(Continuación)
Como se había escrito en el artículo anterior, el miércoles 17 de febrero del año 2021, se cumplieron cincuenta y cinco (55) años de la firma del Acuerdo de Ginebra, a propósito de buscar resolver la controversia limítrofe entre Venezuela y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Tratado que aún está vigente y fue firmado en Ginebra, Suiza, el 17 de febrero de 1966 tanto por Venezuela como por el Reino Unido junto con la colonia de Guyana que en ese entonces iba próxima a recibir la independencia; ahora bien, dicho Tratado tenía como fin servir de fundamento para la resolución de la controversia limítrofe surgida de la contención venezolana ante la Organización de las Naciones Unidas en el año de 1962, en el que se buscó considerar nulo e írrito el Laudo Arbitral de París de 1899.
Este Acuerdo fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela Nº 28.008 del 15 de abril de 1966, y registrado el 5 de mayo de 1966 en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas. Tres meses después de la firma de dicho Acuerdo, la colonia de Guayana Británica recibió la independencia llamándose desde 1970 República Cooperativa de Guyana, y pasó a formar parte del Acuerdo de Ginebra de 1966 como país soberano e independiente; este compromiso adquirido fue para llegar a una solución definitiva entre las partes sobre la delimitación del espacio geográfico integral del Esequibo, en el que se reconoció la contención de Venezuela al considerar nulo e írrito la decisión del Tribunal que definió la frontera de la Guayana Británica en 1899, por lo que al firmar el documento en cuestión se aceptó el reclamo de Venezuela acordando encontrar una solución práctica y satisfactoria para las partes.
Luego de vencerse el plazo del Protocolo del Puerto de Puerto España, en 1983 Venezuela propuso la negociación directa con Guyana sobre el tema objeto de la controversia territorial, pero ésta no aceptó y propuso otras alternativas como el acudir a la Asamblea General de las Naciones Unidas, al Consejo de Seguridad o a la Corte Internacional de Justicia, las cuales Venezuela rechazó, quedando finalmente el litigio existente bajo los auspicios del Secretario General de las Naciones Unidas, iniciándose a partir de 1987 por aceptación entre las partes el método de los Buenos Oficios con el fin de acercar a ambos gobiernos de manera que estos lleguen a una solución satisfactoria como lo dicta el Acuerdo de Ginebra de 1966 en su Artículo IV.
Por su parte, aun cuando la República Cooperativa de Guyana había firmado el Acuerdo antes señalado con carácter obligante en cuanto a su cumplimiento, fue criticado dicho Acuerdo de Ginebra de 1966, por haberse reabierto un caso que para ellos ya estaba cerrado, aunado a ello se agrega, que Venezuela reconoció la independencia de Guyana sin antes haber solucionado con el Reino Unido el problema existente, a pesar que hizo la salvedad de reconocer al nuevo Estado al Este del río Esequibo, reservando sus derechos de soberanía al oeste del citado río.
En el preludio del siglo XXI, la reivindicación integral del espacio geográfico esequibense requiere un alineamiento cónsono al dinamismo de combinar elementos históricos, geográficos, geopolíticos y culturales con soluciones y reapropiación de elementos taxativos que permitan la horizontalidad en la búsqueda de soluciones adecuadas dentro del marco del acuerdo de Ginebra, marco de actuación que Guyana no ha facilitado al tomar decisiones que están fuera de lo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, otorgando concesiones petroleras a empresas trasnacionales en los espacios acuáticos del Atlántico propios de la reclamación existente, mientras que en complicidad conformada en el binomio entre el Gobierno Guyanés y el Secretario General de las Naciones Unidas, decidieron sin el consentimiento de Venezuela, llevar el caso ante la Corte Internacional de Justicia, dándole así la espalda a dicho Acuerdo, amparándose internacionalmente bajo los tentáculos de gobiernos pertenecientes a países del primer mundo, y sin un pronunciamiento de la comunidad internacional ante este desatino y atrocidad cometida en contra de todos los venezolanos.
