El abanico se movía entre el séptimo y el tercer puesto. Cuando perdía 0-1, el Atlético estaba fuera de Europa; cuando ganó 3-1, se instaló en el podio liguero.
Ni siquiera el último gol es baladí, porque sirve para que la tropa de Simeone supere al Sevilla en un campeonato tan igualado que da para este tipo de consideraciones, pero que en todo caso sabe mucho más dulce en clave rojiblanca desde que Koke volvió al equipo. Sin él, todo se venía abajo; con él, todo ha vuelto a su sitio. Ni siquiera el despliegue emocional que supuso la Champions fue suficiente para doblegar a un equipo al alza, capaz por increíble que haya parecido durante toda la temporada de poner cierta distancia en el marcador.
El Villarreal aparecía con 11 españoles, haga cada cual la lectura que quiera del dato, mientras el Atlético lucía siete nacionalidades en un once que hubiera repetido el del martes de no ser porque Vitolo por el lesionado Lemar se convertía en la necesaria excepción para toda regla. Si el canario estaba más fresco que los demás, lo cierto es que no se llegó a notar.
La ausencia más sensible, en todo caso, era la de Simeone, enviado al palco de pensar por haberse portado mal a juicio de los señores colegiados.
Se antojaba partido para que El Cholo hubiera andado cerca de los suyos, por aquello de la intensidad, pero con El Mono también valió. Y con Koke, claro. siempre con Koke.
La presión local de salida se antojaba tímida, quizás porque convenía regularse, así que el Villarreal manejaba la pelota con gusto. La primera que tuvo acabó en la jaula, además, porque ni siquiera Oblak alcanza el sitio en el que la puso Alcácer desde lejos. Si hubo alguna duda respecto a la legalidad de la jugada, que pareció haberla en ambos bandos, fue porque los que la tenían no habían apreciado la posición de Savic, casi a la altura del propio portero para romper el fuera de juego. En ese momento la zona europea daba otro vuelco, este lógicamente favorable a los intereses amarillos.
Nada había pasado hasta entonces, pero un gol destapa cualquier partido. Al Atlético no le quedó otra que meter una marcha más a riesgo de exponerse, sobre todo porque Vitolo no se afanaba en la ayuda a Lodi, sobre todo porque Saúl caía en demasiadas trampas, pero la elegancia amarilla para sacar la pelota jugada ya no se tradujo en colmillo de tres cuartos hacia adelante.
La escuadra rojiblanca iba a dejar noticias ofensivas sobre la media hora, por fin, con una acción que derivó en sendos cabezazos de Morata, primero, y Vitolo, después, ambos desbaratados por Asenjo.
Ya nada le salía a Calleja, porque ese segundo gol llegó cuando acababa de envidar con Chukwueze, pero es que el tercero apareció cuando se disponía a echar órdago con Ontiveros. Con el césped cuesta abajo, el Atlético merodeó por allí hasta que Joao empaló y Rubén Peña rozó hacia la red un balón que en todo caso ya se movía con aviesas intenciones. El resto fue una fiesta en el Metropolitano, con el personal celebrando una victoria, otra, sin atender a los que les puedan criticar por ello. Amargados siempre hay, mire usted, pero la vida sigue y el Atlético es tercero. Y Koke es el 6, por ir resumiendo.
Vía MARCA