(Continuación)
Circunscrito a los análisis efectuados sobre los tres últimos artículos escritos que giraron en torno al Tratado de Washington de finales del siglo XIX, en conjunto con el Laudo Arbitral de París y posteriormente el Acuerdo de Ginebra de 1.966, en el que se sustentó clara y abiertamente el proceso mediante el cual se inició la reclamación sobre el territorio que se le despojó a Venezuela en el espacio geográfico integral del Esequibo, se requiere complementar dichos estudios abarcando también el marco de la territorialidad y de la integridad territorial como tal, en el que se exacerba la actuación de los venezolanos al haber construido con sus memorias y permanentes vivencias sustentadas en principios con contenidos cognoscitivos, cambiantes y proactivos, la historia real sobre esta temática; y a propósito de los hechos que nos acompañan en el comienzo del siglo XXI, dichos acontecimientos deberían están albergados por una voluntad emancipadora indiscutible, a pesar de los hechos que han venido ocurriendo afectando frontalmente los intereses de la Patria..
La lógica del sentido dominante que asociada con los impulsos de la Defensa Integral de la Nación, basada en la independencia y soberanía del Estado venezolano, origina múltiples eclosiones de subjetividades, así como abre espacios necesarios para construir novedosos contenidos con focalización y sensibilidad sobre la noción de ética y libertad. No podemos negar que el venezolano de hoy es mejor pero insuficientemente portador de una pretensión trascendente con consciencia de su lugar en el espacio geográfico integral del Esequibo y de las potencialidades allí existentes, constituyendo una identidad que se fundamenta en la necesidad de ir madurando sobre valores y realidades que están ocurriendo hoy en día.
Los procesos que surgen a través de distintos escenarios geopolíticos, son transformados en atención a intereses de otras naciones que ocultan, simulan y desvían contenidos dominantes, definiendo aceleradamente la territorialidad de sus tradiciones; pero para la Nación venezolana, la cultura nacional comprende los ámbitos del interés nacional que señala la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por ser precisamente el hombre (como parte de la sociedad y de la interacción humana en el espacio geográfico respectivo), quien con sus ideales e intereses, motoriza y dinamiza al Estado en los aspectos que entre otros, prepondera la salvaguarda de la integridad territorial. Pero, ¿qué es en esencia la integridad territorial? Qué es lo que induce a los ciudadanos a considerar el territorio de una manera particular con preferencia a otro? Esta interrogante sitúa en principio la diferenciación entre la percepción espacial y la territorialidad.
Vidal de la Blache (1890) ha señalado la prudencia de investigar la explicación del fenómeno geográfico, rehusando detenerse en la simple comprobación de hechos y su clasificación. Al respecto, no sólo se discute el espacio sino también el tiempo, la duración, y por consiguiente la historia y las relaciones con otros fenómenos geográficos o no. Porque el hecho no permanece estáticamente implantado, sino que varía dando a los fenómenos geográficos un carácter de noción nueva. La naturaleza humana con el conjunto de rasgos y características, atribuidas a la cultura, educación, salud, raza, lengua, religión y espíritu nacional, como se señalaron en los primeros artículos anteriores, definen políticamente al hombre.
De esta naturaleza se derivan necesidades que funcionan en el pensamiento como estatuto normalizado de numerosas suposiciones de éste (el hombre) en interacción con la sociedad (habitantes de un territorio),: trabajo, felicidad, progreso, bienestar social, etc., originando un campo de acción relativo, que se construye sobre la memoria (historia) con mediciones sujetas a cambios, altibajos y actualizaciones, producto de las interacciones constantes que se suscitan en un espacio determinado. La temática de la identidad apela intensamente a los criterios de pertenencia junto a la naturaleza o esencia de una determinada sociedad y, a los rasgos que la distinguen como entidad propia a una cultura, encadenando como lo señaló Sanguin (1.981), a la percepción espacial, cuya consecuencia es la territorialidad y de allí la integridad territorial.
Considerando que la territorialidad la conforman tres variables fundamentales: el sentido de identidad espacial, la dicotomía autóctono extranjero (exclusividad), y la interacción del hombre con la sociedad de la cual forma parte, puedo partir de que precisamente el sentido de identidad espacial, aun cuando es originado en la conciencia del hombre y exteriorizado en atención a su condicionamiento, actitud y motivación, tiene influencia y dependencia “en y del” espacio geográfico integral en el que habita, cuyos límites de acuerdo a su percepción son “inviolables”; y de no existir éste último no podría originarse esta variable, que tiene relación bidireccional de dependencia entre el ámbito externo y el hombre.