No pretendo seguir ninguna simplicidad respecto a las políticas o estrategias factibles de aplicar en el espacio geográfico integral esequibense a raíz de lo que ha hecho Guyana, dado que por un lado la firma de este Acuerdo ha brindado el respiro para todos los venezolanos en cuanto el fortalecimiento de su territorialidad como memoria e integridad territorial se refiere, impulsando novedosas realidades que dinamizan y orientan los pilares de esta controversia territorial. Quiera o no Guyana, por su naturaleza, el Acuerdo de Ginebra de 1966 constituye el concierto de la extraordinaria trascendencia política celebrado entre la República Bolivariana de Venezuela con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y la República Cooperativa de Guyana, por cuanto se decidió revisar, analizar, discutir y buscar soluciones satisfactorias a la controversia que afectan la territorialidad y soberanía de Venezuela, pero también de Guyana, es decir, para ambas partes, NO PARA UNA como lo ha venido jugando Guyana en el tablero internacional.
Sin menoscabo del contenido que pudiese albergar este Acuerdo, formalizarlo con la firma de las partes ha sido un logro de significativa magnitud para la Nación venezolana; sin embargo, las acciones generadas por Guyana en el tiempo, y más aún desde el año 2015 hasta la presente, han permitido obtener algunas observaciones reiteradas que merecen sincerar lo establecido en dicho Acuerdo, dado que analizadas y sustentadas incidirían en el contexto de las posibles soluciones a considerar, y me parece que el Estado venezolano debe comenzar de una vez por todas a sincerarse sobre este tema:
- El Acuerdo de Ginebra de 1966 no define un lapso de tiempo para agotar los medios pacíficos de solución de la controversia ni de mecanismos implementados por parte de las naciones involucradas. Los límites de tiempo entre naciones soberanas pueden resultar en trampas y favorecer a la que tiene el control y dominio del territorio. (este hecho ocurre actualmente en centricidades unilaterales a favor de Guyana, quien ejerce relativamente la soberanía del espacio geográfico integral del Esequibo, aunado al hecho de involucrar abierta e inclinadamente a su favor tanto al Secretario General de las Naciones Unidas, como a la Corte Internacional de Justicia, y a las naciones del primer mundo que han recibido el beneficio económico a través de las concesiones otorgadas en el espacio geográfico en reclamación).
- El contenido del Acuerdo es impreciso e inconsistente en cuanto su interpretación se refiere, aunado a su compendio e indeterminación, cuya aplicabilidad resulta un tanto difícil (la racionalidad abstracta que se obtiene de ese documento, origina la apertura de tal amplitud, que solo la voluntad y la real intención orientando la búsqueda de soluciones factibles, permitirá arribar a la lógica de aceptación común, pero mientras tanto, el status quo actual pareciese significar el mejor escenario que beneficia a Guyana, mientras que Venezuela a través de la creación de la zona marítima de defensa integral en el Atlántico ha dado pasos que no han representado un peso significativo).
- Si no hubo como arreglar el asunto con Gran Bretaña antes de la independencia de Guyana, la realidad es que con o sin el Acuerdo de Ginebra e 1966, después de la independencia otorgada el asunto quedó circunscrito a dos Naciones: Venezuela y Guyana (técnica y prácticamente Gran Bretaña se divorció de esta problemática, siendo ella precisamente quien originó esta controversia, por lo que en lenguaje criollo “se lavó las manos”, atentando contra los intereses de Venezuela).
- Involucrar a la Guayana Británica (cuando entonces era aún colonia) y no precisar la responsabilidad que atañe a la Gran Bretaña, se interpreta como si esa Nación legó la controversia territorial a su colonia, a la que poco después le concedió la independencia, quedando el asunto circunscrito entre la República Bolivariana de Venezuela y la República Cooperativa de Guyana, contrayendo con ello la controversia territorial un nuevo matiz ante el mundo, es decir, la imagen ante la comunidad internacional de una Nación americana pequeña (Venezuela) contra el poderoso imperio inglés ha virado en sentido opuesto, al concebir a Venezuela, como el Estado poderoso envuelto en la controversia territorial contra Guyana, quien luce como desprotegida y con dificultades para alcanzar su desarrollo, y que hoy por hoy, el crecimiento de ese país se viene consolidando a expensas de los recursos existentes en los espacios del Esequibo, generando un silencio ensordecedor ante la opinión pública internacional, incluyendo a las Gobiernos aliados con Venezuela.
