Procrastinar: el arte o la maña de dejar todo para después +Video

Todos lo hemos hecho alguna vez…

Pero otros lo hacen casi siempre

Descubre por qué aplazamos tareas y cómo nos afecta

Procrastinar: el arte o la maña de dejar todo para después

Confesémoslo: ¿quién no ha sentido la tentación irresistible de aplazar esa tarea importante, ese correo crucial, o incluso algo tan simple como lavar los platos?

Ese impulso de «lo hago después» tiene un nombre elegante: procrastinación.

Es una experiencia casi universal, un comportamiento que nos lleva a dejar todo para después, a pesar de saber que probablemente no sea lo mejor para nosotros a largo plazo.

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Pero, ¿qué significa realmente procrastinar y por qué parece ser la banda sonora de nuestras vidas modernas?

Si desarmamos la palabra «procrastinar», encontramos sus raíces en el latín. Viene de «pro-«, que significa «adelante», y «crastinus», que quiere decir «del mañana».

Así, literalmente, procrastinar es «dejar para mañana» o «moverse hacia mañana». No es simplemente pereza, aunque a menudo se confunda con ella.

La pereza es la falta de ganas de hacer algo por falta de energía o desinterés.

La procrastinación, en cambio, es decidir no hacer algo a pesar de tener la energía o el interés, generalmente en favor de algo menos importante o más placentero en el momento.

Es una batalla interna entre el yo presente que busca alivio inmediato y el yo futuro que sufrirá las consecuencias.

¿Por qué ahora hablamos más de la procrastinación?

Puede parecer que la procrastinación es un invento moderno, pero como vimos, la palabra viene del latín, ¡tiene siglos de antigüedad!

Sin embargo, es cierto que hoy en día la nombramos y la estudiamos mucho más.

¿Por qué? Quizás porque la vida moderna nos bombardea con más opciones y distracciones que nunca. Las exigencias laborales y personales a menudo son abrumadoras, y la tentación de escapar es constante.

Además, el simple hecho de tener acceso a tanta información y a la experiencia de otros hace que compartamos más abiertamente nuestras dificultades, incluida esta tendencia a aplazar.

Antes, quizás simplemente nos sentíamos «vagos»; ahora, ponemos nombre a ese comportamiento complejo.

La trampa digital: las Redes Sociales y la procrastinación

Hablando de distracciones, no podemos ignorar el elefante en la habitación digital: las redes sociales e internet en general.

Son herramientas maravillosas, sí, pero también maestros consumados de la gratificación instantánea.

Un scroll rápido por Instagram, un video corto en TikTok, una revisión de Twitter… ¡y de repente ha pasado una hora!

Son escapes perfectos de la tarea que nos parece difícil, aburrida o tediosa.

Nos ofrecen pequeñas dosis de placer fácil que nos desvían del esfuerzo necesario para abordar lo importante. Es una pareja tóxica para nuestra productividad.

La cara oscura: procrastinar puede tener un vínculo con la depresión

Es crucial entender que, si bien casi todos procrastinamos alguna vez, en algunos casos, esta tendencia puede ser una señal de algo más profundo.

Existe una relación compleja entre la procrastinación crónica y la depresión.

No es que procrastinar cause depresión directamente, pero pueden alimentarse mutuamente.

Sentimientos de desesperanza, falta de energía, dificultad para concentrarse o iniciar actividades (síntomas comunes de la depresión) pueden hacer que empezar una tarea sea una montaña imposible de escalar.

A su vez, aplazar constantemente las responsabilidades puede generar sentimientos de culpa, frustración y baja autoestima, empeorando el estado de ánimo y perpetuando el ciclo de la depresión.

Si sientes que tu procrastinación es abrumadora y se acompaña de otros síntomas de bajo ánimo persistente, es importante buscar ayuda profesional.

¿Hay algo bueno en dejarlo para después?

Ahora bien, ¿es siempre negativa la procrastinación?

Algunos teóricos sugieren que, en casos muy específicos y raros, un poco de aplazamiento podría permitir que las ideas «marmiten» en nuestra mente, llevando a soluciones más creativas o a una mejor comprensión de la tarea.

Otros argumentan que a veces procrastinamos una tarea para dedicarnos a otra que es genuinamente más urgente o importante en ese momento.

Sin embargo, seamos honestos: la mayoría de las veces, cuando procrastinamos, no estamos haciendo algo más productivo, sino algo menos demandante.

La supuesta «procrastinación productiva» es, en muchos casos, una justificación ingeniosa. La clave está en la intención y el resultado; ¿es una elección consciente de priorización o una evitación impulsiva por incomodidad?

Procrastinar es más que pereza

Es un comportamiento humano complejo, alimentado por nuestras emociones, el entorno digital y a veces, relacionado con estados de ánimo más bajos.

Entenderla es el primer paso. Reconocer cuándo y por qué lo hacemos, especialmente cuando nos lleva a dejar todo para después, nos da el poder de empezar a cambiar ese patrón.

No se trata de ser perfectos, sino de ser más conscientes y, quizás, de intentar dar ese primer pequeño paso, aunque sea un poquito antes de la fecha límite.

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