Nikko Allen Jenkins es un notorio asesino en serie estadounidense que aterrorizó la ciudad de Omaha, Nebraska, en 2013
Se autoproclamó como el «sirviente de Apofis», argumentando que sus crímenes los ordenaba esta entidad. Su caso se hizo infame no solo por la brutalidad de sus actos, sino también por sus intentos de declararse mentalmente incompetente y su comportamiento errático y autolesivo durante el proceso judicial. Nikko Jenkins.
Jenkins tenía un historial de violencia y encarcelamiento desde su adolescencia. Había pasado gran parte de su vida adulta en prisión por delitos no relacionados con homicidios, incluyendo agresión y robo. Cumplió una condena de 10 años y sale del sistema penitenciario de Nebraska el 30 de julio de 2013.
Lo más controvertido del caso es que a Jenkins lo liberan a pesar de las advertencias del personal penitenciario y de salud mental que lo consideraban un individuo peligroso y con un alto riesgo de reincidencia. Habían diagnosticado trastornos de personalidad antisocial y narcisista, y señalaron su historial de comportamiento violento y su falta de remordimiento. La liberación, en retrospectiva, fue un fallo crítico del sistema que tuvo consecuencias devastadoras.

Apenas unas semanas después de su liberación, Jenkins desató una serie de asesinatos brutales en Omaha en un lapso de solo 10 días. Los asesinatos se llevaron a cabo con una brutalidad calculada, sin un motivo aparente más allá de la necesidad de Jenkins de matar.
Jenkins es arrestado después de los últimos asesinatos, en relación con el robo del automóvil de Andrea Kruger. Una vez bajo custodia, comenzó a confesar los asesinatos y a describir sus motivaciones relacionadas con el culto a la deidad egipcia Apofis.
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