vital que merece esta profesión.

»Para mí también fue particularmente satisfactorio el trabajo que hizo Ángeles de las Vías durante la pandemia de la covid-19, en un momento en el que la verdadera emergencia en el país, lo que estaba matando a la gente, no eran los accidentes, sino el coronavirus. Nosotros tuvimos que aprender sobre la marcha, como todo el personal de salud, a trabajar con esto y al final lo aprendimos muy bien. Tuvimos un grupo de médicos voluntarios en ese momento que asumió las riendas de esto al ver el colapso del sistema de salud, tanto el privado como el público.

»En vista de que no estaban aceptando pacientes porque estaban completamente saturados y de que había un alto índice de mortalidad, nos dimos cuenta de que no podíamos seguir trasladando enfermos. A un paciente lo tuvimos durante dieciocho horas en la ambulancia porque no conseguíamos a donde llevarlo. Entonces asumimos la responsabilidad de hospitalizar a los pacientes en sus casas, donde eran atendidos por nuestros médicos; así comenzamos a dar atención a domicilio a pacientes con covid.

»Llegamos a tener doce pacientes hospitalizados a un mismo tiempo, doce pacientes a los que visitábamos todos los días para evaluarlos y pasarles tratamiento. Y fue una atención gratuita. Lo único que ponían los pacientes o sus familiares eran los medicamentos y pagaban los exámenes que tuvieran que hacerse, porque son costosos y nosotros no tenemos cómo cubrirlos.

»Logramos hacer un total de 916 atenciones en un año y no se nos murió un solo paciente. Es fácil decirlo, pero no ejecutarlo. Eso fue un gran logro para nosotros. Atendimos pacientes en El Cementerio, en Cotiza, en Petare, en El Cafetal, o sea, de todos los estratos sociales, inclusive gente que tenía recursos para ir para un centro privado pero que decía que quería que nosotros los atendiéramos. Todos los pacientes que atendimos se recuperaron y eso para mí, al menos hasta ahora, ha sido el trabajo más increíble que hemos hecho como ONG. Nada ha podido superar eso.

—La vida de ustedes es muy estresante…

—¡Pero a nosotros nos encanta! La adrenalina que se siente al atender una emergencia vale más que el almuerzo a tiempo. El descanso al final del día se nos olvida cuando estamos en modo atención de emergencias. Y, bueno, es como todo, también hay días suaves. Pero hay otros en los que no paramos, no descansamos. No es sencillo, pero, como te dije, a nosotros nos encanta salir corriendo a atender una emergencia y llegar de forma oportuna. Creo que es el objetivo de todo el personal que atiende emergencia, es la prioridad.

»En Ángeles de las Vías tenemos más de treinta voluntarios que son el músculo de la organización, son los que montan guardia y atienden a diario todo tipo de emergencias (pueden contactarlos a través de su número de WhatsApp disponible en su cuenta en Instagram) sin ninguna otra recompensa que no sea saber que están haciendo lo correcto en el momento correcto y de la forma correcta. Esa es la recompensa que todos tenemos aquí: saber que estamos haciéndolo bien y que estamos haciendo lo debido.

—¿Cómo haces con tu familia? ¿Tienes esposa, hijos?

—No tengo hijos. Tengo mi pareja, que comparte conmigo esta labor de la atención de emergencias. Yo hago dos cosas en mi vida: trabajar, tanto con Traffic Center como con los Ángeles de las Vías, y montar bicicleta.  En esas dos cosas empleo mi tiempo y de verdad soy feliz así porque, honestamente, estoy haciendo lo que me encanta hacer. Las veinticuatro horas del día estoy haciendo lo que me gusta y creo que eso es una bendición. Creo que no todo el mundo puede darse el lujo de decir eso, ¿no?

»Soy un ciclista empedernido. He pasado diecisiete horas continuas pedaleando y busco superar ese registro. Ahora estoy en una disciplina llamada gravel, que es como un híbrido entre bicicleta de ruta y bicicleta de montaña, que te permite hacer muchísima distancia. Ya son unos quince años montando bicicletas. Es mi gran pasión, mi verdadera pasión. ¡Es lo que más disfruto hacer en este planeta!

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1 comentario en «Jonathan Quantip: «La adrenalina que se siente al atender una emergencia vale más que el almuerzo a tiempo»»

  1. Excelente labor y excelente articulo…al fin leo algo que deja ver la calidad humana de un ser que cumple con: amar a tu prójimo como a ti mismo. Gracias Jonathan por el trabajo de hormiguita que realizan y te felicito por haber encontrado la esencia de la razón de su existir.

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