El deterioro cognitivo ha sido relacionado durante décadas como un proceso normal del envejecimiento. A partir de los 50 años el cerebro empieza a reducir su tamaño así como su plasticidad, y los olvidos a partir de esta edad empiezan a verse como algo “habitual”. Sin embargo, no todo deterioro cognitivo puede considerarse como algo normal
Olvidar repetidamente dónde se dejan las llaves del coche o tener que leer varias veces un texto para comprenderlo suele achacarse al estrés por el trabajo, a la falta de sueño, al ritmo de vida frenético. Pero también pueden ser los primeros síntomas de un deterioro cognitivo que, a la larga, puede desembocar en demencia o Alzheimer, según ha comprobado una nueva investigación.
La salud mental es de suma importancia, ya que nuestras capacidades son básicas para nuestro desarrollo a lo largo de la vida, como el intelecto y el constante aprendizaje. Sin embargo, su deterioro se agudiza con el paso de los años. Cuidar nuestro cerebro es el método de prevención más eficaz frente a otras patologías para nuestro organismo.
Estos son trastornos que debilitan nuestras funciones cognitivas:
Hay varios factores ligados a futuro problemas de salud mental, como padecer ansiedad o estrés, éstos repercuten en consecuencias más severas.
Cuando una persona presenta estrés extremo, el cuerpo genera demasiado de la hormona cortisol y la mente puede tener efectos como insomnio, frustración, pérdida de concentración y hasta puede presentar un cuadro de alucinaciones o de suposiciones e imaginaciones de situaciones futuras que no son ciertas, además de respuestas físicas palpables como la alopecia capilar.
Esta respuesta del cuerpo frente a los miedos y preocupaciones del día a día hace que en ocasiones nos repercuta de manera desmedida. Un gran número de terminaciones nerviosas participan en la producción de la ansiedad, lo que provoca que las personas con esta afección sientan cualquier estímulo como causa amenazante.
Con respecto a la ansiedad, este problema es la forma en que el cerebro reacciona al estrés y lo alerta sobre un peligro potencial que se avecina. Cuando una serie de eventos desafortunados parece implacable, perdemos esa sensación de control y nos encontramos atrapados en una espiral descendente de negatividad.
Algunas de las señales más comunes son:
-Sensación de nerviosismo, agitación o tensión
-Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe
-Aumento del ritmo cardíaco
-Respiración acelerada (hiperventilación)
-Sudoración
-Temblores
-Sensación de debilidad o cansancio
-Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual
-Problemas para conciliar el sueño
-Padecer problemas gastrointestinales
La ansiedad es un sistema de alarma, es decir, una de las formas que utiliza nuestro cuerpo y nuestra mente para decirnos que algo no está bien. Es una emoción normal que todos sienten de vez en cuando. Sin embargo, en ocasiones la ansiedad puede durar más de lo habitual; cuando esto último sucede, entonces puede interferir con la vida diaria y nocturna. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 260 millones en el mundo tienen trastornos de ansiedad.
Cuando una persona comienza a tener síntomas de ansiedad (taquicardias, mareos, sudoración o sensación de desconexión con la realidad, etc.) lo que primero se hace en terapia es combatir esos síntomas. Y aunque esta metodología es adecuada, no puede sostenerse por un largo tiempo. Si este estado emocional se mantiene en el tiempo es porque hay algo que motivando y mientras no se soluciones continuará causando afectaciones.
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