Inteligente en la quiebra: por qué muchos cerebritos están pelando

¿Cómo es posible que esa persona tan brillante, tan inteligente, con tantas luces, esté en la quiebra o ande siempre «pelando bolas»?

El mundo está lleno de gente con un coco privilegiado que, sin embargo, parece tener dos manos izquierdas para las finanzas.

Y es que, aunque suene a paradoja, la inteligencia académica o teórica no viene con un manual para hacer billetes, y a veces, incluso puede ser un obstáculo.

Por qué el inteligente está en la quiebra: muchos no saben hacer dinero

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La inteligencia no es un cheque al portador

¿Más listo, más plata? No es tan fácil mi pana.

Es fácil caer en la trampa de pensar que, si eres muy inteligente, el éxito económico vendrá solito, como por arte de magia.

Pero la realidad es otra.

Tener un coeficiente intelectual por las nubes, una capacidad de análisis brutal o una memoria fotográfica puede abrirte puertas en el mundo académico o en profesiones muy especializadas, pero no te garantiza una cuenta bancaria abultada.

La inteligencia, en su forma más tradicional, es solo una herramienta.

Imagínate que tienes la navaja suiza más completa del mercado: un montón de funciones útiles, pero si no sabes cuál usar para cada tarea, o si solo te dedicas a admirar lo bonita que es, no te va a servir de mucho para construir una casa, ¿verdad?

Con la inteligencia pasa algo parecido.

Puedes ser un genio resolviendo ecuaciones complejas, pero eso no significa que sepas cómo invertir tu dinero, negociar un aumento o identificar una buena oportunidad de negocio.

El dinero, amigo mío, se mueve en un terreno donde otras habilidades, a menudo subestimadas por los más «cerebritos», son las que mandan.

Hablamos de la inteligencia emocional, esa capacidad para entender y gestionar tus propias emociones y las de los demás, que es clave para el networking y las ventas.

También está la inteligencia financiera, que no es otra cosa que saber cómo funciona el dinero, cómo hacerlo crecer y cómo no despilfarrarlo.

Y no olvidemos la «calle», esa astucia o malicia indígena que te permite oler las oportunidades y los riesgos a kilómetros.

Muchas veces, una persona con un nivel de inteligencia «normal» pero con estas otras habilidades bien afiladas, le saca una morena a quien solo tiene cabeza para los libros.

Ni tan inteligente pero lejos de la quiebra: cuando ser «menos coco» te da una ventaja para el bolsillo

Aquí es donde la cosa se pone interesante.

A veces, no tener una mente tan analítica o no pasarse la vida cuestionándolo todo puede ser una ventaja para hacer plata.

Piensa en esto: la persona que no le da tantas vueltas a las cosas, que es más de acción que de reflexión, a menudo toma riesgos que el intelectual puro evitaría.

El miedo a equivocarse, el análisis excesivo que lleva a la parálisis («análisis parálisis», le dicen), o el perfeccionismo extremo pueden frenar a la persona más brillante.

Quieren tenerlo todo tan controlado, todas las variables previstas, que al final no se lanzan.

Mientras tanto, otro, quizás con menos luces académicas pero más arrojo y enfoque en el resultado, ya montó el negocio, ya hizo la inversión, y aunque cometa errores, aprende sobre la marcha y sigue adelante.

Además, hay gente que, sin ser lumbreras en física cuántica, tienen un don natural para conectar con la gente, para vender hasta piedras si se lo proponen.

Su «inteligencia» está en la labia, en la empatía, en saber leer lo que el otro necesita. Y en el mundo de los negocios, eso vale oro.

No es que ser menos inteligente sea inherentemente mejor; es que ciertas características que a veces acompañan a una inteligencia menos enfocada en lo abstracto y más en lo práctico, resultan ser más efectivas para generar ingresos.

El coco puede jugarte una mala pasada

Inteligente en la quiebra: los tropiezos del sabelotodo financiero

Aunque parezca mentira, esa misma inteligencia que te hace destacar en unas áreas puede convertirse en tu peor enemiga cuando se trata de dinero.

Uno de los problemas más comunes es el «complejo de sabelotodo».

Algunas personas muy inteligentes creen que, como son pilas para unas cosas, lo son para todas, incluyendo las finanzas.

Esto las lleva a no escuchar consejos, a despreciar estrategias financieras que les parecen «demasiado simples» o a pensar que pueden ganarle al mercado sin el conocimiento adecuado.

La soberbia intelectual es un camino directo a tomar malas decisiones financieras.

Otro escollo es la aversión al riesgo

Las personas muy analíticas tienden a ver todos los posibles problemas y peligros en una inversión o un emprendimiento.

