Dorángel Vargas, conocido infamemente como «El Comegente» o «El Hannibal Lecter de los Andes», fue un asesino en serie y caníbal venezolano cuya perturbadora historia aterrorizó al estado Táchira a finales de la década de 1990
Su captura en 1999 reveló una serie de crímenes atroces que conmocionaron a Venezuela y al mundo, desvelando una realidad oscura y visceral que desafiaba la comprensión humana. Dorángel Vargas se convirtió en el epítome del horror en la crónica roja venezolana.
Nacido en el seno de una familia humilde en los Andes venezolanos, Dorángel Vargas tuvo una infancia marcada por la pobreza, el abandono y la falta de educación.
Se sabe que sufrió episodios de desequilibrio mental desde joven y que fue internado en varias ocasiones en centros psiquiátricos, de los cuales solía escapar. Sin un hogar fijo ni medios de subsistencia, Vargas se convirtió en un vagabundo, viviendo en las riberas del río Torbes, en las afueras de San Cristóbal, Táchira. Fue en este entorno de marginalidad y desatención donde su mente comenzó a gestar los impulsos más oscuros.

La macabra actividad de Dorángel Vargas se hizo evidente en 1999, aunque se sospecha que sus crímenes comenzaron mucho antes. Sus víctimas eran principalmente personas que también vivían en situación de calle, agricultores o individuos que transitaban por las cercanías del río Torbes. Los cuerpos aparecían desmembrados y con faltantes de órganos, lo que inicialmente llevó a la policía a sospechar de cultos satánicos o bandas criminales. Sin embargo, la investigación se centró en la desaparición inusual de ciertos restos.

El caso de Dorángel Vargas dejó una profunda cicatriz en la sociedad venezolana, que aún hoy recuerda con horror al «Comengente». Se convirtió en un símbolo de la violencia extrema y la vulnerabilidad de las poblaciones marginales. La brutalidad de sus actos y su canibalismo hicieron que su historia trascendiera las fronteras, siendo documentada en libros, artículos y producciones audiovisuales que intentan comprender la oscura mente detrás de sus crímenes. La figura de Dorángel Vargas persiste como un recordatorio sombrío de los abismos de la locura y la deshumanización.
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