- Esta coyuntura que ha brindado el Acuerdo de Ginebra de 1966, ha sido muy bien aprovechada por Guyana ante la comunidad internacional, haciendo ver el supuesto afán imperialista colonialista venezolano de ocupar la nación independiente reconocida, y no como la justa reivindicación de un territorio arrebatado por medios fraudulentos. Y mientras se vale de esta actuación en la que en definitiva lleva más de cinco años con un antifaz totalmente distinto, varias organizaciones internacionales han amoldado su dinámica a este juego estratégico, acomodando sus intereses a nuevas y ocultas realidades.
- El compromiso de la entonces Guayana Británica como Nación soberana, ha respetado formalmente el Acuerdo lo suficiente como para aparecer ante la comunidad internacional respetuosa del compromiso adquirido, pero si Gran Bretaña lo hubiese aceptado en un marco de actuación de buena voluntad, podría contribuir en facilitar un clima a favor del arreglo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966 y, frente a la Mancomunidad Británica y la Unión Europea podría sembrar la motivación apropiada para lograr el debate y el consenso, y más aun en una coyuntura en el que participa unilateralmente la Corte Internacional de Justicia, aunado a las verdades que podrían facilitar Holanda, España, Rusia y Gran Bretaña.
- Si Venezuela enmarcase justificadamente su aceptación del Tratado de Washington de 1897 y del subsiguiente Laudo Arbitral de París de 1899 por inhabilidad y desamparo, no tendría el sustento balanceado dentro del Acuerdo de Ginebra por la obvia desventaja equivalente, en razón de haber cambiado de condición nuestro país frente a la República Cooperativa de Guyana, pasando a ser en apariencia Venezuela, la Nación fuerte en relación a la contraparte; sin embargo, Guyana a pesar de haber cambiado su política desde hace algunos años en contra de Venezuela, obteniendo beneficios económicos y aliándose a organizaciones internacionales que han tomado decisiones unilaterales que perjudican abiertamente nuestros intereses, mantiene su condición de país victima ante el mundo al señalar que se pretende arrebatarle las dos terceras partes de su territorio: “el show debe continuar a su favor”.
- En cuanto a la efectividad de Guyana en la forma que ha venido manejando el caso a su favor, ha sido sumamente hábil y, más bien Venezuela no ha logrado manejar este litigio con la suficiencia requerida ante la comunidad internacional y emplazar a la justicia de su lado, limitándose a la ejecución de acciones puntuales que han sido calificadas como reaccionarias, y mientras no se logre la solución de la controversia, Guyana mantiene la ocupación y dominio del territorio que Venezuela reclama, con las consecuencias jurídicas, políticas, económicas y tácticas. De hecho, el Artículo V, aparte 2 establece que “Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo, constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía en dichos territorios, excepto en cuanto tales actos o actividades sean resultado de cualquier convenio logrado por la Comisión Mixta y aceptado por escrito por el Gobierno de Venezuela y el Gobierno de Guyana”; sin embargo, el Gobierno de Guyana ha celebrado importantes acuerdos bilaterales con gobiernos extranjeros, que constituyen un panorama nocivo a los intereses venezolanos, originando sensibles frustraciones para la República Bolivariana de Venezuela, quien en el pasado había logrado desestimular algunos proyectos de inversión foránea aceptados por Guyana en el espacio geográfico integral del Esequibo, pero hoy en día el panorama ha generado sensibles cambios que inclinan la balanza “por ahora” a favor de Guyana.
- El Acuerdo de Ginebra de 1966 no le otorga al Estado venezolano derechos ni beneficios previos a la independencia de Guyana. Lo idóneo hubiese sido obtener de Gran Bretaña antes de la independencia de Guyana alcances que originasen algún beneficio apropiado sobre el territorio Esequibo que sirviesen de estímulo para agilizar la solución de la controversia territorial, pero ello no se hizo, y no podemos retroceder sobre este particular.
