La posibilidad de ser objeto de una detención arbitraria es uno de los mayores temores manifestados por los periodistas
En un entorno cada vez más restrictivo de libertades, entre ellas la libertad de expresión, el derecho a la información y el derecho de acceso a la información pública, los riesgos de informar sobre elecciones en Venezuela coexisten con los miedos que experimentan las y los periodistas y los riesgos que afrontan.
Es una de las conslusiones del informe acerca de la situación del peripdismo y la libertad de expresión del Instituto de Prensa y Sociedad (Ipys) publicado este 1 de agosto.
A continuación parte del estudio
A efectos de este estudio, consideramos útil diferenciar riesgos y miedos para el ejercicio del periodismo a partir de las percepciones de quienes los afrontan y los sienten. Consideramos que, en última instancia, las decisiones sobre informar o no y, dado el caso, sobre cómo hacerlo, son decisiones personalísimas, determinadas por experiencias particulares y condiciones laborales más específicas.
Con el propósito de aproximarnos a las percepciones del miedo y los riesgos para la cobertura periodística de las elecciones del 25 de mayo de 2025, el Instituto Prensa y Sociedad Venezuela diseñó un estudio que se fundamenta en los resultados de una encuesta realizada en la primera quincena de junio.
80 periodistas de 18 estados del país contestaron 22 preguntas sobre percepción del miedo y de riesgos, medidas de protección y estrategias de resiliencia. Varias de las preguntas fueron abiertas, con el propósito de que las personas consultadas pudieran exponer con palabras propias sus inquietudes, expectativas y propuestas. Algunos de los testimonios recabados fueron incorporados al reporte.
La encuesta se realizó entre periodistas que estaban llamados a cubrir las elecciones del 25 de mayo, por la naturaleza de las funciones que desempeñan en los medios de comunicación para los cuales trabajan o como periodistas independientes. La convocatoria se hizo bajo total garantía de reserva de identidad de las personas encuestadas, pero, aún así, en muchos casos encontramos razonadas negativas a participar, lo cual emergió como un resultado preliminar sobre la dimensión de los temores.
Para el análisis de los resultados de la consulta profesionales de la Psicología contribuyeron a explicar los procesos mentales que se activan en situaciones de hostilidad como la que signa al periodismo venezolano, las posibilidades de gestionar los miedos y las estrategias para enfrentar los riesgos.
Algunos de los expertos y expertas consultados solicitaron reserva de identidad por temor a sufrir represalias, lo cual parece una evidencia de que el miedo y los riesgos asociados a la libertad de expresión en Venezuela no solo afectan a quienes se dedican profesionalmente a la comunicación social. IPYS Venezuela considera necesario tomar todas las previsiones necesarias para evitar que su trabajo de documentación cause daño y, por ello, también se omite la identidad de todos los y las psicólogos y psicólogas que accedieron a colaborar con esta iniciativa.
El objetivo de este estudio es registrar el estado del ejercicio del periodismo en Venezuela durante los procesos electorales: cuando el ejercicio pleno de la libertad de expresión, el derecho a la información y el derecho a la información pública son más necesarios para la vigencia de la democracia mediante el respeto a los derechos humanos y, entre ellos el sufragio auténticamente libre.
La pregunta de fondo es: ¿en qué medida los riesgos y miedos paralizan o movilizan al periodismo venezolano?
La prensa independiente en Venezuela llegó al 25 de mayo de 2025 con un acumulado de aprendizaje en términos de resistencia y persistencia. Por ello, también consideramos necesario y útil tratar de determinar la efectividad de las medidas de protección y las estrategias de resiliencia para prevenir y evitar los ataques. Y, con mayor precisión, identificar líneas de acción colectivas para seguir aprendiendo y ejerciendo el periodismo con dignidad, ética, responsabilidad y compromiso con los valores de la democracia.
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El “cuarto oscuro”
En relación con los niveles de miedo, 63% de los periodistas consultados reportó haber sentido entre un nivel medio y alto (niveles 3, 4 o 5 en una escala de 1 a 5). Por su parte, 23% manifestó niveles bajos de miedo.
El temor de las personas periodistas a desempeñar su labor en contextos electorales está suficientemente sustentado en lo que que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) han denominado “prácticas de terrorismo de Estado”.
Ahondando en las advertencias de la CIDH, los hechos indican que el Estado venezolano fomenta el miedo deliberadamente y lo administra de manera arbitraria con todos los recursos a su alcance: con un agigantado aparato de propaganda y desinformación, con la fuerza desmedida de los cuerpos de seguridad del Estado, incluyendo a grupos armados paraestatales, y mediante la cooptación oficialista del resto de los actores del sistema de administración de justicia venezolano. Todo ello se intensificó luego de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024.
“Cubrir unas elecciones significa calcular si regresarás a casa. El miedo a ser detenido, agredido o desaparecido está siempre latente. Y lo más duro es saber que, aunque haya protocolos, en un régimen como este no hay garantías que valgan.”