Si bien ser cauto es bueno, el exceso de cautela te deja fuera del juego.

Hacer dinero casi siempre implica asumir algún nivel de riesgo calculado. Si tu inteligencia te lleva a evitar cualquier cosa que no sea 100% segura, te quedarás estancado en opciones de bajo rendimiento, si es que llegas a tomar alguna.

Además, muchos intelectuales sienten una especie de desdén por el mundo del dinero, el marketing o las ventas.

Lo ven como algo superficial, «mercantilista» o incluso sucio.

Prefieren dedicarse a asuntos «más elevados». Esta actitud, aunque respetable desde cierto punto de vista, es una barrera enorme para la prosperidad económica.

Si no te interesa entender el juego del dinero, es muy difícil que lo ganes.

Pueden también subestimar la importancia de las habilidades blandas –como la comunicación, la persuasión o el trabajo en equipo–, pensando que su brillantez técnica es suficiente.

En la vida real, y especialmente en los negocios, cómo te relacionas y comunicas es tan importante, o a veces más, que lo que sabes.

Finalmente, está la trampa de la complejidad.

A veces, la gente inteligente busca soluciones complicadísimas para problemas financieros sencillos.

Se enredan en estrategias de inversión que ni ellos entienden del todo, cuando los principios básicos del ahorro, la inversión a largo plazo en productos diversificados y el control de gastos suelen ser mucho más efectivos.

Querer aplicar la misma profundidad analítica que usan en su campo a las finanzas personales puede ser contraproducente si no se acompaña de principios financieros sólidos y sentido común.

Inteligente pero en la quiebra: ¡claro que no! Usa la cabeza… ¡para hacer billetes!

Entonces, ¿están condenados los inteligentes a ser pobres? ¡Para nada!

La clave está en redirigir esa potencia mental y usarla a tu favor en el terreno financiero. Si eres de los que tienen un cerebro privilegiado, tienes una herramienta increíble; solo necesitas aprender a usarla para este propósito específico.

Primero, humildad.

Reconoce que ser un genio en tu área no te convierte automáticamente en un gurú financiero.

Abre tu mente a aprender sobre finanzas personales, inversiones, y cómo funciona el dinero. Lee libros, sigue a expertos (a los de verdad, no a los vendehúmo), y no tengas miedo de preguntar.

Tu capacidad de aprendizaje rápido es una ventaja enorme aquí.

Segundo, transforma tu capacidad de análisis en una fortaleza financiera.

En lugar de que te paralice viendo riesgos, úsala para investigar a fondo oportunidades de inversión, para entender los mercados, para crear un presupuesto detallado y para planificar tus finanzas a largo plazo.

Eso sí, aprende a distinguir entre un análisis útil y la rumiación que no te lleva a ninguna parte. Establece un punto donde dejas de analizar y empiezas a actuar.

Tercero, no subestimes el poder de la inteligencia emocional y las habilidades sociales.

Tu cerebro te puede ayudar a entender la importancia de estas habilidades y a desarrollarlas conscientemente.

Observa a la gente que es buena conectando, negociando, vendiendo. Aprende de ellos. La inteligencia no es solo lógica fría; es también la capacidad de adaptarse y aprender nuevas formas de interactuar.

Cuarto, recuerda que la inteligencia es como una navaja suiza, no como un martillo.

Un martillo sirve para una sola cosa: clavar.

Si intentas usar solo la lógica pura (tu «martillo» intelectual) para todos los problemas financieros, te vas a frustrar. En cambio, tu inteligencia, vista como una navaja suiza, tiene múltiples herramientas: la capacidad de aprender rápido (la hoja principal), el análisis lógico (el destornillador), la creatividad para resolver problemas (el sacacorchos, ¡por qué no!), y la capacidad de desarrollar nuevas habilidades como la disciplina o la inteligencia emocional (esas otras pequeñas herramientas útiles).

Debes seleccionar la «herramienta» adecuada de tu intelecto para cada desafío financiero.

A veces necesitarás análisis puro, otras veces creatividad para generar ingresos extra, y muchas veces, la disciplina para seguir un plan de ahorro.

Finalmente, define qué significa para ti el éxito financiero y alinea tus acciones con esos objetivos.

No tienes que volverte un magnate obsesionado con el dinero si no quieres, pero sí puedes usar tu inteligencia para tener una vida cómoda, segura y con la libertad que te da una buena salud financiera.

Usa esa cabeza no solo para entender el universo, sino también para entender y manejar tu propio bolsillo. Verás que hacer dinero no es tan complicado como la física de partículas, pero requiere su propia dosis de inteligencia bien aplicada.

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