Luz Marina sigue siendo la mujer bella, sensual y de leonina cabellera que conocimos cuando debutó en 1986 con su inolvidable tema A flor de piel. Una belleza que se ha enriquecido con sabiduría y seguridad en sí misma y que le permiten hablar de temas y experiencias muy personales que antes no se atrevía a compartir con su público, pero que ahora, reflexiona, podrían ayudar a otros en situaciones similares.
Esos temas nutren las letras de las canciones de su nuevo disco autoral, cuyo primer sencillo, Nadie como tú, lanzará muy pronto a través de sus redes sociales. Un disco en el que viene trabajando desde hace cuatro años, junto a Alejandro Briceño en los arreglos, y que se retrasó primero por la pandemia del coronavirus; luego, por la enfermedad y posterior muerte de su madre, acaecida en octubre del año pasado.
La sencillez, sinceridad, sensibilidad, simpatía y fervor a Dios de Luz Marina también siguen intactos. Esta entrevista exclusiva con Curadas.com la hicimos, vía Zoom, en su casa en Miami, Estados Unidos, donde vive desde hace poco más de veinte años. Sin embargo, viene con mucha frecuencia a Venezuela y sigue muy muy de cerca la situación del país, desde los apagones hasta la escasez de gasolina.
—Naciste en Oklahoma, Estados Unidos. ¿Por qué allá y no en Venezuela?
—Mi papá amado, mi sol, fue militar, un militar brillante, un militar de los de antes. Llegó al grado de general de brigada. Él me inculcó valores como el amor y respeto a la patria, la honestidad y la dignidad, el honor… Esa palabra, honor, mi papá la cumplió, la ejerció a cabalidad.
»Mis padres se casaron muy jóvenes. Después de casados, a él lo mandaron a hacer un curso en Oklahoma, al sur de Estados Unidos, y mi mamá, que estaba embarazada de mí, entró en trabajo de parto; por eso nací allí. Ellos pasaron su luna de miel en el hotel Humboldt, allí me hicieron. Por eso me gusta decir que nací en El Ávila, más que decir que fui concebida en El Ávila, porque allí fue donde realmente comenzó mi vida.
—¿Cómo lograste convencer a tu papá, siendo militar, de que te dejara entrar en el mundo de la música?
—Mi papá y mi mamá se dieron cuenta, desde que nací, de que la música era mi vida. De pequeña yo no pedía muñecas ni casitas o pelotas para jugar. Yo pedía instrumentos musicales. Ellos me contaron que cuando empecé a caminar, al escuchar alguna canción, salía corriendo con la andadera en dirección al lugar de donde venía la música. Me tenían que agarrar, porque me llevaba por delante los muebles y chocaba con las paredes por ir corriendo hacia la música que estaba escuchando. Cuando cumplí los quince años pedí de regalo un piano, en vez de una gran fiesta. Ya antes había tenido una guitarra, que me compró mi mamá, que también fue cantante.
»Cuando estudiaba en el Conservatorio Juan José Landaeta tuve la oportunidad de conocer a Otmaro Ruiz, pianista brillante, genial. Un día me escuchó cantar, porque yo formaba parte del coro del Conservatorio, y me propuso que audicionara para un grupo que él tenía con otros músicos que se llamaba Contraste.
»Ya yo había comenzado la carrera de Arte en la Universidad Central de Venezuela, donde tuve mi primera actuación como cantante, en una clase que daba Isaac Chocrón. Iba a cantar dos canciones en uno de los auditorios de la universidad, pero me puse sumamente nerviosa. Estaba muy jovencita. Yo me gradué de bachiller a los dieciséis años y además estudié en un colegio de monjas, imagínate. Pero me puse tan nerviosa, me asusté tanto, que le pedí, le rogué a mi papá que me consiguiera un récipe médico que confirmara que estaba enferma, que tenía un problema de salud, lo que fuera, con tal de no actuar porque no aguantaba los nervios.