En cambio, el sentido de exclusividad y de interacción del hombre-sociedad, aun cuando ocurren estos hechos en un espacio geográfico integral determinado, las actitudes, pensamientos y sentimientos que origina el hombre sobre la territorialidad, son consecuencia de su naturaleza humana con el conjunto de rasgos y características anteriormente atribuidas y, que definen políticamente al mismo. En otras palabras, estas variables son unidireccionales con dependencia directa del pensar y actuar del hombre con respecto al hombre mismo en un espacio geográfico determinado.
Cada una de estas variables no está sujeta a una rigidez que vista en una representación gráfica, no mantiene rectilínea y permanentemente al hombre en una actitud, sentimiento o pensamiento similar, dado que los acontecimientos que suceden vinculados directa o indirectamente a éste, aun cuando pueden ser repetitivos, su naturaleza es fluctuante y distinta en el espacio y/o en el tiempo, dándole a éste evidencias de alteraciones con los consiguientes cambios de conciencias; estas incidencias se han denominado coeficientes de interacción. La variable “tiempo”, constituye la historia como soporte medular de la parte más emocional de la territorialidad, significando memoria y núcleo central de la autoidentidad por la extensión de los vínculos a través de los años, además de valer como soporte del presente y los futuros eventos por su ilación constante con los hechos y, de manera inseparable tiene incidencia directa sobre los tres elementos que conforman la territorialidad..
Dado que la integridad territorial forma la dimensión horizontal de la territorialidad por la limitación de un espacio percibido como propiedad en sí, en conjunto con la historia como dimensión vertical, se destaca que las variables antes señaladas son quienes conforman la territorialidad, cuya direccionalidad le da un sentido tridimensional y no bidimensional como se ha pretendido señalar anteriormente. En este sentido, la Territorialidad estaría conformada por los coeficientes de interacción, es decir, valores que tienden a sostener variaciones en razón del pensamiento, actitud y sentimiento del hombre con respecto al espacio geográfico integral en que se desenvuelve, y en cuanto la población con la que convive, surge la percepción espacial, la exclusividad e interacción del hombre , lo cual es finalmente complementado con la historia.
Las variables antes señaladas como parte de la Defensa Integral de la Nación venezolana, están dimensionadas sobre los siete ámbitos del interés nacional que, conjugado este análisis con lo expresado por Sanguin (1.981) sobre la territorialidad, percepción espacial e integridad territorial, esta última surge como una consecuencia derivada del hombre y su sentido de identidad espacial, lo que permite originar la siguiente definición de integridad territorial aplicable para todos los venezolanos y el mundo a criterio del suscrito: “Es la expresión del individuo ante estímulos externos, en la que concibe mediante el vínculo personal- societal, a propósito de su identidad, dar a conocer sus actitudes e ideas en torno al mundo que le rodea, sustentado en los ámbitos del interés nacional y con sentido de exclusividad sobre lo que considera su espacio geográfico integral.
Disponer que la República Bolivariana de Venezuela es un solo Estado, requiere que el Gobierno Nacional diseñe políticas de unidad constituida por partes diferenciadas, sobre las que se ejerce la soberanía y la salvaguarda de la integridad territorial. En el caso del espacio geográfico integral del Esequibo, la integridad territorial asumida en dos niveles territoriales subnacionales por una coyuntura histórica fraudulenta, no genera como lo han querido señalar los guyaneses en tiempos pasados, un abismo entre la población de ambos lados, sino que reconoce aunque con timidez la diversidad nacional (presencia de las razas aborígenes), lo que fortalece y abre caminos para propagar la expresión de la riqueza cultural de la nación.
En el caso de Venezuela y Guyana, la delimitación del espacio geográfico integral esequibense hace imprecisa una de las partes, por no existir legítimamente los correspondientes Tratados internacionales de límites, los
incidentes fronterizos alteran fluctuantemente las buenas relaciones con mayor o menor intensidad; sin embargo, mediante principios de entendimiento, cooperación, concurrencia y conexiones geopolíticas, se deben diseñar y definir políticas de participación alineadas con la realización de los fines del Estado..
Las fronteras de Venezuela se estructuraron de acuerdo al principio del uti possidetis juris, según el cual se debían conservar los límites que poseía la Capitanía General de Venezuela antes de 1810 y estos, establecían como demarcación oriental el río Esequibo. A través de la historia de esta Nación y, mediante acuerdos realizados de manera inconveniente e inoportuna, el Estado venezolano vio reducir su territorio en beneficio de las naciones vecinas, afectando la soberanía, independencia y salvaguarda de la integridad territorial.
