La música popular venezolana, un tesoro digno de rescatar

En torno al brocal de azulejos de un patio colonial, un grupo de muchachas, con trajes típicos, se dedica a ejecutar la música popular de su tierra

La escena, del más puro linaje hispanoamericano, podría desarrollarse en Caracas, en Cumaná, en San Cristóbal, en cualquier sitio de Venezuela.

Sus instrumentos son la castiza guitarra española, el «cuatro», guitarra criolla de cuatro cuerdas, las indispensables maracas. ¿Qué tocan? Posiblemente un «joropo», verdadera música nacional venezolana.

Alegre y zandunguero, el «joropo» es conocido internacionalmente: uno de ellos, «Alma Llanera», recorrió en triunfo toda América. Pero también podrían elegir ellas un aire regional: un movido «golpe de Aragua», un cadencioso «polo de Margarita», una melódica «gaita» de Maracaibo, una graciosa «marisela» llanera.

Cada comarca del país tiene su música y sus bailes característicos; y verlos competir alguna vez es un espectáculo inolvidable. Del oriente proceden los bailarines de «El Carite», «El Chiriguare», «El Pájaro Guarandol», pantomimas agrestes con motivos fáunicos.

Del otro confín, de la zona montañosa de los Andes, los «Giros», tejedores de cintas en la fiesta de San Benito. Los valles cálidos al Este de Caracas envían los famosos «Diablos» de San Francisco de Yare y los conjuntos de tambores del Tuy y Barlovento.

El litoral de Maracaibo sus comparsas de «Chimbangueles». La histórica ciudad de El Tocuyo presenta «El Tamunangue», mitad baile, mitad simulacro de combate.

Algo del sentido mágico de los africanos, de la melancolía indígena, del donaire y de la altivez españolas se encuentran siempre delicadamente matizados en esas expresiones espontáneas del ingenio popular, dignas de que las interpreten con gusto y con primor las lindas hijas de Venezuela.

¿O tal vez prefieren ellas ahondar en el venero de la tradición? No menos variada es en este caso la colección que les brinda su patria. Podrían entonces ellas evocar una de aquellas antiguas canciones o serenatas de tan noble abolengo -«Fúlgida Luna», «Blandos Suspiros», «Mujer Divina»- uno de aquellos románticos valses, todavía olorosos a reseda -«Quejas del Alma», «Adiós a Ocumare», «Conticinio», «Dama Antañona», «Noches de Maiquetía»- que hace ciento o hace cincuenta años, entonaban como ellas – y no menos lindas, ni menos aficionadas a la música que ellas- sus antepasadas.

Pródiga y rica es Venezuela en música popular, como en otros muchos aspectos lo es ese afortunado país.

Tomado de: La música popular venezolana Por: Antonio Arráiz, novelista y poeta venezolano en: Selecciones del Reader’s Digest. Agosto de 1955. (Nota a la imagen de cubierta).

Una revelación musical venezolana… Curadas

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