»¿Y sabes qué me dijo él? Me dijo: “Mira, mi amor, tú estás empezando la vida, pero desde que naciste la música ha sido algo demasiado importante para ti. Esto va a ser una primera gran prueba y te servirá para que logres saber si este es tu camino o no. Si tú decides que no quieres, si definitivamente te va mal, yo te voy a ayudar para que entres en otra carrera… Ingeniería, Derecho… la que tú quieras”. Cuando él me dijo eso, además, la manera en que lo hizo, me hizo reflexionar. Me pregunté: “¿Qué estoy haciendo? ¡Si la música es lo mío!”. Entonces me animé y me presenté. Ese fue mi primer gran éxito: enfrentarme a mi miedo y ganarme el aplauso del público. Y eso se lo debo a mi papá.
—¿Qué pasó con el grupo de Otmaro Ruiz?
—Ah, bueno, hice la audición y el grupo me aceptó; pero fui yo quien no quiso seguir adelante porque había que actuar de noche.
»Poco después conocí a otro pianista, otro fenómeno nuestro que se llama Silvano Monasterio. Le dije que, además de cantar, también componía. Entonces escogimos dos de mis canciones y, con él en el piano, las grabamos en un casete que llegó a manos de Álvaro Serrano, uno de los integrantes del grupo Medio Evo (que impuso aquel éxito genial que se llamó Laura Pérez, la sin par de Caurimare), y quien también tenía en ese momento un alto cargo en el sello disquero Sonográfica. Álvaro, junto con Alejandro Blanco-Uribe, fueron los grandes impulsores de todo ese movimiento de música urbana venezolana que surgió en los ochenta y de donde surgieron figuras como Ilan Chester, Yordano, Franco De Vita…
»Álvaro escuchó mis canciones por casualidad, porque en ese casete estaba la grabación de otro artista que era a quien él iba a escuchar. Pero cuando escuchó mi voz, me mandó a llamar. Ahí empezó todo. A partir de entonces sí me atreví a cantar en sitios de noche.
—Tu papá fue un gran apoyo emocional en ese momento inicial de tu carrera, pero tu vena musical la heredaste de tu mamá. ¿Cómo influyó ella en tu desarrollo musical?
—Así es, mi mamá fue cantante. Cantó en dos especiales de Renny Ottolina y cantó con Juan Vicente Torrealba también. En ese entonces lo que se escuchaba en mi casa era la música venezolana. Ella fue la que me alimentó musicalmente al principio, enseñándome a amar y apreciar la música venezolana. Lo primero que tuve fue un cuatro, por supuesto; pero cuando escuché por primera vez la tonada Sabana, de Simón Díaz, le supliqué para que me comprara una guitarra porque yo quería tocar esa tonada con una guitarra. Ese era el sonido que tenía en mi imaginación.
»Ella no pudo desarrollar su carrera como cantante porque tenía tres hijos y compaginar todo eso, lo profesional y lo familiar, fue muy difícil, y más en aquella época. Pero al mismo tiempo era artista plástico. Ahí sí pudo desarrollar una importante carrera como pintora. Entonces, a través de sus cuadros, también me transmitía lo que era ese amor, esa pasión y esa disciplina por lo que se hace.
»En la parte musical me dio todo su apoyo, no solo enseñándome lo que ella sabía, sino también asegurándose de que aprendiera con buenos profesores, alimentando eso que tenía adentro de mí y que necesitaba expresar. Y cuando empecé mi carrera se convirtió en mi crítico más más importante. Lo primero que yo hacía después de cada concierto era llamarla para contarle todo lo que había hecho. Y si era muy tarde, entonces al día siguiente, antes de mi primer café, la llamaba para contarle. La sonrisa de ellos dos después de cada concierto mío es el premio más grande que yo llevo en mi corazón».
Después de grabar varios álbumes con Sonográfica, entre ellos el primero de su carrera, “A flor de piel” (1986), Luz Marina firmó contrato con Sony Music. Así cumplió su sueño de grabar en Brasil con uno de los padres del bossa nova, Roberto Menescal. Tras otros trabajos disqueros, entre ellos un álbum de música venezolana con el conocido compositor y arreglista Henry Martínez, lanzó su primer disco autoral, “Coincidencias” (2007), con el que debutó como arreglista y productora. La calidad de este trabajo fue reconocida por la prestigiosa revista especializada Billboard, que lo incluyó en su lista de los mejores álbumes de 2008.
