La historia de Juan Fernando Hermosa es considerada una de las más trágicas y polémicas de la Crónica Roja de Ecuador
A principios de los años 90 una serie de asesinatos cometidos a sangre fría en el norte de Quito desató una verdadera cacería humana para dar con el responsable. Pocos meses más tarde todo el país quedó atónito. Cuando las autoridades convocaron a una conferencia de prensa en donde se presentó al asesino, un joven de apenas 15 años. La frialdad demostrada por Juan Fernando Hermosa al narrar sus crímenes llamó de inmediato la atención de los medios de comunicación de la época, quienes lo apodaron con justa razón «El niño del terror».
La madrugada del sábado 2 de noviembre de 1991 en la parroquia de Calderón al norte de la ciudad de Quito, el cadáver de un taxista identificado como Jorge Aguirre lo hallaron al costado de un oscuro camino con dos tiros en la cabeza. Su vehículo no se hallo y la policía no encontró ninguna pista que les ayudara a resolver el crimen.
El 23 de noviembre las autoridades se ven alertadas de un nuevo hallazgo, esta vez en el Valle de los Chillos. Se trataba de otro taxista ejecutado de dos tiros en la cabeza la noche anterior. Los delincuentes también habían robado su coche. Inicialmente, este crimen no se vinculó con los siguientes por la brigada de homicidios, porque se registraron en la parte Sud-Oriental de la capital.
El jueves 5 de diciembre es identificado otro sujeto como Giovanni Solorza. Encontrado muerto a las afueras de Quito. Los investigadores no tardaron en descubrir que se trataba de un taxista y que el asesino se había llevado su coche. La madrugada del viernes 13 de diciembre, el cuerpo sin vida del taxista Héctor Jaramillo se encontró en un sector rural de Quito con un disparo en la cabeza y otro en el corazón. Su vehículo no estaba en la escena del crimen.

El sábado 14 de diciembre tres taxistas eran asesinados a tiros en incidentes aislados. Las víctimas identificadas eran Moisés Freire, Roberto Moya y Gourmet, los cadáveres se encontraron a las afueras de la capital y al igual que en los casos anteriores sus taxis habían desaparecido. Todos ejecutados de tiros en el pecho y la cabeza.
Aunque por aquel entonces el robo de vehículos era una práctica relativamente común en Ecuador, aquello no terminaba necesariamente en asesinatos a sangre fría. Por lo que la policía no tardó en comprender que se enfrentaba a una situación preocupante. Entre los agentes se corría el rumor que podía tratarse de delincuentes comunes especializados en robo de coches, un grupo de sicarios e incluso de una rivalidad entre cooperativas de taxis. Pero no se contaba con ninguna prueba para sustentar dichas hipótesis.
El 16 de diciembre el cadáver del taxista Wilfrido Tello lo encontraron en el sector rural de Pintag. A la víctima, la ejecutaron de un tiro en la cabeza y su vehículo robado. La prensa local se había hecho eco de la noticia y ciertamente existía temor en la ciudadanía, sobre todo en los transportistas. No solo se había registrado el asesinato de taxistas, también al de un par de camioneros que abordaron y ejecutaron de forma similar.
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Es increíble cómo algunos medios y supuestas organizaciones para derechos humanos, actúan para defender a los agresores y no a las víctimas. El joven NO era ningún niño, era un sicópata que no merecía ninguna piedad ni consideración. Debió ser condenado a pena de muerte, pues ese tipo de individuos no se regeneran nunca. Son demonios andantes.