El juego democrático de la tiranía
Venezuela vive una desgracia que cruzó todas las líneas y tiene responsables visibles y camuflados a quienes no les importa la tragedia que viven millones de venezolanos mientras puedan mantener la comodidad y el dinero que les brinda el poder o la tajada que les permiten tener.
El grave pecado que cometieron los venezolanos fue creer, primero en un falso profeta que les desgració la vida, y después en quienes, con excepciones, les pidieron el voto para representarlos y también los traicionaron.
Ese juego ha permitido que una banda de delincuentes avance en sus propósitos sin obstáculos. Venezuela es un país destruído no sólo en su infraestructura, sino también en su estructura moral y de principios.
Reza un refrán: “no se piden peras al olmo”. No se puede pedir lealtad y moralidad a quienes por años con agendas ocultas y haciendo alarde de buena oratoria han vivido en la abundancia a espaldas del pueblo que los ha beneficiado con su voto.
El mundo volteó su mirada hacia Venezuela, reconoce que en ella se implantó una tiranía, algunos prefieren llamarla dictadura, que hizo de la Constitución Nacional y del ordenamiento jurídico un traje a la medida para crear organismos que le garanticen su permanencia en el poder.
En la corte, donde Nicolás Maduro funge de “rey”, abundan los bufones que con su ingenio, sus gracias y servilismo ocupan un lugar “privilegiado” junto al rey a costa de la desgracia del pueblo venezolano.
Esos bufones son emisarios disfrazados que actúan detrás del telón, critican las acciones de la Comunidad Internacional, hacen lobby para que se anulen las medidas que se han tomado en contra de los verdugos del pueblo venezolano y producen sus mayores esfuerzos para hacer ver que el único camino para la solución de la tragedia que vive el país es «democrático, pacífico y constitucional».
No es que no hayan aprendido, es que son la sucursal de la tiranía que puja para que se desmonte el importante apoyo internacional que por fin entendió que Venezuela está convertida en un Estado Forajido.
La tiranía tiene en su nómina dos tipos de mercenarios, los que se desplazan en moto descamisados, con el rostro cubierto sembrando el terror y asesinando venezolanos, y los encorbatados que se desplazan en vehículos blindados, alejados de la desgracia que vive el venezolano de a pie, que defienden el diálogo y llaman a votar.
No se apuesta por una «salida bélica», dijo Ramos Allup. ¿A qué apuesta entonces, cuando la unidad fue sustituida por las agendas de los partidos políticos para demostrar cuál era el más fuerte, cuando la organización de la sociedad para protestar se ve limitada por el acto de sobrevivir entre la basura, y cuando los intereses personales y partidistas están por encima de los intereses de La República? ¿Entonces? ¿Cómo se desaloja del poder a una tiranía genocida si no es por un acto de fuerza?
Quienes llaman a votar en una tiranía genocida que controla todos los poderes del Estado son sus Caballos de Troya, que apuestan a mantener el statu quo y optaron por doblarse para no partirse.
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