«En todo este tiempo el mundo se ha transformado. Ahora vivimos en un planeta virtual y por eso mi nuevo disco será lanzado a través de las redes sociales. Espero dar a conocer muy pronto el primer número, Nadie como tú. Es un disco en el que he estado trabajando en los últimos cuatro años, pero con algo de lentitud por el problema de la pandemia y luego la enfermedad y partida de mi mamá.
»Pero ya está listo. Lo he estado trabajando con el músico y arreglista Alejandro Briceño, que vive en Los Ángeles. Cuando le mostré las canciones, todas mías, mi idea era hacer voz y guitarra para que las canciones estuvieran en esencia pura. Pero él me dijo que no, que valía la pena hacer arreglos con muchos instrumentos y se ha dedicado a eso. Ha hecho unos arreglos fabulosos.
—¿De qué hablan tus nuevas canciones?
—Son canciones producto de una cantidad de vivencias que he tenido, algunas muy hermosas y otras muy fuertes. Muchas de esas canciones me han servido de salvavidas para respirar, para salir a flote. Esa es una de las maravillas de ser cantautor, porque sientes que una canción no solamente es para entretener, que ya de por sí es maravilloso, porque el arte nos salva de la realidad; pero siento que estas canciones, además, tienen una misión. Las escribí yo, pero siento que hay un mensaje que, gracias a Dios, llegó a través de mí. Eso es lo que busco con estas canciones, dar a conocer este mensaje. Estos últimos tres años los dediqué a mi familia, específicamente a mi mamá. Pero ahora, justamente en honor a ella, llega el momento de compartir este trabajo.
—¿Eres religiosa, vas mucho a la iglesia?
—Soy una mujer de fe, como dice esa frase tan hermosa. Pero soy muy selectiva con las iglesias a las que voy porque para mí también es muy importante la calidad humana del sacerdote, porque, al final, todos somos seres humanos. Hay cosas de la Iglesia con las que no estoy de acuerdo, cosas que son, precisamente, hechas por seres humanos.
»En Venezuela sí voy con mucha frecuencia a mi iglesia en Alto Prado. Y esto lo digo con una felicidad inmensa por el padre Pepe, porque sus sermones, su calidad espiritual, su manera de formar y de dar la información, es maravillosa, y sé que mucha gente estará de acuerdo conmigo en esto. Aquí también tengo esa fortuna, pero la iglesia a la que me gusta ir queda muy lejos, entonces voy de vez en cuando. Pero, realmente, siento a Dios en cualquier parte… en mí, en la música, en el aire, en una flor, en la sonrisa de alguien…
—¿Podemos hablar de esas cosas personales que inspiraron tus nuevas canciones? ¿Tienes pareja?
—¡Eso ha sido un tema en mi vida! Bueno, como, creo, nos ha pasado a todos, un tema maravilloso en una época, terrible en otras. Actualmente estoy conmigo misma, lo necesitaba con urgencia. Este encuentro conmigo era muy importante para mí en este momento. Ser artista y tener una pareja que entienda esa pasión por la música es difícil, por lo menos a mí me ha costado mucho.
»Es triste, pero muchas veces la gente cree que tener una pareja significa ser tu dueño, y nada más tóxico que eso. Por esencia, todos tenemos el derecho, el anhelo y el deber de vivir nuestra vida y de desarrollar nuestros sueños. Entonces, lo ideal es conseguir a alguien que alimente tus sueños y que tú alimentes los de esa persona. Es un mundo que se construye entre dos. Pero no puedes dejar de ser quien eres ni desaparecer tu esencia por complacer a alguien que quiere ser tu dueño, ¿no?
»Ser artista no es fácil. Yo me imagino que a muchas otras profesiones les pasará igual, porque tampoco debe ser fácil ser médico. La emergencia es lo primero y esa persona se perderá noches y días de estar con su familia. O ser policía. No me puedo imaginar lo que debe sentir la pareja de un policía o de una policía sabiendo que sale todos los días a la calle pero que puede ocurrir que un día no regrese.
»Ser artista significa que tú generes un afecto y un amor y una admiración en la gente, porque, además, de eso te alimentas, tanto material como emocionalmente. Y que alguien entienda que un muchacho o un señor te pueda gritar en la calle “te amo” y que sea simplemente una expresión de admiración o amor puro, genuino, sin nada más allá, es difícil. Eso me ha costado mucho, no lo puedo negar.