- Guyana le ha demostrado al mundo que ya no quiere escuchar lo que dice Venezuela en relación a la controversia sobre el espacio geográfico integral en el Esequibo, y si se le escucha como muy poco lo ha hecho, manipula la situación haciendo creer siempre que dice otra cosa, actitud que ha demostrado la poca seriedad, falta de voluntad y actitud evasiva en afrontar la controversia territorial, amparada hoy en día por la inclinación generada por el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, por la Corte Internacional de Justicia, por la CARICOM y por los intereses económicos en cuanto a la explotación de los recursos petroleros descubiertos en los espacios acuáticos del Esequibo en el Atlántico. Esta actuación respaldada irrespetuosamente por esas organizaciones e intereses de algunos países frente a la posición de Guyana, determina la perspectiva y situación no razonada ni sustentada de esa Nación frente a Venezuela.
- Si en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966, la Corte Internacional de Justicia afirma la validez del Laudo de París de 1899, se le estaría manifestando jurídicamente al mundo que debe cesar la reclamación venezolana y se mantendría el statu quo a favor de Guyana, lo que se traduce en la absurda posición que esa Nación desea enarbolar, puesto que no brinda respuesta de ninguna naturaleza a la controversia territorial; sin embargo, esto es muy fácil expresarlo, pero bajo ningún concepto significaría que Venezuela deba acatar la posible absurda decisión que determine dicho organismo jurídico, puesto que ello chocaría indefectiblemente con el Artículo IV del Acuerdo de Ginebra de 1966, y la Corte Internacional de Justicia tendría que justificar abiertamente el por qué se le debería dar la espalda a dicho Acuerdo de 1966, es decir, con la firma de este documento, es obvio que se estaría dejando atrás el Laudo Arbitral de París, dado que la frase “solución práctica y satisfactoria para las partes” borraría la sentencia tajante emitida en 1899, de lo contrario, por qué se aceptó y firmó dicho Acuerdo? Guyana No puede seguir en abierto desafío a esta realidad de la cual quiera o no, ella es parte.
- Ahora bien, caso contrario al punto anterior, si la Corte Internacional de Justicia reconociese la nulidad del Laudo Arbitral de 1899, lo cual desde el punto de vista político debemos estar claros que tiene bajas probabilidades de ocurrencia, se debería abrir un nuevo proceso de delimitación, por lo que Guyana asentaría su basamento jurídico en el Tratado de Washington de 1897, en el que ya existían trazados realizados y manipulados para dar cabida a las aspiraciones originales, hecho que abriría un nuevo capítulo en el contexto del Acuerdo de Ginebra de 1966 en contraposición con el Tratado de 1897.
- Es indudable que la Gran Bretaña utilizó el Acuerdo de Ginebra de 1966 como fórmula política para excluirse de la controversia territorial. La independencia de Guyana vs. la firma del Acuerdo de Ginebra fue el objetivo atractivo y primario que Gran Bretaña puso en manos de Guyana, actuando esta última en función del mantenimiento del poder como prioridad, lo cual ha ido exacerbando en el tiempo, inclinando el poder táctico de esta a su favor con el apoyo de la comunidad internacional, y debilitando la posición venezolana a pesar del poder estructural que posee. Y mientras tanto, nosotros,…,Venezuela, que tanto hacemos frente al avance galopante del Gobierno de Guyana?
- El entendimiento involucra intereses de actores sociopolíticos relevantes de los Estados que participan en la avenencia establecida. Un acuerdo en la mesa de entendimiento será políticamente viable, solo si es aprobado en la mesa interna de cada Nación. Dos eventos significantes resaltan en este análisis: Guyana cree por ahora que puede sola con el apoyo de los organismos y países en pro de sus intereses, pero la realidad es que con un dedo coyuntural no se puede cubrir la realidad interna de Guyana,…, y es que ella por sí sola no puede, y su eterno vecino es y será Venezuela. Qué tanto hemos aprovechado los venezolanos esta relevancia geopolítica, geoeconómica y geoestratégica? Debemos reflexionar y analizar en profundidad esta realidad.
El logro unilateral de objetivos no forma parte de un acuerdo, es lo opuesto y es allí donde esta Nación venezolana debe preparar en conjunto el escenario adecuado que obligatoriamente originará el marco de flexibilidad en el Gobierno de Guyana, dado que este factor ha sido su temor por implicar irremediablemente el reconocimiento y la aceptación de reivindicarle el espacio geográfico integral esequibense a su legítimo e irrefutable dueño: el Estado venezolano.
