El origen del plástico burbujas

En 1960 se patentó un plástico acolchado con múltiples usos potenciales, pero al principio nadie mostró interés

El origen del plástico de burbujas, conocido popularmente como bubble wrap, es una de esas historias de inventos accidentales que terminaron siendo un éxito rotundo, aunque no para el propósito original de sus creadores. Imagen superior de Victoria en Pixabay

Créditos al canal History Latinoamérica en YouTube
El Papel Tapiz «Lavable» de 1957

La historia comienza en 1957, con los ingenieros Alfred Fielding y Marc Chavannes en un garaje de Hawthorne, Nueva Jersey. Su objetivo era crear un papel tapiz tridimensional que fuera fácil de limpiar y que le diera un aspecto moderno a los interiores.

Para lograrlo, utilizaron dos láminas de plástico de polietileno, que sellaron de tal forma que quedaron atrapadas burbujas de aire entre ellas. El resultado fue un material con una textura visualmente interesante, pero el público no lo recibió con el mismo entusiasmo. Como papel tapiz, el producto fue un completo fracaso.

El origen del plástico burbujas.

De Fracaso a Objeto de Éxito

El fracaso del papel tapiz no detuvo a sus inventores. Afortunadamente, Chavannes tuvo una segunda idea: utilizar el material como protector para invernaderos, aprovechando su capacidad como aislante térmico. Esta aplicación tampoco tuvo un gran éxito comercial.

No fue sino hasta tres años después, en 1960, que la compañía de los inventores, Sealed Air Corporation, encontró el verdadero nicho de mercado para su invento. Un vendedor se dio cuenta de que el material era ideal para proteger productos frágiles durante el envío. La demostración fue un éxito, y su primer gran cliente fue IBM, que comenzó a usar el plástico de burbujas para embalar y proteger sus frágiles ordenadores durante el transporte.

El Legado de un Invento «Accidental»

La versatilidad del plástico de burbujas, su capacidad para amortiguar impactos y su ligereza lo convirtieron rápidamente en el material de embalaje preferido en todo el mundo, reemplazando al papel de periódico y otros materiales de relleno menos eficientes. Con el tiempo, se convirtió en sinónimo de protección y en un ícono de la cultura pop, valorado no solo por su función principal, sino también por el placer que produce reventar sus burbujas.

Así, lo que empezó como una idea de decoración que nadie quería, se transformó en uno de los materiales de embalaje más exitosos y omnipresentes de la historia, una prueba de que, a veces, los mejores inventos surgen de los fracasos más inesperados.

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