En 1973, una película mexicana hizo llorar a más de un corazón amable. Se tituló «El castillo de la pureza»; pero el guion estaba basado en un hecho real, un suceso triste y extraño.
Acompañe a Relatos del lado oscuro a conocer este caso de violencia familiar

El castillo de la pureza es el nombre dado a un caso de abuso infantil de larga duración. El hecho sucedió a finales de la década de 1950 en la Ciudad de México. Lo cometió Rafael Pérez Hernández, fabricante de veneno para ratas, quien mantuvo encerrada a toda su familia por aproximadamente 18 años. Todos dentro de su casa, al norte de la Ciudad de México.
El crimen
Pérez mantuvo a su familia aislada del mundo exterior desde 1941 aproximadamente hasta 1959; tapó las ventanas con tablones de madera para que ellos no pudieran asomarse a la calle, ni interactuar con nadie. Según los testimonios, toda la familia, especialmente los niños, se veían forzados a trabajar largas jornadas para fabricar el raticida bajo condiciones insalubres y peligrosas.
A pesar de las súplicas de Noé, Pérez no permitió que los niños fueran a la escuela; a partir de esto, existieron afirmaciones contradictorias en las que se dice que él mismo capacitó a su esposa para educar a sus hijos en casa, o que fue ella misma quien, sola, tomó la iniciativa de enseñarles a leer y a escribir.
A pesar de sus nombres, los hijos no tenían permitido salir de la casa, ya que Pérez pensaba que el mundo exterior era malvado, estaba corrompido, y él estaba criando una nueva estirpe de personas puras, inocentes y buenas gracias a su disciplina contradictoria e improvisada.
Arresto
El 25 de julio de 1959 la policía irrumpió en la casa, poco después de que un transeúnte recogió un pedazo de papel de estraza tirado en la calle, en donde estaba escrita una nota de auxilio. Supuestamente, era el tercer intento de Indómita para llamar la atención hacia las condiciones en las que su padre mantenía a toda la familia.
El crimen se convirtió en una sensación mediática instantánea, y Pérez fue arrestado y encerrado en el Palacio de Lecumberri; negó todo cargo en su contra, insistiendo en que él era un buen padre, y que su familia le había tendido una trampa para quedarse con todo su dinero y propiedades. Los niños fueron encontrados desnutridos, y vestidos con anticuados harapos, la casa sucia y en mal estado. Toda la familia se encontraba confundida y asustada por todos los estímulos del mundo exterior, apenas podían leer y escribir, y tenían un conocimiento casi nulo de los sucesos al exterior de su casa.
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