A través de los siglos, en materia de genes encontramos en las casas reales ejemplos de distorsiones cromosómicas
Estas cambiaron incluso el destino de los pueblos
Endogamia y realeza: históricas mutaciones hereditarias.
La sangre azul ha tenido que pagar su precio a lo largo de la historia.
Las casas de reyes y reinas habían convenido que para mantener su pureza y estirpe tenían que casarse entre ellos para perpetuar el linaje.
Lo que ignoraban era que la endogamia haría que se mantuvieran enfermedades a lo largo de sus dinastías.
Casarse entre hermanos, primos hermanos, sobrinos y tíos era de lo más normal.
Hablemos de miembros de las monarquías que sufrieron mutaciones hereditarias.
Endogamia y realeza: Tutankamón
A Tutankamon y a su familia los consideraban más allá de la realeza: recibían tratamiento de dioses.
De manera equivocada, las películas nos lo muestran como un hombre vigoroso y guapo. Nada más alejado de la realidad.
Como era obligación de los faraones casarse con sus hermanas, las consecuencias en su genética fueron nefastas.

Era un hombre con un pie zambo, caderas femeninas, paladar hendido y retrognatismo, es decir con la mandíbula hacia atrás.
Fue tal su padecimiento que caminar le costaba demasiado.
En sus tumbas se encontraron alrededor de dos mil bastones decorados.
Endogamia y realeza: Victoria I de Inglaterra
Mejor conocida como la «abuela de Europa». El viejo continente tuvo que pagar el precio de tener a esta magnánima mujer.
Sufría de hemofilia y no se sabe si la heredó de sus padres ya que ninguno de los dos portaba el gen, o si fue un caso de gen de Novo, lo cual significa que apareció por primera vez en la familia.
Cuenta la historia que Victoria fue producto de un desliz de la reina y que aquel hombre con quien sostuvo relaciones tenía hemofilia.
Lo cual quiere decir que posiblemente no era hija legítima del rey.
La hemofilia de Victoria se esparció por toda Europa por su descendencia.
Tres de sus hijos la padecieron y, posteriormente, nietos y biznietos.
Victoria era nieta de Jorge III, quien también sufrió por la endogamia de sus padres.
Endogamia y realeza: Alexis, zarevich de Rusia
Es tal vez el caso de hemofilia más sonado en la historia de la humanidad.
El hijo de los zares de Rusia nació hemofílico y tuvo que lidiar con constantes dolores durante su corta vida.
Cuando entraba en crisis pedía a su madre que lo dejara morir.

En manos del monje Grigori Rasputín puso la zarina Alexandra la salud de su hijo, convencida de que este mejoraría a Alexis.
Alexis había heredado la hemofilia de su madre, quien a su vez la arrastraba de Victoria I de Inglaterra, quien era su abuela.
Lamentablemente, Alexis murió a los 9 años a manos de los bolcheviques, que asesinaron a toda la familia real.
Endogamia y realeza: Carlos I de España y V de Alemania
Ya venía haciendo alarde de la prominente mandíbula de los Habsburgo en su genética.
Tanto así que el término había sido acuñado en la sociedad y a quien naciera con este defecto se le decía «mandíbula de Habsburgo».
Era tal la molestia que sentía por el prognatismo que odiaba que lo vieran comer, por lo cual se encerraba a digerir sus alimentos.
Carlos I también sufrió de epilepsia y de gota.

