La insuficiencia cardiaca es una enfermedad que no tiene cura; pero puede ser tratada oportunamente para evitar muertes prematuras y dar calidad de vida a los pacientes.
Una de cada cinco personas está en riesgo de padecer esta falla severa del corazón, la cual impide que este órgano bombee la sangre al cuerpo de manera eficiente.
«Es una enfermedad que podemos tratar y mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias», dijo Jean-Luc Eiselé, director ejecutivo de la Organización Mundial del Corazón.
Entre los síntomas de la insuficiencia cardiaca está la dificultad para respirar, la fatiga y la hinchazón de extremidades.
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Unas 26 millones de personas se han diagnosticado mundialmente con esta enfermedad. Se estima que otras 37,7 millones también la padecen, pero no están diagnosticadas.
Eiselé señaló que el problema es que, en medio de la pandemia, los enfermos con insuficiencia cardiaca pueden tener peores consecuencias si se contagian de COVID-19. Se complica porque muchas personas tienen miedo de acudir a los hospitales si presentan síntomas.
Especialistas lamentan que muchas veces los pacientes o los doctores pasan por alto los síntomas tempranos. Por lo que «necesitamos exámenes, pruebas objetivas; necesitamos estar mirando el corazón para ver si está funcionando normal», manifiestan.
Actualmente existen terapias efectivas que modifican la insuficiencia cardiaca y la detienen un poco.
Redacción Curadas