En esta ocasión hablaremos de la esquina El Cují.
Los nombres de las esquinas de Caracas son casi siempre un compendio de su historia. Cada nombre está ligado a una historia, algunas veces humorísticas, otras tristes o históricas, todas ligadas al pasado de la ciudad
Las revelaciones de los espíritus a medium y videntes en la ciudad de antaño, se enfocaban en revelaciones sobre entierros de tesoros. En épocas difíciles, más de un caraqueño buscaba la luz que le indicara el lugar preciso donde ir a cavar…
Conoce la historia de la Esquina El Cují, una antigua y transitada localidad de Caracas
En el siglo XIII vivió en Caracas un zapatero llamado Carrasquero. Eran tiempos de oscuridad y la Iglesia prohibía libros y fiestas. Sin embargo, aquel zapatero era un personaje extraño y ocurrente.
Tenía conocimientos de astrología y predecía tragedias; para la época, era un vidente, un ser mágico. Pero el negocio de los zapatos no daba mucho dinero y la comida era escasa. Así que Carrasquero comenzó a usar sus poderes para ver muertos y fantasmas que le revelaban un mundo lleno de riquezas.

Según aquel zapatero, Caracas estaba llena de tesoros enterrados, baúles llenos de oro y plata dejados en el olvido por piratas y familias ricas. Todas las mañanas esperaba la oportunidad para encontrar alguno.
Las ánimas en pena merodeaban por los montes y caminos, señalando los lugares alejados y oscuros. La casa de nuestro vidente tenía por compañero un brillante árbol de cují que le regalaba una fresca sombra en los días soleados.
Una noche, Carrasquero vio un muerto caminando cerca del árbol, aquel espectro era una señal del más allá, y aunque el muerto no le dijo nada, los poderes del zapatero fueron suficientes para entender que cerca del árbol había un tesoro.
Al otro día, se fue al Convento de San Jacinto y le contó la historia a un monje amigo. Le dijo que era un tesoro grande y que eso lo iba a hacer rico. El monje se ofreció a ayudarlo y lo invitó a bajar al sótano del convento cuando fueran las doce de la noche.
Carrasquero hizo lo que el monje le indicó y a la medianoche volvió. Antes de bajar al sótano, tomó una cruz y su compadre le dio una triste vela para guiarse en el camino. Al llegar, vio entre las sombras una figura encapuchada que lo interrogó. El zapatero nervioso le preguntó sobre el tesoro y el espectro lo envío a cavar cerca del árbol en dirección al nororiente. Temblando, el pobre Carrasquero subió de nuevo por las escaleras, y allí lo encontró desmayado el monje.
Al volver en sí, narró lo que había visto y escuchado del muerto. El monje le dijo que dejara tranquilo el entierro, que él se encargaba de todo. El zapatero regresó a su casa, y con los labios congelados del miedo se acostó a dormir. En el convento, el monje se reía recordando cómo se escondió en el sótano y se hizo pasar por espectro.
Del tesoro no se supo más nada, Carrasquero siguió remendando y arreglando tacones. El cují pasó a la historia por su frondosidad y belleza. Con el tiempo, otros caraqueños y soñadores buscaron sin éxito la fortuna. Pero la esquina guardó para la historia su nombre y, en sus entrañas, el entierro.
Tomado de CARACAS CUÉNTAME
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