El fanatismo no es una maldición. Deja de seguir lo que ya no te gusta.

Ser fan de un equipo deportivo, apoyar a un partido político, usar una marca e incluso la religión que profesas no son maldiciones. Son decisiones, y las decisiones se pueden cambiar.

Como casi todos los valores, la fidelidad tiene dos extremos, uno bueno y uno malo. Y ser exageradamente fiel se parece mucho al fanatismo.

Fanatismo deportivo

No tienes que seguir siendo fan de ese equipo que tiene mil años jugando mal, que no gana ningún campeonato, que no mejora y cuyos dueños, managers y jugadores parecen preocuparse por el rendimiento menos que tu.

Puedes ser fan de otro equipo, o incluso de ninguno, si es lo necesario para dejar de sufrir.

Partidismo político

Así como no tienes que ser fanático por siempre de un equipo deportivo que no sirve o ya no te gusta, tampoco tienes que ser el eterno partisano de una tolda política que ya no representa tus valores.

«Nací adeco y voy a morir adeco» y «patria, socialismo o muerte» son conjuros pavosos, irracionales, de los cuales te puedes liberar cuando te dé la gana. No tienes que morir adeco y mucho menos chavista.

Fidelidad a una marca

Ser irracionalmente fiel a una marca también es fanatismo. Al fin y al cabo un equipo deportivo y un partido político son marcas. Tu tienes el control, tu eres el consumidor. Puedes dejar de seguir (o de usar) cualquier marca cuando quieras.

Fanatismo religioso

El fanatismo religioso no se queda atrás, todo lo contrario. Naciones han ido a la guerra por religión. Y claro que puedes cambiar de religión. Una prueba fácil de entender es que en muchos casos nuestra religión depende del país en el que nacimos o de la familia que nos crió. Quiere decir que es posible que, de haber nacido en otro país o de ser miembros de otra familia, creeríamos en otras cosas.

Rompe la maldición del fanatismo

Si esa marca, partido, equipo o lo que sea que sigues como borrego no te aporta nada o ya no es compatible con tus valores, entonces tu fidelidad es algo irracional.

Aunque sientas que tienes esa marca tatuada en el corazón, aunque parezca que ese equipo es parte de ti, o tu parte de él, aunque la rabia por los enemigos de tu partido político o el tiempo invertido no te dejen ver más allá, debes saber que eso es un lavado de cerebro que quizá tu ayudaste a profundizar.

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