El siglo XXI inició proyectando un panorama para los venezolanos de mayor y mejor proceso de integración nacional e internacional, a través del mejoramiento de solidaridad y complementación de actividades con los
esequibenses y guyaneses, lo que traduce un singular interés con estructuración sostenida en la apertura al mercado internacional, variable que disminuye el rechazo y distanciamiento observado hasta finales del siglo pasado y, ello debería coadyuvar a borrar lento pero constantemente el fraccionamiento del territorio, que alcanzó desarticular y aislar el espacio geográfico venezolano, es decir, la disgregación del espacio; sin embargo, la actitud adoptada por ambas partes ha tendido a debilitar sensiblemente esta proyección, generando posibles fracturas que requieren una inmediata atención.
La reconstrucción de la memoria venezolana fundamentada en la historia desde procesos arraigados internamente y con el entorno, permite analizar como totalidad concreta la madurez y el crecimiento del Estado con manifestaciones de variadas índoles por los hombres que la dirigieron, organizaron, constituyeron, desarrollaron y definieron en un tiempo y espacio determinado, asentando vastas experiencias y, diseminando en la población el sentir de la salvaguarda de la integridad territorial; sin embargo, en lo que respecta a la reivindicación integral del espacio geográfico esequibense ello es insuficiente en la actualidad, dado que resaltan sensibles vacíos sobre esta materia.
El espacio geográfico integral venezolano, fortalecido históricamente al ir consolidando su economía y el desarrollo integral a través de conectividades sustentadas en redes, vías y medios de comunicación, puertos marítimos y fluviales, ha ido delineando en forma continua dicho espacio en los últimos años y, se percibe con mayor arraigo con los centros de acopio, centros poblados, ciudades, relaciones políticas y sociales, consolidando la salvaguarda de la integridad territorial de la República, pero la falta de constancia, de políticas adecuadas y de actitudes cónsonas con los intereses de los venezolanos, ha conllevado a posibles debilitamientos que deben atenderse a la brevedad, considerando las acciones unilaterales que ha generado Guyana a expensas de lo que les pertenece a los venezolanos.
La conciencia nacional se forjó por el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos hacia el territorio que habitan históricamente, reafirmando la existencia de esta gran Nación cuando los individuos que la integran están conscientes hoy por hoy, que tienen un cometido común y el proyecto de un porvenir mancomunado que atienda los intereses vitales sostenidos en sus siete ámbitos, por lo que la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo es inequívocamente un preludio de su integridad territorial.
También, el lenguaje utilizado como unidad constituye un nexo emotivo tan real, que identifica en el gentilicio venezolano la certeza de un pasado común manifiesto en una coherencia cultural y una exteriorización de sentimientos y actitudes por la relación del hombre con la sociedad, permitiendo construir elementos esenciales de la integridad territorial. Es una ventaja para Venezuela, al utilizarlo como herramienta en el plano situacional ante Guyana, dado que la población de esta última en cuanto raíces, origen, sentimientos, prioridades y lenguaje, tiene arraigos de distinta procedencia, con culturas disímiles y prioridades divididas.
El ejercicio de la soberanía y salvaguarda de la integridad territorial como actitudes y acciones características y categóricas del Estado venezolano, han evolucionado históricamente desde la formación del Estado independiente de Guyana y, al Gobierno Nacional le ha resultado un tanto dificultoso encontrar una solución aceptable por lo susceptible del asunto, dado que involucra sentimientos de pertenencia geohistóricos que se han desarrollado y acumulado fragmentada e inconstantemente, influyendo en el fortalecimiento de la defensa integral de la Nación sobre los ámbitos político, económico, social, militar, cultural, geográfico y ambiental, asentando sendas brechas entre ambas Naciones.
Esta realidad se cristaliza en la racionalidad sostenida sobre principios y valores que enaltecen el gentilicio y honor de la Nación venezolana ante Guyana y Gran Bretaña, dado que el ultraje de un territorio para establecer una entidad soberana que no responde a la realidad, denigrando, evadiendo y desfavoreciendo a la nación afectada tiene peso de similar magnitud para quien sabe que no le pertenece, uno porque le regala lo que no es suyo ni le pertenece y el otro porque estando consciente acepta la condición. Aunado a ello, los guyaneses NO pueden comprender, transmitir y menos mencionar el vocablo independencia, soberanía, territorialidad y salvaguarda de la integridad territorial, y menos quienes carecieron de unidad territorial desde el principio de su historia, sustentando mediante el engaño una ficticia cohesión nacional.
José Chachati Ata
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