Endogamia y realeza: Carlos II
Podríamos decir que de todas las monarquías la de Habsburgo hispánica llevó una de las peores partes en cuanto a heredar mutaciones genéticas.
Carlos II era el vivo ejemplo de todo lo enfermo que se podía estar a causa de ello.
Sufría de prognatismo, una mandíbula exageradamente protuberante, lo cual le impedía deglutir sus alimentos y hacía que babeara constantemente.
Le atribuyeron el apodo del «hechizado» debido a sus múltiples enfermedades, pues la sociedad de la época pensaba que había sido víctima de un encantamiento.
También sufría de males renales, epilepsia y raquitismo.
Carlos II nació tan frágil que hasta los 4 años tuvo que ser amamantado por 14 amas de cría distintas. Empezó a caminar apenas a los 8 años.
Aprendió a leer a los 10 años de edad debido al retraso cognitivo.
Como si esto no fuera suficiente también tenía hidrocefalia y el síndrome de Klinefelter, una alteración cromosómica que lo hacía estéril.
La famosa guerra de sucesión que vivió España por casi trece años se debió precisamente a su incapacidad para dar un heredero al trono.
Esto desató la batalla entre los Habsburgo y los Borbones, quienes finalmente se quedaron con el poder.
Jacobo I
Jacobo I de Inglaterra, quien luego se convertiría en Jacobo VI de Escocia, sufría de porfiria, una patología relacionada con las proteínas de los glóbulos rojos.
Sufría de fiebres, fuertes dolores estomacales, orina roja y problemas mentales.
No logró caminar sino hasta los 5 años dada su débil consistencia.
Esta condición fue heredada de su padre. Él también se la transmitió a su hijo.

Jorge III
El abuelo de Victoria I de Inglaterra no se salvó de los trastornos genéticos.
Sufría de porfiria. Le daban ataques desmesurados durante los cuales perdía el juicio.
Tenía brotes de esquizofrenia haciendo dudar a todo el mundo de su capacidad para gobernar.
Se fueron produciendo funestos cambios para el reino de Gran Bretaña.
El de mayor impacto fue cuando perdió las vastas colonias que hoy son Estados Unidos.
Enrique VIII
Enrique VIII fue genio y figura no solo por mandar a decapitar a sus mujeres y colaboradores, sino también por sus múltiples dolencias a raíz de la genética heredada.
Sufría del síndrome de McLeod, una alteración genética, con la imposibilidad de engendrar varones sanos para el trono.
A partir de los 30 años, a causa de los males heredados, se volvió irascible y perdía la cordura.
Mandaba a ejecutar a todo el mundo.
Le costaba moverse dada su obesidad y su deterioro muscular.
Lamentablemente, su afección cognitiva se convirtió en demencia.

Ricardo III
Último rey de la casa de York y quien pierde la batalla para dar paso en Inglaterra a la dinastía Tudor.
Desde muy joven sufrió una dolorosa escoliosis que lo hizo más bajo de lo que debía. Además, presentaba un hombro caído.
También tenía problemas de respiración.
Sus restos fueron hallados en 2012, en un parqueadero de Leicester donde antes había una iglesia.
William Shakespeare lo retrató como un hombre feo, tirano y con sed de sangre.
María I de Escocia
Heredó el síndrome de Marfan, una condición que afecta al corazón, los vasos sanguíneos, ojos y esqueleto.
Su extremidades eran larguísimas. Asimismo, los dedos de los pies y de las manos, fenómeno conocido como aracnodactilia.
Posiblemente esta mutación fue heredada de su padre, Jacobo V.

Victoria Eugenia de Battenberg
También fue marcada por la mutación hereditaria de su abuela Victoria I.
Al casarse con Alfonso VIII de España, llevó el gen de la hemofilia al reino español, siendo el reproche constante de su suegra, la reina María Cristina de Habsburgo Lorena.
Posteriormente, su esposo llegó a perder el interés en ella, siéndole infiel constantemente.
El soberano siempre intentaba contentarla obsequiándole costosas joyas.
Infanta Margarita Teresa de Austria
La hermana de Carlos II también padeció las enfermedades causadas por las mutaciones hereditarias.
Hija de un matrimonio tío-sobrina, Margarita Teresa, famosa por ser la protagonista del cuadro «Las Meninas», de Diego Velásquez, tenía los ojos saltones y desorbitados.
Tenía la menarquía desde niña y manchas tipo café con leche presentes en el cuerpo. Su mancha más notoria posaba sobre la sien derecha.
Margarita Teresa también contrajo matrimonio con un tío, Leopoldo I de Austria, al que le había sido prometida desde los 9 años.
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Los padres de la reina Victoria de Inglaterra nunca fueron reyes. Su padre era el 3er hijo del rey y ella reinó porque los hijos de su tío, el Rey, habían muerto, así como el 2do hijo de su abuelo.