Por qué peleamos: del ego frágil a una gran necesidad de respeto

Cómo las inseguridades personales sabotean el diálogo y llevan a la discordia

Por qué peleamos y cómo salir del círculo vicioso

Incluye acciones prácticas para desactivar la hostilidad y recuperar la calma

Por qué peleamos: del ego frágil a una gran necesidad de respeto

Muchas veces optamos por pelear, regañar o discutir largamente en lugar de resolver o incluso pasar la página. Por supuesto, no somos robots y el debate es una de las cosas más interesantes que inventamos.

La discusión y propiamente el debate, es prácticamente la base del desarrollo de la filosofía y la política.

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Reconociendo la importancia de la discusión y la necesidad de la violencia, porque no somos árboles ni rocas, aclaro que me refiero a las veces que nos empeñamos en pelear o discutir infructuosamente.

Es importante destacar, para quienes no son de Venezuela, que para nosotros los venezolanos «pelear», una pelea, no tiene que ser con golpes.

Para nosotros, cualquier discusión medio fuerte ya califica como pelea.

Las intenciones de la gente peleona o que se pone peleona no son siempre malas

Casi siempre es lo contrario. Quieren hacer el bien, quieren corregir o denunciar una actitud, o quieren que se haga justicia.

Pero en su afán de enmendar o mejorar situaciones, suelen hacer más daño, o dañar un momento que estaba bien.

A veces quieres pelear porque tienes la razón y te parece demasiado importante dejarlo claro, pero casi nunca vale la pena pelear por la razón.

También sucede que peleas porque alguien está repitiendo una conducta que no es correcta, pero aunque tu intención sea buena, por lo general pelear no es un buen método. Conversar es mejor.

Por qué peleamos: el momento en que la conversación se rompe

Para que una plática pase de conversación a pelea hace falta solo una de cuatro cosas.

Primero, los gritos.

Si estás discutiendo y gritas, ya hiciste el upgrade a pelea. Si la otra persona no se iguala, entonces será un regaño.

Segundo, los insultos.

Si insultas al otro, listo, ya es una pelea. Pero cuidado, si el otro no te insulta quedarás como el loco o la loca.

Tercero, exagerar.

Exagerar alimenta el conflicto porque la otra persona va a decir que estás exagerando y te lo tomarás como que te están llamando mentiroso. Exagerar rara vez ayuda.

Cuarto, sacar trapos viejos.

Traer a colación cosas del pasado, incluso reciente, para resaltar conductas repetitivas o demostrar que el otro ha hecho cosas peores que tú, es un recurso rápido para llevar una discusión sana a una pelea.

La psicología detrás del peleón y sus razones

Muchas veces el que quiere pelear tiene razones más allá del problema que se discute.

A veces es porque tiene otros problemas que lo agobia y simplemente explotó contigo en ese momento.

Existe también una necesidad extrema de validación y respeto

Hay quienes se ofenden por cualquier cosa y comienzan una pelea para exigir el respeto que sienten que merecen.

Esto se une a la fragilidad del ego

Tienen una autoestima tan frágil que apenas reciben una «piedrita» se agrietan, sufren y buscan la pelea para convencer al otro.

Una frase típica que lo ilustra es «No me equivoqué, y si lo hice, ¿quién eres tú para corregirme?»

Aparecen también la victimización y la comparación como fuentes de conflicto

El «tú siempre» contra el «yo en cambio». Se crea una jerarquía donde su vida es más dura y para ti todo es más fácil, usando esa supuesta superioridad en sufrimiento para anularte.

Se dan tanta auto-importancia que sienten que las calamidades cotidianas, como que se vaya la luz o golpearse un dedo con una silla, solo les suceden a ellos.

No entienden que casi todo mal es un mal común. Casi nunca, por no decir nunca, un mal es exclusivo.

Pero para algunos de los peleones cada evento cotidiano se vuelve una tragedia de suma importancia que justifica la explosión.

También está la paranoia de los que piensan que siempre los están perjudicando o estafando.

Son personas que profundizan en las «meta-razones» ajenas.

No aceptan que tienes hambre porque tienes hambre, sino que creen que hay un plan oculto.

Por qué peleamos: vías de escape y consejos para ambos lados

Nos hemos domesticado demasiado y algunos parecen extrañar su origen salvaje, buscando en la pelea esa adrenalina que no encuentran en un deporte extremo.

Prefieren el riesgo de que un día recibir un golpe o se queden solos por amar el peligro del conflicto.

Si eres tú quien suele iniciar las peleas, intenta hablar las cosas en otro momento. Cuando se te baje la rabia.

Si te das cuenta de que vas a explotar, haz una pausa física, como beber un vaso de agua para obligar al cerebro a salir del modo ataque.

Identifica la emoción real

¿Es el plato sucio o es tu estrés acumulado? Quizá tienes hambre, o sueño, o simplemente cansancio.

Cambia el enfoque y recuerda que casi nunca vale la pena sacrificar la paz por tener la razón. A veces ni siquiera vale la pena hacer justicia.

…lo que nos lleva a la empatía.

Si a la otra persona le molesta mucho lo que haces, dale importancia porque a esa persona le importa, aunque no te importe a ti.

Llámalo consideración, misericordia, o simplemente empatía.

Si te toca convivir con alguien que ama pelear, trata de investigar si hay otros motivos para su mal humor.

Aunque corres el riesgo de que quiera pelear más al verse descubierto.

Una vía es seguir la corriente de forma sutil y respetuosa, claro, si es posible hacerlo de forma genuina.

No muerdas el anzuelo: picarnos es una de las principales razones por las que peleamos.

Si no te igualas, la pelea no prospera. Recuerda que cuando nos peleamos, y sobre todo para que las peleas crezcan y se extiendan, hacen falta al menos dos personas. Evita ser una de ellas.

Recuerda, recurre a la empatía.

Valida la emoción del otro: «entiendo que te frustre que no haya luz», pero pon un límite a la forma: «no hablaré contigo mientras me grites».

Al final, la paz no es la ausencia de conflicto, sino la capacidad de manejarlo sin destruir al otro ni a nosotros mismos.

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