La niñez dejada atrás es uno de los fenómenos más característicos de la emergencia humanitaria compleja en la que está sumido el país, que también se coló por las rejillas de las escuelas y se instaló en los sentimientos de los más chamos, creando un estado de vulnerabilidad que parece ser un monstruo para el golpeado sistema educativo.
“No quiero a mi mamá, ella me abandonó”, son las palabras que escucha Yorky Villegas de una de sus cuatro nietas, cuya madre las dejó a su cargo tras tomar la decisión de migrar para buscar en otro país las oportunidades que Venezuela no le ofrecía.
De acuerdo con los más recientes datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) la migración venezolana habría alcanzado 4,3 millones de personas en agosto de 2019, pero más que números se trata de millones de historias, de vidas dejadas atrás, de familias enteras separadas por el éxodo, realidades que golpean con mayor fuerza a los niños en edad escolar.
Luisa Pernalete, defensora de los derechos de los niños y adolescentes y coordinadora nacional de Fe y Alegría, detalla que con esta ola migratoria en Venezuela cada vez se hace más patente la “niñez dejada atrás”, el fenómeno que engloba a todos aquellos niños o adolescentes que se han quedado sin el padre, la madre o ambos.
“Los dejan a cargo de un tercero, ya sea una abuela, una tía, la madrina, con las vecinas o con los hermanos mayores» para huir de la crisis que arropa al país. Este es el caso de Yorkys Villegas, a quien la esposa de su hijo le entregó a mediados de 2017 a sus cuatro nietas, de tres, siete, nueve y 12 años, “por solo unos días” y la promesa de volver pronto por ellas.
Vía TalCual,