—¿Alguna vez te planteaste la maternidad?
—Ser madre, sí, claro que quise ser madre. ¡Mucho! Estuve casada y lo intenté durante mucho tiempo, pero perdía los embarazos. Hasta me hice tratamientos de inseminación. Lloré mucho, me cansé de llorar. El momento en que veía la menstruación se volvía un horror, cuando eso para mí siempre había sido una fiesta porque me desarrollé muy tarde, a los dieciséis años. Mientras todas mis amiguitas del colegio menstruaban normalmente, yo sufría pidiéndole a Dios que algún día me pasara a mí también. Por eso me volví como loca cuando la vi por primera vez. ¡Lo celebré muchísimo! Pero cuando estaba buscando bebés, se volvió una pesadilla.
»Después supe que yo no tenía problemas para concebir. No suelo hablar de estas cosas en público, pero hoy entiendo que es bueno hacerlo porque quizá mi experiencia le pueda servir a alguien que esté pasando por una situación similar. Después de muchos exámenes supimos que la dificultad la tenía él, no yo; aunque era algo que se podía tratar y corregir. Pero ahí comenzaron los problemas en la relación de pareja y todo se terminó.
—¿Qué es lo mejor de Luz Marina? Sin falsas modestias…
—¡Esto no parece una entrevista, sino una terapia con un psicólogo! (Risas)
»Siempre he tenido una lucecita interna que me permite ver la belleza hasta en los cielos grises. ¡Le agradezco tanto a Dios y a mi mamá por esto! Mi mamá se paraba en la ventana y miraba hacia El Ávila, que lo tenía de frente, y me decía: “Mira, mi amor, tómale foto a eso, te lo suplico”. Y yo le decía: “Pero, mamá, si el día está gris, está nublado, ni siquiera se ve El Ávila”. «¿No ves aquella manchita rosada que está entre las nubes?», me respondía.
—¿Y lo peor?
—Que todavía siga aprendiendo a recibir.
—¿Cómo es eso?
—Dar es la mejor forma de recibir, eso lo aprendí muy rápido. Si ayudas a alguien, eso te hace sentir muy bien contigo misma, y también te ayudará de vuelta y ¡no sabes cuánto! Pero también hay que aprender a recibir, a merecer. Decirte “yo me merezco esto”. Eso también es muy importante. He tenido que aprender a recibir y a decirme “Luzma, relájate, te lo mereces”.
Lea también: Jonathan Quantip: «La adrenalina que se siente al atender una emergencia vale más que el almuerzo a tiempo»
—Imagino que debió ser difícil para ti haber tenido que recaudar fondos para atender la enfermedad de tu mamá.
—Yo soy muy independiente, siempre lo he sido; eso me lo enseñó mi padre. Siempre me ha gustado lograr las cosas por mí misma, en todos los aspectos. Hasta he aprendido a manejar herramientas para arreglar yo misma las cosas en la casa.
»Desde que mi papá falleció, uno de mis más importantes motivos de vida fue cuidar de que mi mamá estuviera bien, de que no le faltara nada, incluyendo una buena póliza de salud. Pero, bueno, es una realidad que el sistema de salud en nuestro país cayó en picada. Cuando mi mamá enfermó, a pesar de que yo le tenía una buena póliza de salud, resultó que ese seguro no funcionaba con ciertas clínicas porque los precios eran muy caros. Entonces vino una batalla terrible para poder salvarla y en un momento así piensas hasta en vender lo que sea, como en efecto hice, para obtener los recursos.
»Luego alguien me dio la idea de que organizara un GoFundMe. Fue entonces cuando entendí que yo, que antes había ayudado a tanta gente a través de mis redes, ahora también necesitaba ayuda. La respuesta de la gente fue maravillosa, una bendición. Cada aporte, por poquito que fuera, era para mí como un gran empujón que me decía “dale, dale”. Fue una gran ayuda, sin la menor duda.
»Y tienes razón, ahí vino un gran momento, importantísimo, de humildad. Aprendí mucho de la humildad. Hoy me parece que la humildad es uno de los refugios más importantes, de esos que te dan paz, que te ubican en la vida, que te permiten crecer y seguir avanzando.