El Acuerdo de Ginebra de 1966, es el instrumento jurídico que tiene Venezuela para promover la rectificación y, le corresponde obtener la viabilidad que haga valer sus derechos ante Guyana, quien en violación expresa e ininterrumpida, se ha negado a discutir seriamente no solo las soluciones sino también los caminos que podrían conducir a fructíferos entendimientos entre ambas Naciones, exigiendo intransigentemente que se enreden las discusiones de la controversia territorial fundamentándose en la nulidad o validez del Laudo Arbitral de 1899.
Mientras Venezuela ha mantenido la nulidad del Laudo Arbitral de 1899, Guyana ha pretendido albergarse en su validez sin arribar a un plano posible de coincidencias entre ambas posiciones, evidenciando que esa nación ha tenido por objeto además de neutralizar el mandato expreso del Acuerdo de Ginebra de 1966 en cuanto a la búsqueda de la solución práctica y satisfactoria para las partes de la controversia territorial sobre el espacio geográfico integral del Esequibo, orientar las avenencias a un plano de incompetencia absoluta para la comisión diplomática a propósito de cumplir con su misión en esta disputa del Esequibo, reclinando su responsabilidad en manos de quienes se tomaron atribuciones que no les correspondían, hecho que le agrega una sumatoria de complejidades a la ecuación fundamental de este litigio.
Venezuela en un esfuerzo de país pacífico, le ha ofrecido a Guyana en medio de su intransigencia, un plan de desarrollo conjunto que beneficiaría no solo a la población albergada en la zona disputada sino también a la zona indiscutida de Guyana, como posible camino de entendimiento y acercamiento orientado a soluciones satisfactorias de la controversia territorial, pero la diligencia de la comisión que atiende la avenencia ha sido enteramente infructuosa. El declive de actitudes, acontecimientos, políticas y doctrinas propias del imperialismo británico que sometió a la América del siglo XIX y adopta hoy en día manejos y acciones muy distintas a la de aquellos tiempos, favorece la proliferación de revisiones y análisis en el contexto del Acuerdo de Ginebra de 1966 que emergen y fluctúan, pero luego desaparecen.
Detrás de este enfoque, incluyendo los hechos del presente, los actores que conforman la mesa de entendimiento de ambas naciones, disponen de instrumentos racionales para optar por la mejor decisión en las distintas circunstancias que revelan los albores del siglo XXI, así como entender la precariedad cognitiva que ha adoptado Guyana en cuanto a su percepción sobre determinadas relaciones de poder tanto internas como en la comunidad internacional, y por ello, la apertura de la ventana en el tiempo mal interpretada hacia Venezuela, evidentemente por quien ha estado interesada en la utilización de la controversia como instrumento para crear injustificados odios y, como oportunidad para desviar la atención de la opinión pública de las graves consecuencias que se derivan de su política interna y racista, ha sido por la actitud proclive de Guyana en entorpecer las avenencias posibles en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966.
