El catorce de febrero de 1946 llegaron los restos del poeta Juan Antonio Pérez Bonalde al Panteón Nacional para ser inhumados en el recinto de los héroes.
Ese día correspondió a Andrés Eloy el honor de pronunciar la Oración, a la vez fúnebre y de júbilo. Y produjo un discurso memorable, uno de los más hermosos que pronunció en su vida de tribuno esclarecido.
Lo que sigue es el extracto libre, discrecional, que hice de lo dicho aquella mañana.
"Nacimos en una tierra de mística telúrica donde no es posible separar las andanzas del ser de las andanzas del suelo. Aquí lo siento, con la presencia probatoria de estos viajeros de la libertad; aquí lo digo con el testimonio inmóvil y eterno de estos emigrantes de la justicia, aquí lo estoy diciendo con la certificación inmortal de la Venezuela peregrina.
Los huesos que aquí yacen, los muertos que aquí moran, escaparon de mil tumbas a la orilla de mil caminos ¿Dónde en Colombia no pudieron detener su viaje? ¿Dónde en el Ecuador no pudieron caer? ¿Dónde en Perú o Bolivia no pudieron morir? ¿Bajo que techo de tierra en qué rincón de América no pudieron para siempre dormir con techo propio?
Venezuela, tierra de poca gente y larga ley
¿Qué fue para nosotros la Emancipación, sino un salir de casa, un cruzar de fronteras, un alejarse siempre, un morir lejos, una mujer llorando a la puerta de un rancho y un hombre diciendo adiós a la orilla de un camino?…
Allá van Miranda y Bolívar y Sucre, cada uno de bracero consigo mismo, en lo que son soldados, en lo que son poetas. Allá se aleja Bello, con la zona enrollada como venda en torno a la cabeza acongojada y pegadas al pecho con las manos mosaicas las Tablas de la ley que van a alzarse pera siempre sobre el alto Sinaí del Aconcagua…allá va Rafael María Baralt a sentarse en el noble hemiciclo y a regar las raíces de la lengua con el agua del lago que circunda la tierra que ha enamorado al sol… allá va Teresa Carreño con las manos ausentes, siempre diciendo adiós, sonoras de turpiales, pegadas al teclado de los mares ,volando en el cordaje de los vientos.
Y allá está Pérez Bonalde, y nos lo dijo Martí: “este poeta no es zurcidor de rimas ni repetidor de viejos maestros, ni decidor de amores”, sino joven y eterno, revelador y veedor”…sabemos de su recreación de Heine y de su recreación de Poe.
Sabemos de sus tres poemas fundamentales, ,el del Niágara, Flor y la Vuelta a la Patria…madre, hija y patria son una sola cosa La lirica identidad entre Flor la hija muerta y la flor amarilla en la tumba de la madre , y el ansia de regresar hacia las dos y la seguridad de no encontrarlas, y volver a la patria porque se huyó de ella, y es saberla en pecado, desaliñada, oscura; pero acudir , volar hasta su encuentro, amándola, así sea como sea, porque vosotros los que habéis estado en el exilio conocéis la verdad mas hermosa de la vuelta a la Patria: la Patria está en la vuelta ..ya sabemos que la historia de la responsabilidad del intelectual venezolano es una triste historia de soleded irresponsable ilustrada por figuras señeras y valientes.
Unos culpables, otros indiferentes. La historia de nuestros despotismos y nuestros cacicazgos nos llega siempre apadrinada por los intelectuales sembradores del mito providencial del domador de turno: siempre plantando un hombre para comer sus frutos, siempre contrabandistas de mentiras, filibusteros del argumento sociológico, guardia civil del pensamiento esclavo.
…. El panteón por una parte es una escuela. Por lo demás es un cofre. El cofre donde guarda la Patria los recuerdos de su grandes amores..
..Y el poeta, el que fue por el mar d e tumbo en tumbo y por el panteón de tumba en tumba entonará ,y entonces de veras, para siempre, su vuelta a la Patria, y la vuelta de la Patria a él. Y ella vendrá, joven y fuerte, con las manos tendidas, grande, sin la parodia de la grandeza, y limpia y transparente, más pura por el perdón que por el triunfo, más alta por el olvido que por la misma justicia,Venezuela friolenta y calentana, llanera y florestal ,serrana y costanera, flor de los valles en una palma, flor de los cielos en una estrella, flor de su vida, flor de su alma».
Por Luis Felipe Blanco Iturbe / Vía Jesus Peñalver
Luis Felipe Blanco Iturbe es médico pediatra, escritor y un demócrata a carta cabal. A él se refirió su padre Andrés Eloy Blanco en el pórtico de su Canto a los hijos, como «el sabio taciturno».

Excelente reseña histórica, es un lujo sin desperdicio del discurso de Andrés Eloy Blanco, en honor a uno de los mejores poetas nacido en Venezuela como lo fue Perez Bonalde.
Quizás o sin quizás, Andrés Eloy es el mejor hablista que ha dado Venezuela en todos tiempos, tribuno de verbo fácil y encendido, poeta a carta cabal, siento nostalgia de aquella carta de contestación cuando estuvo en el presidio en la cárcel de Ciudad Bolívar….»hay una estrofa que me ha puesto soñador y hasta envidioso si se quiere, y es donde me dices que yo soy como el jilguero nuestro musical hermano que aprisionado entre rejas es cuando canta mejor»…