La detención arbitraria de 11 periodistas en el contexto de las elecciones del 25 de mayo de 2025 es un aspecto distintivo de las variaciones en la represión sistemática contra la prensa independiente, según las coyunturas. Se trata de una agresión extrema que supone un sufrimiento prolongado de las personas detenidas y de las que integran sus entornos personales.
La posibilidad de una detención arbitraria fue señalada por las personas encuestadas como una de las principales amenazas. Aunque existen algunas iniciativas de capacitación en materia de seguridad jurídica, la sensación de indefensión de los y las periodistas venezolanos es totalmente comprensible, pues en el ciclo electoral en curso han sido vulneradas todas las garantías del debido proceso. En menos palabras, luego de una detención arbitraria las posibilidades de librarse de la cárcel son casi nulas. Esto confirma la necesidad de concentrar esfuerzos en la prevención.
El encarcelamiento de periodistas emerge como un ataque brutal, que se ejecuta a modo de escarmiento; en este caso, para que todo el gremio periodístico sienta que la experiencia de quienes están en prisión no es una experiencia ajena. Es un mecanismo de censura que, además, genera autocensura. Es un miedo que, razonablemente, obliga a los y las periodistas a detenerse; al menos, detenerse a pensar qué hacer para no convertirse en víctimas de la represión. La decisión intermedia suele ser un repliegue táctico, y la decisión final corresponde una estrategia más reposada, que oscila entre la resiliencia y el silencio.
Después de que una persona periodista es detenida por informar sobre un proceso electoral, sobre todo si la información que difunde contraviene los intereses del oficialismo, se le formulan imputaciones fiscales por delitos graves, como terrorismo, asociación para delinquir e incitación al odio. Tales imputaciones se hacen de manera genérica, independientemente de las particularidades de los hechos en cada caso, lo cual es un indicio de la aplicación del llamado Derecho Penal del Enemigo, según el cual las personas son juzgados por lo que son y no por lo que hicieron. Los y las periodistas son criminalizados por su identidad profesional.
“Las desapariciones forzadas y las detenciones arbitrarias están calando en la psique de los periodistas que estamos en el terreno. Esta situación está inhibiendo la investigación, documentación y visibilización de las violaciones de DDHH. La articulación del gremio es clave para protegernos.”
Una tercera fase del proceso de criminalización es el enjuiciamiento sin posibilidad de libertad condicional. Los y las periodistas son judicializados sin las garantías elementales del derecho al debido proceso: no se les permite comunicarse con familiares o personas de su entorno personal y laboral, no se les permite ser asistidos por abogados de su confianza, no se les permite ser debidamente escuchados para ofrecer su versión de los hechos y refutar los cargos formulados por el Ministerio Público.
Los psicólogos y psicólogas consultados, cuya identidad se mantiene bajo reserva, coincidieron en que el miedo expresado por los periodistas no es un síntoma patológico, sino una reacción lógica y funcional de los seres humanos frente a la inminencia del daño, que en el caso de quienes se dedican a la comunicación social en Venezuela tiene asidero en hechos muy recientes, particularmente los relacionados con la represión estatal ejecutada después de los comicios del 28 de julio de 2024. Este miedo, explican, cumple un papel adaptativo en tanto que alerta sobre los peligros y permite la toma de medidas de protección.
Para este análisis distinguimos miedos de riesgos. Consideramos que el miedo está determinado por la experiencia personalísima de cada quien, de cada periodista, asociada a sus particularidades emocionales para afrontar la adversidad. En este orden de ideas, el miedo es singular en tanto construcción derivada de experiencias que suelen variar significativamente de una persona a otra.
En paralelo, los riesgos (en plural) para el ejercicio del periodismo en Venezuela están determinados por una situación más generalizada, que es fomentada por los artífices y ejecutores de una represión dirigida contra quienes se atreven a contrariar los intereses del oficialismo y desafiar el poder que ejerce hegemónicamente.
Uno de los especialistas consultados refirió los aportes de Carlos Martín Beristain, un psicólogo español con una vasta experiencia en los efectos psicosociales de las violaciones de derechos humanos en países de América Latina: “(Beristain) invita a hacer una distinción entre el miedo al perro que ladra y el miedo al cuarto oscuro.
El miedo al perro que ladra es el miedo a una amenaza real, concreta que logramos identificar. Ese miedo es útil porque nos pone alerta y nos invita a evaluar las circunstancias para protegernos de ese miedo. El problema es que el terror estatal busca generar un clima generalizado de miedo difuso que nos hace difícil distinguir cuál es el nivel de la amenaza. Aterrorizados podemos terminar paralizados. Todo esto puede convertirse en un círculo vicioso, mientras más asustados, más paralizados, y mientras más paralizados, menos capaces de hacer las cosas que nos van a proteger de las amenazas. Eso es el miedo al cuarto oscuro. Tenemos miedo, pero no sabemos bien a qué. Ese miedo desmoviliza”.