Cheddi Jagan, ex-presidente de Guyana, como jefe de la entonces oposición guyanesa, se opuso a la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, escribiendo en su obra “The West on Trial”: El gobierno de coalición PNC-UF firmó conjuntamente con los gobiernos venezolano y británico el Acuerdo de Ginebra y creó la Comisión Mixta (Guyana-Venezuela). “Así se concedió reconocimiento a la espuria reclamación territorial venezolana y lo que era un caso cerrado desde 1899 fue reabierto”. (1975, p.395) (el subrayado es nuestro)
Debe destacarse que estas palabras del líder fundador del partido de gobierno guyanés, admiten claramente que, con la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, Guyana concedió ineludiblemente reconocimiento a la reclamación venezolana y aceptó reabrir el caso que habían querido cerrar con el Laudo Arbitral de París de 1899. Para subrayar la debilidad sustantiva de la posición oficial de Guyana sobre el Acuerdo de Ginebra, la Working People’s Alliance (WPA) (partido político guyanés) (1982) manifestó:
“La firma del Acuerdo de Ginebra, por parte de Guyana, pone a nuestro país en una situación que limita considerablemente nuestra libertad de acción… Para Guayana insistir ahora en interpretar el acuerdo como un mero instrumento para ratificar el Laudo de 1899, el cual fue puesto en duda en Ginebra, en 1966, probará severamente la paciencia de los interesados. Es tiempo de decirle ya al mundo que Guyana está llevando una autodecepción al afirmar que su posición es la firme defensa del Laudo Arbitral de 1899. (El gobierno Burnham) debe explicarle al pueblo guyanés y al mundo, especialmente al Caribe, qué intención tenía al acordar en 1966 que la disputa debería ser resuelta de forma satisfactoria tanto para Venezuela como para Guyana. Ya que en 1966, el Laudo de 1899 no satisfacía más a Venezuela y por la propia evidencia del Acuerdo de Ginebra eso era bien conocido por Guyana, es el gobierno guyanés quien debe decir qué es lo que entendía por una solución práctica de la controversia. Para el gobierno guyanés decir que considera el Laudo de 1899 como una solución definitiva y después ofrecer, en el Acuerdo de Ginebra, de trabajar para una solución práctica aceptable para ambas partes fue muy poco inteligente. Ningún encubrimiento puede ocultar el hecho que el régimen cometió un error”. (Garavini, 2004, p.208) (el subrayado es nuestro)
La actitud radical e intransigente de Guyana desde ese entonces ha manifestado cambios sensibles, pero fluctuantes con respecto a Venezuela y su compromiso a través del Acuerdo de Ginebra. El gobierno guyanés, manteniendo su posición oficial, en diferentes oportunidades, extraoficialmente ha explorado posibles hipótesis de solución sustantiva de la controversia territorial, a cambio de obtener posibles ventajas económicas, como el apoyo para el proyecto hidroeléctrico del Alto Mazaruni, la interconexión eléctrica y la financiación de la factura petrolera. Con dedicación y mucha imaginación es posible encontrar una o varias soluciones “prácticas”, pero no hacerlo de manera unilateral como ha venido actuando. Un acto de esta naturaleza no es más que una vil traición y reafirmación de no querer llegar a un entendimiento.
Ese complejo mapa cognitivo dentro del Acuerdo de Ginebra surgió como
base del enfoque con confusas posiciones, manipulaciones y radicalismos que embisten a Guyana, por lo que el Estado venezolano debe remitir permanentemente su posición, exigiendo la consistencia de un modelo de análisis para solucionar esta controversia en un contexto cognitivo referido en esencia a la idea de voluntades, intenciones y coherencia. Debatir la pertinencia de la posible solución o interpretación es en cierto modo poner en juego el régimen argumentativo que enmarca la concepción del escenario geopolítico actual, dado que este ha variado tanto en el contexto nacional como internacional. El Acuerdo de Ginebra consiste en que esa solución debe ser satisfactoria y aceptable para ambas partes y, el proceso entre dos naciones es complejo, dado que involucra diversos intereses de numerosos actores sociopolíticos relevantes de los Estados que participan.
La solución práctica y definitiva de la controversia sólo será posible cuando los gobernantes de cada nación logren integrar la alianza mayoritaria de intereses internos que apoyen y acepten el acuerdo derivado de la mesa de entendimiento. La presencia de la zona en reclamación en el mapa de Venezuela tiende a estimular en los venezolanos falsas expectativas en cuanto la recuperación del espacio geográfico integral usurpado y, podría conducir a frustraciones y anticipar una reacción que obstaculizaría cualquier hipótesis de solución para quienes piensan que la recuperación no es total conforme a los postulados del Acuerdo de Ginebra. Ojo con esto.
Pero dejar de colocar el Esequibo en el mapa de la República Bolivariana de Venezuela, constituye para la salvaguarda de la integridad territorial de la Nación venezolana una contradicción e irrespeto en el contexto de la defensa integral, soberanía e independencia, puesto que el mensaje ante la comunidad internacional es que la línea fronteriza fue fijada y aceptada por el Laudo Arbitral de París de 1899 y, esta aseveración difiere totalmente de la realidad, y en mi opinión, Guyana tiene el claro temor al no tener la sustentación necesaria como de hecho es así, por lo que ha buscado encontrar albergue en manos de terceros recostando responsabilidades y haciendo uso de artimañas inadecuadas.
Por: CA (r) Dr. José Chachati Ata
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