Para el economista y presidente de Datanálisis, el hecho de que haya aumentado la producción de petróleo, no quiere decir que la economía de Venezuela se esté recuperando. Al contrario, se corre el peligro de caer en una espiral inflacionaria, en el corto plazo.
«La economía venezolana ha mostrado una resiliencia notable en medio de un contexto de alta conflictividad política y creciente presión internacional. Los informes más recientes confirman que, pese a las amenazas militares en el Caribe, al endurecimiento de sanciones y a la reducción de flujos formales de divisas tras la cancelación de las licencias petroleras de OFAC, la producción y las exportaciones de crudo se han mantenido estables e incluso con un leve crecimiento, alcanzando alrededor de 1,1 millones de barriles diarios a mediados de 2025», publicó León en cu cuenta en X.
«Este desempeño se explica por una combinación de factores: el incremento de envíos hacia Asia, aunque con mayores descuentos, el ahorro derivado de la suspensión de pagos de deuda y la capacidad de PDVSA para adaptarse al entorno sancionado mediante el uso de flotas y mecanismos de pago alternativos basados en criptoactivos y stablecoins (USDT)», agregó.
Sin embargo, sostiene que «este esquema ha reducido la liquidez inmediata, al depender de canales de cobro menos eficientes y más opacos. A ello se suma la decisión del gobierno de disminuir sus intervenciones cambiarias, que pasaron de un promedio mensual de 469 millones de dólares en 2024 a 320 millones en 2025 con el propósito de acumular reservas y prepararse para un entorno internacional más incierto, marcado por la tensión militar y la volatilidad política regional. Como consecuencia, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo se me tiene muy eleva, presionando los precios internos y limitando la capacidad de planificación del sector privado».
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Los impactos
El experto alerta que «el impacto de esta política es visible en el tejido empresarial, donde los importadores y comerciantes enfrentan dificultades para reponer inventarios, fijar precios y preservar su patrimonio. Las presiones devaluacionistas, junto al incremento de los costos logísticos, reducen la competitividad y alimentan un clima de expectativa contenida, donde el principal riesgo de corto plazo es el repunte inflacionario».
Sostiene que «en este escenario, el desafío central de la política económica es preservar la estabilidad cambiaria y contener la inflación sin asfixiar la actividad productiva. Para ello, parece indispensable avanzar en la bancarización y formalización de las divisas que circulan internamente; desarrollar un mercado cripto regulado, transparente y con reglas de cumplimiento claras; promover una apertura efectiva del sector petrolero a la inversión privada eliminando los obstáculos legales y operativos que hoy la bloquean; estimular la participación privada en servicios públicos estratégicos; y emprender reformas laborales que permitan mejorar los salarios sin comprometer la sostenibilidad fiscal».
Las prioridades
León considera que «la prioridad inmediata debe ser evitar un nuevo ciclo de inestabilidad severa que erosione aún más las capacidades del país. Más allá de la confrontación política, Venezuela enfrenta el reto de garantizar el abastecimiento de bienes esenciales, estabilizar los precios y proteger los ingresos reales de los hogares. La reconstrucción institucional solo será posible si se preserva primero la viabilidad económica y social del país».
También cree que «la lucha política, por legítima que sea, no puede sostenerse sobre la destrucción del tejido nacional. Ningún proyecto de poder tiene sentido si su resultado es un país más frágil, más empobrecido y con menor capacidad de rescate futuro. Construir exige preservar, y preservar hoy es impedir que la confrontación nos deje sin país para reconstruir mañana».