“Siento que todos los periodistas estamos viviendo tiempos muy oscuros. Hoy no solo necesitamos protección física, también psicológica. El acompañamiento emocional debería formar parte de cualquier protocolo.”
Distinguir entre amenazas que se puedan o no ejecutar no es tarea fácil; precisamente por la sensación de estar en un “cuarto oscuro” que experimentan los y las periodistas en Venezuela.
Estas reflexiones ayudan a entender los datos que siguen. Las agresiones sufridas durante las elecciones presidenciales realizadas el 28 de julio de 2024 tuvieron un peso determinante: 25% de quienes fueron atacados en aquella oportunidad decidió no informar sobre las elecciones del 25 de mayo de 2025.
Apenas 17% de los y las periodistas consultados afirmó que el miedo les impidió cubrir las elecciones del 25 de mayo. Las razones más señaladas fueron el temor a represalias directas, la falta de garantías de seguridad por parte de sus empleadores y la preocupación por la integridad de sus familias. Estos factores llevaron a decisiones difíciles, donde se prioriza la protección personal y familiar por sobre el deber informativo.
Sin embargo, 71% aseguró haber dado cobertura a las elecciones del 25 de mayo de 2025, a pesar del miedo que experimentaron y la certeza del peligro inminente. A simple vista, ello parece indicar una disposición mayoritaria a resistir y persistir en el ejercicio del periodismo, a pesar de las condiciones adversas.
Del estrés al distrés
En cuanto a la percepción de riesgo, 70% de los y las periodistas consultados calificó el riesgo de cubrir los comicios como medio o alto. Este dato es coherente con los testimonios que describen el hostigamiento y las amenazas como parte del contexto habitual del trabajo periodístico, especialmente en procesos electorales.
Los y las periodistas están entrenados para trabajar bajo presión, sobre todo la presión del tiempo, y tal entrenamiento incluye estrategias para gestionar el estrés. Sin embargo, vivir sometido a una alarma constante conduce al distrés, el cual sobreviene cuando las personas afectadas no logran lidiar con la situación estresante y se sienten abrumadas.
Los efectos del distrés derivados de sentirse en peligro permanentemente se manifiestan en la salud física y mental y, en términos profesionales, en la productividad y calidad del trabajo que se realiza.
La frustración y la culpa suelen ser consecuencias emocionales del distrés. Al respecto, uno de los especialistas consultados advierte que la culpa no debe tener cabida cuando la persona en cuestión no ha proferido un daño intencionalmente y, en el caso de los y las periodistas, vale la consigna “informar no es delito”. Por otra parte, la frustración sí tiene asidero en la imposibilidad de ejercer la profesión con libertad y, en ese sentido, el experto sugiere compartir experiencias para evitar la sensación de soledad, lo cual es posible si se fomenta la solidaridad gremial y la reafirmación del compromiso de los y las profesionales de la comunicación con la democracia, lo cual incluye la promoción y defensa de los derechos humanos, aún en contextos hostiles.
Los impulsos, entre ellos el miedo, pueden conducir a comportamientos erráticos que pueden aumentar la vulnerabilidad de los y las periodistas. Por ello los expertos y expertas recomiendan reflexionar sobre las condiciones adversas para el ejercicio del periodismo que están fuera del control de los y las profesionales de la comunicación social. Y que esa reflexión permita identificar y desarrollar soluciones creativas y eficientes que incluyan la mitigación de riesgos y se fundamenten en la idea de seguridad colectiva.
“Tenemos que trabajar en red: avisar siempre dónde estamos, crear grupos de respaldo inmediato, activar alertas, apoyarnos legal y emocionalmente.”
Otro de los expertos en Psicología consultados comentó la eventual sensación de culpa: “Es muy importante que la evaluación del cumplimiento de la labor de informar se coloque en el marco realista de las restricciones a la libertad a las que estamos sometidos. Quizás, la pregunta no es: ‘¿estoy traicionando mi deber de informar?’, si no: ‘¿es posible informar de manera responsable y razonable bajo las amenazas en que estamos viviendo?’. No debemos evaluar nuestro desempeño profesional, sobre todo cuando está relacionado con asuntos de interés social con los parámetros de una sociedad abierta. Tenemos que pensar en cómo sostener las vías para mantenernos informados en un lugar donde la verdad es perseguida”.
La exposición a situaciones de violencia, censura y hostigamiento impacta de manera diferenciada en la salud integral de los periodistas, manifestándose en problemas de sueño, estrés postraumático, ansiedad, depresión, irritabilidad y deterioro de los hábitos de vida. Por ello, se insistió en la necesidad de prácticas de autocuidado que incluyan el ejercicio físico, el descanso, la alimentación equilibrada, la meditación, las actividades recreativas y el fortalecimiento del apoyo social.