»Y voy a aprovechar para repetir algo que he dicho muchas veces: los héroes más importantes que hay ahorita en el país son los enfermos, los que tienen que ir a hospitales; y los médicos y enfermeras que están atendiendo en esos hospitales. No todos son buenos, también hay mucha gente que no está preparada, el nivel de calidad ha bajado mucho, pero sí hay héroes trabajando allí. Sobrevivir en un hospital en Venezuela es un milagro, aunque la salud sea un derecho consagrado en la Constitución. Si te consideras un régimen para el pueblo, pues lo primero que le tienes que dar a ese pueblo es salud.
—Uno lee lo que escribes en tus redes y parece que vivieras aquí, porque estás pendiente hasta de cuando no hay luz o agua o internet o gasolina…
—Yo acabo de pasar cuatro meses en Venezuela por lo de la enfermedad de mi mamá, aunque nunca he dejado de ir desde que me vine a Estados Unidos. Allá sigue mi hermano, aún tengo familia allá. Muchos necesitan tener un familiar afuera para poder sobrevivir en Venezuela. Ese también ha sido el caso de mi familia. Tengo una amiga del alma, de toda la vida, que sigue viviendo en Venezuela y me mantiene al día con todo lo que sucede allí. Aunque a mí siempre me gustó mucho la política, desde que estaba en la universidad. Yo cantaba temas con contenido social. Esos asuntos siempre me importaron y me atrajeron. La política me fascinó hasta que dejó de ser política; ahora es otra cosa, es corrupción, entonces ahí sí me separé de lo político.
»Siempre estuve muy metida en Twitter (ahora X), que es la red donde más se tratan los temas políticos. Veía que los demás artistas estaban en Instagram y me decía que yo tenía que hacer lo mismo, pero lo mío era Twitter. Cuando hubo la escasez grave de medicinas vivía metida allí, tratando de ayudar a gente que necesitaba encontrar medicamentos.
»Estuve obsesiva con eso, la verdad; pero también pasaron cosas divertidas. En una oportunidad fui a Venezuela porque íbamos a operar de los ojos a mi mamá. Fui a varias clínicas a solicitar presupuestos y en todas partes la gente se me acercaba no para decirme que le gustaban mis canciones, sino para comentarme sobre las cosas que escribía en Twitter. Me decían cosas como “qué bueno eso que escribiste (tal o cual cosa)” o “estoy de acuerdo contigo…”. Y yo, por dentro, me decía: “Ajá, ahora resulta que soy la artista líder política” (risas).
—Has usado tu voz no solo para hacernos más grata la vida con tus canciones, sino también para alzarla cuando ha sido necesario para tener una mejor calidad de vida.
—¡Es que no puedo evitarlo! Yo amo a Venezuela. Yo hice mi vida y mi carrera en Venezuela. Y una vida feliz, porque cumplí mis sueños como cantante. El lazo de amor que tengo con Venezuela es muy profundo. A mí me duele si hay un incendio en El Ávila, me duele lo que le pasa a la gente. Y también soy feliz cuando hay buenas noticias, porque gracias a Dios también las hay. Sobre todo musicalmente, que es la parte que más me toca. El Sistema, las orquestas, los cuatristas… Todo eso me llena de orgullo.
—¿Un sueño por realizar todavía?
—El que no tiene sueños, para mí, no tiene vida. Y es lo que le recomiendo a todo el mundo: que mantengan sueños, sin importar si al final no los pueden hacer realidad por equis causa, pero lo soñaron. Me ha tocado la tristeza, la depresión, la rabia, la frustración… Pero cuando vuelves a agarrar un sueño, guau, eso es, en esencia, conectar de nuevo con la vida. No es que me falten sueños por cumplir; es que necesito, es vital, tener sueños todos los días. Y el sueño que estoy bordando en este momento es mi nuevo disco.
—¿Algo más que le quieras decir a tu público?
—Gracias por estar ahí. Gracias a ustedes por abrirme esta ventana para acercarme a la gente y poder seguir cumpliendo esta misión que siento que Dios me ha encomendado: cantar. A veces me he portado mal y he dejado de hacerlo en momentos en que me he sentido perdida o arropada por problemas, como nos pasa a todos. Pero aquí estoy.