El simio, Danuvius guggenmosi, medía un metro, pesaba 31 kilogramos y sería el ancestro común de humanos y primates.
El esquema clásico de la evolución humana, heredado de Charles Darwin, muestra a una serie de antepasados en fila india que poco a poco pasan de desplazarse encorvados, a erguirse y caminar como el hombre moderno.
La imagen es muy ilustrativa, pero a todas luces demasiado simplista.
Si algo nos han enseñado los paleoantropólogos en los últimos años, es que nada que tenga que ver con los orígenes de nuestra especie, ocurrió de forma sencilla.
Y entre las preguntas más intrigantes se encuentran, precisamente, las que hacen referencia a cuándo, cómo y por qué un primitivo miembro de nuestro linaje comenzó a caminar sobre dos piernas.
El hallazgo en Alemania de un simio desconocido de hace 11,6 millones de años, y con una extraña mezcla de rasgos simiescos y humanos, puede arrojar luz sobre estas incógnitas y, al mismo tiempo, echar por tierra viejas creencias.
La nueva especie, bautizada como Danuvius guggenmosi, se movía de forma distinta a cualquier criatura viva conocida. Con los miembros extendidos, suspendiéndose de las ramas, pero también poniéndose en pie sobre ellas.
Descrita en la revista «Nature», ya caminaba erguida en los árboles, adelantando en millones de años la aparición de la bipedestación.
Para sus descubridores, esto significa que el último ancestro común que compartimos con chimpancés o gorilas nunca se trasladó sobre los nudillos por el suelo. Quizás se parecía mucho a esta criatura.
Los investigadores de la Universidad de Tubinga encontraron los restos de al menos cuatro individuos (un macho, dos hembras y un juvenil) entre 2015 y 2018 en un pozo de arcilla de Baviera.
El esqueleto más completo, el del macho, tiene proporciones corporales similares a las de los bonobos de hoy en día. Medía poco más de un metro y pesaba unos 31 kilos.
Mezcla de rasgos
El lugar donde aparecieron los restos forma parte de la cuenca del los Alpes, en ese momento un paisaje plano drenado por ríos serpenteantes.
El clima era cálido y húmedo, con temperaturas medias 14 grados más altas que las actuales en la región, mucho más cálidas que las que se registran en España.
Los investigadores creen que el paisaje estaba formado por una vegetación abierta con bosques en galería a lo largo de los arroyos, donde Danuvius pudo haberse alimentado, entre otras cosas, de frutos duros, como demuestra su esmalte dental grueso y algunas patologías dentales.
Pero lo que realmente llamó la atención de los científicos fue la sorprendente mezcla de rasgos del primate. «Danuvius es como un simio y un homínido en uno», afirma a ABC Madelaine Böhme, responsable del estudio.
Como los bonobos, tiene los brazos ligeramente alargados y el pulgar prensible. Combinado con un codo flexible, las extremidades anteriores tiene los signos reveladores de la suspensión arbórea que se encuentran en todos los grandes simios vivos.
Sin embargo, la extremidad inferior de D. guggenmosi cuenta una historia diferente. «Las caderas, las rodillas y la tibia recuerdan a las nuestras. Era algo totalmente inesperado», reconoce la investigadora.
La forma de las articulaciones del fémur y la tibia sugiere el uso de posturas extendidas que difieren de las de los simios africanos, que doblan la cadera y las rodillas cuando ocasionalmente caminan en el suelo o en los árboles. Además, la parte superior de la tibia está reforzada y la articulación del tobillo es estable.
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